El delito y el pecado
El surgimiento de la religión cristiana implicó un gran cambio en la forma de pensar y vivir del ser humano, la filosofía, la ciencia, la historia y la economía tuvo un vuelco enorme, que hizo el paso de la edad clásica a la era medieval, y en el derecho no fue la excepción.
En medio de una sociedad analfabeta, la religión se convirtió en el nuevo puente entre el gobernante y el pueblo. La gente iba a misa y escuchaba más a los sacerdotes. Eran pocos los que sabían leer y escribir, y la gente confiaba más en los clérigos que en los gobernantes.
La fe era el opio del pueblo. La gente no cuestiona tanto a una creencia basada en la fe, pero en cambio si cuestiona la política y la ciencia, pues estás de por sí son cuestionables y discutibles.
En el caso del derecho penal, se comenzó a fusionar la religión con el derecho, y el delito con el pecado. Un acto de fe, se convirtió en una cultura y luego en una imposición, que de no ser obedecida recibiría una sanción.
Tanto fue así, que al pensar que Dios se encontraba en todas partes y sabía todo lo que todos pensábamos, el pecado llegaba hasta las mentes y los mismos feligreses se condenaban por sus malos pensamientos, que confesaban ante un sacerdote, y este los perdonaba o con penitencias o con el pago de diezmos. No había escapatoria, Dios sabía todo lo que hacías, sentías y pensabas.
La iglesia surgió poderosa por saber interpretar los designios de Dios, por encima de las leyes, y otorgaba el perdón en la tierra de las ofensas del cielo.
Las leyes de la tierra debían acercarse lo más que pudieran a las leyes divinas. Las leyes divinas eran la Biblia, los 10 mandamientos y los siete pecados capitales. Con estos símbolos religiosos se dieron las bases para gobernar y juzgar. Son ejemplos de lo anterior los tribunales de la santa inquisición que perseguían brujas, infieles y blasfemos. También la conquista de América se basó en las leyes basadas en la religión, como el derecho divino de los reyes, el deber de los gobernantes de difundir la religión católica y la necesidad de reprimir las prácticas impías de los infieles. La iglesia era el nuevo poder religioso que trascendía las fronteras de los reinos, cuyos reyes eran coronados por ella, dándoles el aval divino para gobernar en nombre de Dios.
Desde el punto de vista psicológico la religión era un gran límite o barrera de autocontrol en cada individuo para que se abstuviera de cometer un delito, ante el declive de la filosofía, la ética y la moral, que dejaron de estudiarse, y en la población menos ilustrada, la religión suprimió la moral y la ética. Así entonces desde una perspectiva de psicoanálisis de Freud, la religión se constituía en un superyó que controlaría al yo y al ello.
Muy a pesar de las virtudes que inculca el catolicismo con religión, el fanatismo religioso generó muchos desmanes.
El sentimiento de culpa creado por tener un ser sobrenatural que veía tus actos y sabía tus pensamientos, generaba un sentimiento neurótico y obsesivo compulsivo de estar realizando a cada minuto un pecado, y la necesidad de redención. Desde esa óptica tenemos un alto sentimiento de culpa ante unas grandes expectativas virtuosas de seres perfectos creado por la religión, exigidas a hombres imperfectos, generando una neurosis colectiva, y un gran conflicto interno en cada individuo, que nunca se iba a resolver.
Esto produjo varias situaciones particulares, por una parte genera que así sea una pecado muy grande, este podía ser perdonado, ya sea con penitencia o con pago de dinero. Esto podía hacer a muchos hombres irresponsables frente al pecado, lo cometían y lo seguían cometiendo, y después de conseguir el perdón y la redención, volvían a reincidir.
Otro de los temas eran los pecados a favor de la iglesia, las guerras se justificaban por la defensa de la fe. Era válido matar, esclavizar, torturar en nombre de la fe. La fe validaba las malas actuaciones, que no eran consideradas pecados en esos casos.
La fe generaba sadomasoquismo, las personas tendientes al perdón y a la redención se autoflagelaban, castigándose así mismo, encontrando en el dolor el alivio a su angustia por haber pecado. La autoflagelación implica ya un acto complejo desde el punto de vista psicológico, pero al mismo tiempo, genera un síndrome de maldad, donde el que siente placer por el dolor, comienza a causarle daño a otros por placer, supuestamente para que ellos también sientan lo mismo. Esto genera un sadismo, que si se ejecuta por parte de los que gobiernan, provocarían muchas catástrofes humanitarias.
La fe también inculcó el machismo y la idea de que la mujer era un ser inferior, que fue la culpable de que los hombres no vivieran en el paraíso. La religión católica a través de la inquisición persiguió a mujeres señalándolas de brujas por su intelectualidad, su independencia, su hermosura y su ciencia. La mujer que no encajara en el modelo dócil que predicaba la iglesia, era objeto de repudio y de castigo.
El proceso inquisitivo que buscaba la defensa o la protección de la fe, se basaba en la interpretación que hacía la Iglesia del mundo y de la mística. La ciencia y la religión no concuerdan en muchas cosas, y el renacimiento, fue una reacción cultural del hombre, frente a la represión injustificada de la religión en los campos de la ciencia.
Si bien la religión es un sustento moral, ético y espiritual muy fuerte, confundir el derecho con la religión, implicó la equiparación del pecado con el delito, y la Ley con la religión, llevando a extremos, impulsados por el fanatismo. No son los creyentes el problema, el problema son los fanáticos que rellenan lo desconocido con creencias y mitos a su conveniencia, que para ellos son irrefutables a pesar de la contra evidencia científica. Cualquier impugnación a sus creencias es una ofensa, y reaccionan violentamente.
La religión es una guía en todas las sociedades para el hombre y su mejoramiento, pero ha sido utilizada como instrumento de los fanáticos para causar dolor y justificar sus actos. La religión ha creado puentes entre personas (comprensión, empatía y respeto), pero también ha generado guerras cuando unos tratan de imponer las creencias a otros a la fuerza, y convertir el pecado en un delito, era una forma de hacerlo, y además respaldado por la Ley.
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