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martes, 14 de noviembre de 2023

EL CRIMEN POR COMPLEJO DE INFERIORIDAD, LA PROPUESTA DE LA PSICOLOGÍA INDIVIDUAL.

 




EL CRIMEN POR COMPLEJO DE INFERIORIDAD, LA PROPUESTA DE LA PSICOLOGÍA INDIVIDUAL.

 

Como se dijo anteriormente, el psicoanálisis abusa mucho del complejo de Edipo, para tratar de dar la explicación de todos los delitos y en todos los casos, y por ello, en muchas ocasiones son muy duramente criticados por ello. Así entonces, se toma una visión alternativa, de la propuesta de la psicología individual, para la cual, el origen de todos los delitos se puede explicar a través del complejo de inferioridad.

“De las relaciones del yo con el mundo circundante recibe la relación del yo consigo mismo su ley de desarrollo dinámico. Esta relación presenta la línea vital de una individualidad como idéntica con su programa de valor propio. De estas relaciones nacen los sentimientos de inferioridad, por los que el individuo se siente débil ante el poderío social y pone en juego su afán de superarlo. En esta lucha por el afán de superioridad y por la afirmación de sí mismo se crean los más variados mecanismos de seguridad: protecciones y compensaciones en el desarrollo físico o en el de los rasgos de carácter, construcciones espirituales y síntomas neuróticos.”

De acuerdo con esta teoría, se plantea un problema desde el individuo y su entorno, que genera diferentes tipos de complejos de inferioridad, los cuales, al no tener alternativas legales para superarlos, el individuo opta por el delito, como una forma de demostrarle a la sociedad que sí puede o que no puede seguir menospreciándolo.

A partir de esos complejos de inferioridad, presenta una propuesta general de solución en la educación del individuo:

“Por eso la psicología individual considera como objetivo de la educación adaptar el individuo a la comunidad y para ello no debe jugar papel alguno el fondo biológico, ni como pretexto de debilidad ni como excusa de vanidades. En primer lugar -como dice Wexberg-, la igualdad de todos los hombres, como principio práctico…, puede cumplir su ideal de comunidad y debe inculcarse vivamente a los individuos.” (citado por Jiménez, 1982. Pág. 255-256)

El centro es manejar un discurso de igualdad entre todos los seres humanos ante la Ley, dejando por un lado la discriminación por razones de raza, sexo, edad o cualquier otra condición. En cuanto al factor biológico, busca eliminar toda mención a las razas inferiores y superiores que dieron el fundamento a las purgas raciales en las dictaduras fascistas, y racistas en diferentes partes del mundo, incluso, parece excluir el criterio de equidad que busca dar ventaja a grupos desfavorecidos, por lo menos desde el punto de vista educativo, aclarando en todo caso, que no se está refiriendo a políticas públicas, donde en efecto, se ha avanzado en el derecho de las minorías, como la protección de los niños, de las mujeres embarazadas y de las personas de la tercera edad, y de otras minorías étnicas y religiosas, así como de los derechos de los homosexuales y transexuales.

De esta forma, la tesis de la psicología individual explica los delitos desde varios complejos de inferioridad, como son los de tipo orgánico, económico, social, relaciones familiares y sexuales, y de educación que se desarrollarán a continuación:

 

EL COMPLEJO DE INFERIORIDAD ORGÁNICO.

Complejo de inferioridad orgánico, se encuentra relacionado con los defectos corporales:

“Una anomalía física de esta clase atrae siempre la propia atención del niño o del joven, que al compararse con muchachos normales de su misma edad le produce un cambio en la completa estructura de su persona y crea en él un sentimiento de inferioridad corporal. Estos defectos pueden ser producidos por la fealdad sorprendente, por excesiva gordura, por especial delgadez y hasta por la singular belleza. El niño se siente, por los defectos dichos, perjudicado, despreciado por la naturaleza, o por su hermosura extrema, admirado y mimado por demás.” (Jiménez, 1982. pág.262)

De esta forma, el complejo de inferioridad se refleja en dos direcciones, el primero generado por deformidades físicas, que generan el sentimiento de odio del individuo que la padece, frente al rechazo de la sociedad que lo discrimina, generando así delitos para compensar su complejo de inferioridad. Y el segundo, que trata de la belleza extrema, acostumbrado por el mimo, a conseguir todo lo que se quiere, provocando igualmente delitos, cuando no se consigue lo querido:

“El fenómeno de las minusvalías orgánicas se acusa muy a menudo en los casos de fealdad de los criminales. (…) El mimo, pues, es quizás el factor más importante en ciertas formas de delincuencia. Nadie sucumbe tan pronto a la tentación como un niño mimado que se acostumbró a obtener siempre cuanto anhelaba.” (Jiménez, 1982. pág. 262)

Son ejemplos de delitos realizados por complejo de inferioridad orgánica, la persona obesa que mata a quienes se estaban burlando de él. El hombre que viola a una mujer que se burló de su fealdad.

Son ejemplos de delitos realizados por “superioridad orgánica o narcisismo orgánico”, el linchamiento de un indígena o un afrodescendiente, por parte de una turba racista o de policías racistas.

En los delitos contra el patrimonio o de corrupción, los complejos orgánicos también juegan un factor importante, pues los individuos que los padecen buscan compensar sus defectos, en el poder económico y político. El problema de ello, es cuando no acceden a dichos poderes por los canales legales, sino a través del delito, ya sea a través de las estafas, lavado de activos, tráfico de drogas, o a través de la corrupción. Es decir, que la forma de compensar su complejo de inferioridad es el poder o la riqueza, y esta se consigue a través de medios ilegales.

En cuanto esas características físicas se unen a dificultades externas, el individuo no logra ya alcanzar la misión ulterior de su vida. La supercompensación le conduce a estafas, simulaciones de poderío, violencias, etc., para demostrar a los demás y así mismo su superioridad corporal. Así se pueden originar delitos.” (Jiménez, 1982. pág. 262)

 

 

COMPLEJO DE INFERIORIDAD SOCIALES Y ECONÓMICAS

 

El complejo de inferioridad social se genera, por diferencias de clases, o de condiciones sociales como el origen (el barrio o ciudad donde se nace) los apellidos, las costumbres, las etnias, las nacionalidades, que pueden generar actos de discriminación, y en consecuencia complejo de inferioridad:

“En la formación de un exaltado sentimiento de inferioridad juegan papel muy importante las condiciones sociales y económicas bajo las que el niño crece y bajo las cuales debe efectuarse más tarde su incorporación a la sociedad. Del sentimiento de ser inferior y de estar eliminado resulta un fuerte anhelo de valer, de darse importancia. El trabajo se siente como cosa difícil y pesada y se prefiere buscar placeres en el fumar, en el beber, en la frecuentación del cine, etc.

Aquí se halla la raíz de la mayor parte de los delitos contra la propiedad cometidos por los jóvenes.” (Jiménez, 1982. Pág. 263)

De esta manera, se puede aducir que un homicidio de un israelí realizado por un palestino tiene por origen este complejo de inferioridad social. El hurto de pandillas en contra de una cadena de hoteles. La estafa realizada por un humilde pueblerino, en contra de gente de la ciudad. Ahora bien, este complejo de inferioridad, también debe verse al revés, es decir, de los que se creen superiores a los demás desde el punto de vista social.

Desde el punto de vista económico, ya no se mira el origen del delincuente, y de su entorno social, sino los problemas de la desigualdad en la distribución de la riqueza:

“Como causas más vastas y potentes aparecen las que tienen su génesis en la organización económica de la época moderna y que conducen a una dificultad acrecentada de la coordinación del individuo en la sociedad y en la vida común. Así se origina la situación obstinada de porfía de los oprimidos, especialmente de los trabajadores industriales y de los empleados de comercio, contra los explotadores. La organización económica vigente permite que haya seres en extrema miseria y ésta fomenta la criminalidad.”

Así es, que se trata de lucha de ricos contra los pobres, y de los pobres contra los ricos, pero que también se libra entre los sectores de la economía: trabajadores contra empleadores, médicos contra clínicas, bancos contra usuarios, terratenientes contra campesinos, etc.

Este tipo de luchas por la igualdad social y económica, siempre se presentan, y se tratan de manejar dentro de la democracia y la legalidad, sin embargo, en ocasiones, esta lucha entre clases genera conflictos individuales, como el trabajador que agrede o mata a su empleador, pero también genera conflictos grupales como el homicidio de miembros del sindicato por parte de un empresario, y en últimas, puede generar tensiones internas como una asonada en una manifestación del día del trabajo; disturbios internos como el motín en un centro carcelario, o un bloqueo violento de una carretera por parte de unos manifestantes; o conflictos armados internos, que termina enfrentando a campesinos con terratenientes, o opositores con partidarios del gobierno; y hasta internacionales cuando un estado oprime injustamente a los ciudadanos de otro estado, y este reacciona con la fuerza bélica.

 

 

COMPLEJO DE INFERIORIDAD POR EDUCACIÓN.

El complejo de inferioridad por educación se genera en la forma como se establecen los sistemas de educación:

“Freud considera que la criminalidad juvenil puede tener una de estas causas: 1 el amor excesivo, el mimo exagerado, frecuentemente entre los niños de la clase media; 2 el excesivo rigor; 3 el excesivo rigor paterno y el excesivo amor materno.”

Los modelos de educación familiar y formal, en los colegios y las universidades, pueden generar complejos de inferioridad, cuando por excesivo rigor anulan el carácter del individuo, o por excesivo amor, generar una gran frustración hacía el fracaso. El individuo demasiado mimado está acostumbrado a conseguir todo lo que quiere, muchas veces armando pataletas y agrediendo, que son formas de frustración, convirtiéndose en una reacción natural, que va a causar conflictos, e incluso agresiones físicas y delitos.

“Una educación de sistema torpe puede poner las bases de un carácter desgraciado, singularmente la que la psicología individual denomina educación autoritaria, por la que se trata de someter por completo la voluntad del hijo a la autoridad paterna y que por ese medio alzaprima necesariamente el sentimiento natural de inferioridad del niño, subraya su dependencias, aumenta el miedo a las iniciativas y resoluciones propias y le muestra como único recurso la obediencia al oculto pensamiento de la prohibición paterna. Contra semejante clase de sojuzgamiento de su voluntad y de su anhelo de valer reacciona el niño con obstinación, hiperestesia y mendacidad, y esta reacción conduce a menudo a una vida posterior, cuando se formas las peculiaridades del carácter, a delitos fraudulentos de toda índole, especialmente estafas y engaños.” (Jiménez, 1982. págs. 264-265)

Un individuo queda afectado por un sistema de educación demasiado estricto, que anula su voluntad y su carácter, y ello, como se observa, genera complejos de inferioridad, que al no superarlos el individuo correctamente, busca alternativas o compensaciones, y de no encontrar métodos legales, puede acudir al delito.

 

COMPLEJO DE INFERIORIDAD EN LAS RELACIONES FAMILIARES Y SEXUALES.

Complejo de inferioridad en las relaciones familiares y sexuales. Este se encuentra relacionado con las relaciones familiares en las que se presenta un predominio del varón, haciendo que la mujer se sienta inferior, y con ello, viene la voz de la protesta, con injurias, engaños, estafas e intrigas, para lograr una compensación (Jiménez, 1982. Pág. 264). Y en el barón generan el impulso de aparecer varonil, y por ese empeño llega a las agresiones y a delitos violentos.

Otro de los complejos de inferioridad que se presenta en la familia, son los celos entre hermanos, por ejemplo, cuando llega un nuevo miembro de la familia, los hermanos mayores, pueden generar celos por la atención que recibe el menor. Y una de las formas de llamar la atención de los padres, es cometer travesuras. “No les importa recibir castigos por sus actos de terquedad, rabia o desobediencias; prefieren -como dice Adler- pagar estos gastos de guerra con tal de compartir el interés que el nuevo nacido ha despertado en los padres.” (Jiménez, 1982. Pág. 264)

La desigualdad en el trato familiar, genera los complejos de inferioridad que pueden ser la motivación de reclamos, agresiones y hasta delitos. Se habla del complejo de Cain, cuando un hermano envidia a otro hermano y quiere su muerte. (Ver Jiménez, 1982. Pág. 264)

En el mismo sentido, debe cuidarse también el complejo de inferioridad que se genera, cuando se educa a un hermano a darlo todo, a ceder todo en favor del otro, o cuando se le inculca a una persona el exceso de caballerosidad, pues uno y otro, al ceder en cosas injustas, pueden generar complejos de inferioridad que terminan reaccionando violentamente (Jiménez, 1982. Pág. 264).

 

CRIMEN Y EL DESALIENTO SOCIAL

 

El efecto de los complejos de inferioridad en el delincuente, se denomina por la psicología individual como un desaliento social:

“… es considerar, el origen del delito en los influjos del mundo circundante y en la reacción de la personalidad sobre ese mundo. El delito aparace, pues, como un producto del desaliento, como la actitud típica de un hombre que ha perdido la fe de vencer dentro de la sociedad con los medios que le ofrece el ordenamiento social. El delincuente paga los errores que ha adquirido en la juventud y que le inducen a ponerse en hostilidad contra el mundo circundante.” (pág. 258)

El complejo de inferioridad que padecen muchas personas, los lleva a buscar compensaciones, y reivindicaciones, que pueden llevarlos a el campo del delito.

“El delincuente siempre es, por tanto un ser activo contra el complejo de inferioridad. Puesto que la tendencia hacia el desenvolvimiento útil queda detenida a causa del deficiente sentimiento de comunidad -a que antes hemos aludido para explicar aquel complejo- y puesto que las exageradas esperanzas, alimentadas por el afán de superioridad, quedan irrealizadas, se producen exaltaciones emocionales que muy a menudo son el punto de partida de agresiones contra los demás.” (Jiménez, 1982.Pág. 261)

Existen buenos ejemplos de que el complejo de inferioridad se encuentra de cierta manera en la base de varios tipos de criminales:

El complejo de inferioridad se hace constante tan pronto como el fracaso se deja sentir en la vida común: el colegio, en sociedad, en el amor. El 50% de los delincuentes no tienen profesión determinada y fracasaron ya en la escuela y en el aprendizaje de oficios. Un gran número de criminales sufre enfermedades venéreas, signo de la insuficiente solución del problema del amor. Solo tienen amistades entre gentes de su estofa, demostrando así lo reducido de sus sentimientos amistosos. Su complejo proviene de la convicción de que son superiores a sus víctimas y de que con cada delito que llevan a cabo le juegan una mala pasada a las leyes y a sus defensores.” (Jiménez, 1982. Pág. 261)

Y al contrario de lo que propuso Freud, sobre el complejo de Edipo y la necesidad de ser castigado, la psicología individual, considera que los delincuentes no buscan ser castigados, esperan que sus delitos no sean descubiertos, pues de cierto modo, sería como reconocer su complejo de inferioridad y develarlo en público. En cierto modo, sería como tratar de evitar la vergüenza de su complejo:

“… acaso no hay un solo criminal que no haya cometido más delitos que aquellos por los que se le acusa, dejando a un lado el considerable número de crímenes que quedan impunes. El delincuente realiza su delito en la seguridad de que no será descubierto si se las sabe arreglar bien. Si queda convicto o sorprendido in fraganti creerá firmemente haber omitido algún mínimo detalle precautorio y que está fue la causa de su perdición.” (Jiménez, 1982. Pág. 261)

 

 

SOBRE LOS FINES DE LA PENA.

 

En cuanto a la pena, la psicología individual considera que la retribución no genera el efecto que se espera, pues olvida el origen del delito desde el delincuente, que es el desaliento, causándole así más padecimiento.

“Es falsa la teoría de la retribución. En ella se considera al hombre distinto a como es en realidad, pues el delito no se comete por su libre albedrío, sino por debilidad. Sería injusto que un hombre que por error y desaliento cae en el delito fuese todavía más desalentado por la pena.” (Jiménez, 1982. Pág. 274)

Igualmente, basar el delito en el libre albedrío lo convierte en un héroe de su decisión, lo cual, se puede entender como un premio a su decisión y no una censura a su conducta:

La pena “Rodea al delincuente del honor de la retribución, le aurola con la gloria de lo romántico y exalta por ello aún más su delito. Si se lograse, por el contrario, el convencimiento de que el delito no es el resultado de la acción libre y audaz de la personalidad, sino la reacción de la debilidad y el desaliento, se habría suprimido con el un importante estímulo al crimen.” (Jiménez, 1982. Pág. 274)

En cuanto a la intimidación a través de la prevención general y especial (negativas), tampoco funcionan en el delincuente:

“Si se llega a reconocer que el delito tiene su génesis en la situación juvenil de inferioridad y en el desaliento efectivo, aparecerá como evidente que ese desaliento duradero no puede desaparecer con las amenazas y ejecuciones de penas, y que, por el contrario, se agrava en sus perniciosos efectos. La intimidación fortifica la hostilidad del hombre contra la sociedad. Por eso debe suprimirse toda tendencia intimidante.” (Jiménez, 1982. Pág. 275)

En lo que respecta a la resocialización:

“La misión y finalidad del tratamiento del delincuente debe tender a sintonizarle con la comunidad, es decir, a resocializarle.

La mejor profilaxis de la delincuencia será la educación correcta. Hay que cuidar con esmero los métodos pedagógicos. El régimen educativo autoritario y el mimo excesivo deben ser proscritos. Hay que tratar a los niños pensando en el futuro. No ha de dárseles razón sistemáticamente, ni tampoco postergarles, sometiéndolos al mandato irracional de los mayores, obligándoles a estar quietos y callados.” (Jiménez, 1982. Pág. 275)

Así las cosas, se niega que la retribución de un mal por otro mal, castigo prisión, genere efectos favorables para el delincuente, y lo que hacen es aumentar su rebeldía frente al sistema y afianzan su concepción de injusticia. En lo relacionado con la intimidación a través de la prevención especial y general (negativas), afianzan su hostilidad con la sociedad injusta y desigual.

Y en virtud, de que su tesis se enmarca en que el delito es producto de complejos de inferioridad, plantea como forma de superarlos, la reeducación del individuo, tratando de identificar esos complejos, solucionándolos, dándoles otras alternativas de compensación diferentes al delito.

 

 

EFECTOS DE LA PENA

En cuanto a los efectos psicológicos de la pena, la psicología individual es realmente crítica del sistema carcelario vigente, al establecer que destruye al individuo psicológicamente, y lo devuelve destrozado a la sociedad.

“Los investigadores han probado que la prisión mata espiritualmente al hombre, destruye en él todo resorte activo y toda reacción útil a la vida en común, y arroja por sus puestas, al término de la pena, según su duración, un pobre sujeto desalentado y radicalmente estéril para la comunidad o un ser más rencoroso, más inadaptado, más agresivo que el que entró en la penitenciaría.” (Jiménez, 1982. Pág. 276)

Igualmente, explica los problemas psíquicos que genera la reclusión en una cárcel en el delincuente:

“Los efectos del encarcelamiento en la psique del preso no terminan al ser reintegrado a la libertad. Sieverts realiza este estudio y demuestra que la psique del penado, incluso en la vida libre, permanece poderosamente influida por la prisión. He aquí las manifestaciones de esa perniciosa influencia: incapacidad de concentración, debilidad de la memoria, ilusionismo fantástico, insatisfacción de la vida afectiva, defectos en el dominio de sí mismo, disminución del impulso de sociabilidad, falta de alegría en el trabajo, y, en última instancia, ausencia de decisión y de voluntad.” (Citado por Jiménez. 1982. Pág. 276)

Y también explica cómo luego de la cárcel, el individuo desde el punto de vista psicológico, no se recupera, sino que en muchas veces queda destruido así recobre la libertad:

“Sólo después de largo tiempo, y a veces tras de varias crisis nerviosas, se logra la adaptación a la sociedad, y sólo parcialmente se recobra el uso de las facultades psíquicas, tal como lo exige la lucha por las existencias. Muchas veces los presos quedaron para siempre reducidos a lo que se llama un hombre roto.” (Jiménez, 1982. Pág. 276)

Se plantea además, que se están perdiendo los recursos y las personas, en un sistema carcelario que se genere un verdadero valor o beneficio a la sociedad:

“Las cifras de reincidencia, que aumentan de año en año, demuestran paladinamente que el sistema punitivo, aún en vigor, produce, a lo sumo, eficacia preventiva general, pero que dese el punto de vista de la prevención especial es completamente estéril. Los reclusos sufren, a causa de la pena privativa de la libertad, un grave déficit de naturaleza psíquica y material, sin que la sociedad obtenga en cambio de ello un beneficio apreciable. Al contrario: cada uno de estos hombres que la penitenciaría destruye representa a la vez una pérdida para la sociedad, creándose así una situación antieconómica e inmoral.” (Sieverts, citado por Jiménez, 1982.  pág. 276-277)

 



 

BIBLIOGRAFÍA

 

Feijo, Bernardo. (2013) Culpabilidad jurídico-penal y neurociencias. Págs. 269-298, en Demetrio, Eduardo (dir.), Maroto, Manuel (coord.) Neurociencias y derecho penal. Nuevas perspectivas en el ámbito de la culpabilidad y tratamiento jurídico-penal de la peligrosidad. Edisofer y BdF.

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Jiménez, Luis (1982) Psicoanálisis criminal. Sexta edición. Ediciones Depalma. Buenos Aires.

Zaffaroni, Eugenio; Dias Ilison (2019). La nueva crítica criminológica.criminología en tiempos de totalitarismo financiero. Ediciones Gustavo Ibáñez Carreño. Bogotá.

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