lunes, 11 de diciembre de 2023

TALLER DELITOS SEXUALES Y CONFLICTO ARMADO

 TALLER DELITOS SEXUALES Y CONFLICTO ARMADO



LECTURA DELITOS SEXUALES Y CONFLICTO ARMADO

https://derechopenalempresarialencolombia.blogspot.com/2020/07/la-violencia-sexual-en-conflictos.html


1) Con base en la anterior lectura responda:

a) ¿Qué eran la conforwoman?

b) ¿En qué consistió el caso Akayesu en Ruanda?

c) ¿En qué consistió el caso de ex Yugoslavia?

d) ¿Cómo se justifica la violación en Siria?

e) ¿Por qué se considera la actuación de Hernán Giraldo como una violación?

f) ¿Qué ocurrió en el caso el Salado en Colombia?


2) Caso violación de la niña Embera:

https://derechopenalempresarialencolombia.blogspot.com/2020/10/caso-de-la-violacion-de-la-nina.html

VIDEO ANÁLISIS JURÍDICO

https://youtu.be/D9QdR4aNtGU


a) ¿Cuáles son los factores que agravan el caso?

b) ¿Cuál debe ser el tratamiento de la justicia frente agresores?

c) ¿Es un tema de justicia militar o de justicia ordinaria?

domingo, 3 de diciembre de 2023

¿QUÉ TIENEN LOS DELINCUENTES EN EL CEREBRO? ¿COMPULSIONES?

 

¿QUÉ TIENEN LOS DELINCUENTES EN EL CEREBRO? LA TEORÍA DE LA COMPULSIÓN DEL PROFESOR MAURO TORRES.

 

Se trata de una teoría que refuta la tesis de Lombroso del delincuente nato, al considerar al delincuente como un hombre no evolucionado y salvaje, partiendo de anomalías morfológicas. Según el profesor Torres (2009), la teoría lombrosiana, no tiene sustento en la antropología, pues no se puede asociar al hombre moderno, con un hombre no evolucionado o con un primate, pues no hacen parte del mismo árbol genealógico, del cual se separaron al desarrollarse el gen del hombre moderno, y que lo diferenció del resto de primates y de hombres prehistóricos.

De acuerdo con el profesor Torres (2009), el hombre moderno (homo sapiens sapiens) surge de un antepasado que evolucionó no solo en el uso de herramientas, sino también en su arte y creatividad, y posteriormente de su raciocinio y poder de invención, lo cual en definitivamente lo diferencia de los primates, y de los demás antepasados ya extintos como el hombre Neardental o el Cromañon. Por lo cual, no existe un hombre o una clase de hombre primitivo, todos somos descendientes de un antepasado común.

Por otra parte el profesor Torres (2009), también se encarga de controvertir la tesis de Freud, quien considera que el origen de todos los delitos es el incesto (deseo de matar al padre para quedarse con la madre), partiendo del complejo de Edipo y el complejo de Electra. Para el profesor Torres (2009), el primer delito que registra la antropología, es el delito de la guerra, y partiendo del código Hamurabi como primera referencia escrita de una ley penal, se evidencia, que no solo el incesto estaba prohibido, sino también muchos otros delitos establecidos con pena basada en la ley del talión. Para el citado profesor (Torres, 2009), en la medida en que el hombre funda las primeras ciudades, comienza a establecer las primeras reglas de convivencia, y no hay prueba fehaciente de que el origen de todos los delitos sea el incesto como sostiene Freud. Por eso plantea, que el origen de los delitos son las compulsiones que se relacionan entre sí, y hacen parte de un mismo sistema de comportamiento contrario a las leyes:

“Es un inmenso sistema compulsivo, cuyas partes -las compulsiones- se hallan entrelazadas en una vasta red de relaciones, de acuerdo con la cual, todas tienen un mismo rango en cuanto a su importancia, ninguna de ellas puede ser conocida por fuera del sistema, ni mucho menos “combatida por fuera del sistema, de aquí el fracaso rotundo de las políticas de los gobiernos que se empeñan en combatir compulsiones aisladas.” (Torres, 2009)

Por otro lado, según el profesor Torres (2009), sí existe en cierto momento de la historia la mezcla entre un hombre que creo y desarrolló la agricultura, la ganadería, construyó ciudades, creando una cultura sedentaria, en contravía de un hombre menos evolucionado que aún vivía de la cacería, de la recolección, que corresponde a una cultura nómada. Dice que el contraste de estos dos estilos de vida, generó las guerras, lo que se puede evidenciar con ejemplos como las guerras entre los chinos y los mongoles, y las guerras entre los romanos y los pueblos bárbaros. Y además de lo anterior, se estableció también un cambio significativo de la historia:

“El primer efecto de esta confrontación entre pueblos guiados por sistemas antitéticos, fue la transformación de la historia en historia masculina pues fueron los hombres los que se hicieron cargo de las guerras tanto en el bando de los pueblos civilizados, como en el de los nómadas bárbaros siendo los poseedores de las armas, los músculos, las hormonas, la belicosidad, el gusto por el combate y el deseo de poder. Dentro del mecanismo de la historia masculina guerrera se produjo una lógica y fatal consecuencia: que la mujer que había participado junto al hombre en las faenas de las eras evolutivas, ahora, en la historia, se hizo a un lado de los acontecimientos y se refugió en su poderoso instinto materno que no tuvo por qué disminuir con el paso de las eras evolutivas a la históricas.” (Torres, 2009)

Para el profesor Torres (2009) los delitos son el producto de las guerras, las compulsiones y los efectos del alcohol en el cerebro. Así las cosas, como dijimos anteriormente, las guerras fueron la primera fuente de los delitos. En relación con el alcohol, se dijo que al producir el hombre bebidas alcohólicas como la cerveza y el vino, en tanto, que puede evidenciarse que la ingesta de alcohol, como causa de riñas, peleas, enfrentamientos, actos irresponsables, accidentes de tránsito y de malas tomas de decisiones (Torres, 2009), que son la causa de muchos delitos.

Según un estudio realizado con más de 300 reclusos en Colombia, el profesor Torres (2009) demostró que el alcoholismo era un factor reincidente en la mayor parte de los delincuentes (el 42.6% de 374 familias y el alcoholismo compulsivo se presentaba en el 45.99% que representaba a 1563 individuos de 2800 personas analizadas), ya sea ellos directamente, o ya sea por sus padres. A su vez, se establece dramáticamente, que el alcoholismo se transmite hereditariamente, y no solo entre padres a hijos, sino también de abuelos a nietos, pues se trasmite genéticamente, así que los problemas propios que produce el alcohol en las conductas de las personas y sus familias, también se transmiten de generación a generación.

Pero el problema no para en este tema, sino que el profesor Torres (2009) ha planteado que el etanol, contenido en el alcohol, ingresa a las células sexuales (ovulo y espermatozoide), creando una mutación genética que produce una anomalía en el cerebro, que genera compulsiones de diferente índole, entre ellas, realizar conductas delictivas.

La compulsión es definida por el profesor (Torres, 2009) como:

“Esa fuerza irresistible que caracteriza la dinámica de la compulsión, presiona el comportamiento de algunos hombres -no de la especie entera ¡al menos por ahora¡-, como si fuera una Voluntad Superior, muchísimo más poderosa que la voluntad personal, a realizar actos invertidos, lesivos de los demás en algunos, y siempre sin capacidad adaptativa, (…), con el agravante de que una sola persona puede padecer placenteramente -¡notable paradoja¡- varias compulsiones, moviéndose como pez en el agua entre compulsivos, por la afinidad que existe entre ellos, debido al aire de familia que los caracteriza.”

Desde el punto de vista cerebral lo explica, de la siguiente manera:

“Ahora bien, ya tenemos formado el centro compulsivo en la corteza orbital del lóbulo frontal del hemisferio cerebral derecho y los neurocircuitos correspondientes a esta estructura de neuronas, que son el producto de la proteína anormal con sus neurocircuitos patológicos, desde donde parten los potentes impulsos que buscan la satisfacción correspondiente a cada una de las compulsiones con que haya sido afectado el comportamiento: potentes impulsos que demandan urgentemente comida en el glotón, droga en el drogadicto, una víctima en el delincuente, alcohol en el alcohólico. Este es el momento compulsivo de estos males, acompañado de enorme ansiedad por el compulsivo mientras su deseo intensísimo se realiza, que no se parece a los deseos naturales por su gran fuerza.” (Torres, 2009)

Continuando con el estudio, la consecuencia de dicha compulsión es la siguiente:

“Por eso se comprende el fenómeno extraordinario de que el compulsivo no puede controlarse, no puede reprimir su deseo, es como si tuviera una Voluntad Compulsiva que es mucho más poderosa que la voluntad personal del compulsivo. El deseo natural de una persona normal es controlable, reprimible, aplazable. Un delincuente, en cambio, no puede aplazar sus deseos de delinquir, ni es capaz de reprimirlos: su imperativo incontrolable le ordena robar, violar, asesinar, asaltar.” (Torres, 2009)

Y plantea el mismo profesor Torres (2009) que la compulsión genera adicción, pues cuando el compulsivo alcanza su objetivo, robar, matar, comer, fumar, “sienten alivio y enorme placer porque la satisfacción ha estimulado los centros adictivos, o centros del placer, o de recompensa, que se hallan en la parte interior del cerebro, abajo, en la zona límbica, y se conocen con los nombres de núcleo accumbens, amígdala, septum que secretan un neurotransmisor químico conocido como Dopamina que genera el enorme placer que experimenta el compulsivo cuando el objetivo de su compulsión ha sido conseguido.”

Y concluye sobre este punto el mismo Torres (2009) lo siguiente:

“Nosotros vemos dos momentos en cada compulsión, el comienzo y el término, el violento deseo consciente nacido en el centro compulsivo y la satisfacción en el centro adictivo; la voluntad compulsiva que ordena la realización de la necesidad compulsiva y ante la cual la persona no puede resistir, y el clímax del placer, por la secreción de los químicos del placer cuando el deseo ha logrado cumplirse.”

La problemática de la compulsión, es precisamente su control, pues la compulsión no desaparece, y puede recaer nuevamente, así lo explica el profesor Torres (2009):

“Una persona que comenzó a fumar por simple imitación o por estímulo del medio, se vuelve adicta, pero no ha heredado su adicción y le es más fácil curarse. Aquí hablamos de un solo momento: la adicción. En cambio, la adicción correspondiente a una compulsión no es aprendida, sino heredada, y la persona puede dejar la adicción, pero continúa siendo compulsiva, ya que las estructuras neurológicas del centro compulsivo se formaron por la intervención del gen mutado por el alcohol. Para tratarse -no decimos que para curarse-, se debe suprimir la adicción a cualquiera que sea las distintas compulsiones posibles, pero debe saber que la compulsión continúa. Un alcohólico o un delincuente, pueden haberse conservado abstemios durante muchos años, más si se descuidan, vuelven a reincidir, porque si bien han desestimulado el centro adictivo, el centro compulsivo siguió activo.”

Por lo anterior, se podría explicar la tendencia de reincidir de un delincuente, luego de haber sido, capturado, procesado y condenado, y luego de cumplir con su condena, decide realizar nuevamente el acto, y muy a pesar de haber recibido tratamiento. Ahora bien, los riesgos de incidencia aumentan, si a pesar de que el personaje ha sido encerrado, no ha recibido ningún tipo de tratamiento para controlar la adicción, y por lo menos, manejar la compulsión.

El profesor Torres (2009) manifiesta que existen tres clases de cerebro, el de los hombres normales, el de los locos y el de los delincuentes. Y que estás clases de cerebro, dependen en principio de la genética, luego de los estímulos sociales y ambientales, y también de la configuración propia del cerebro. En relación con el cerebro criminal, manifiesta su diferencia con los cebros normales de la siguiente manera:

“Repetimos que el delincuente es nuestro coespecífico, miembro como nosotros de la especie humana mestiza de sapiens y de nómada. Lo que en él cambia y lo hace pertenecer a otro universo, lo que hace que practica actos extraños, enteramente invertidos, lo que hace que tenga sentimiento que se riñen con los sentimientos de las personas normales ajustadas a la existencia adaptada, lo que hace que su sentido moral gire radicalmente al otro extremo del sentido moral aceptado por los códigos morales, es ese cerebro afectado precisamente en la región supraorbital de la corteza del lóbulo frontal del hemisferio cerebral derecho, que subvierte como si eso fuera lo debido; a violar como si eso fuera natural; a robar, a estuprar, a estafar, a incestuar, a venderse como mano asesina del sicario, como si eso fuera lo aceptable, precisamente por está prohibido, ya que lo prohibido se convierte en un incentivo para el acto criminoso, porque el no matarás, el no robarás, el no birlarás a la mujer de tu prójimo, (…) despiertan en ellos ese misterioso regusto por matar, robar, por birlar la mujer del prójimo…” 

Así la lógica del delincuente es totalmente diferente a la lógica común:

“El se siente diferente -y así me lo han confesado- y desprecia y se riñe con el modo de ser de la gente común; cree que su modo de ser es el mejor, cree que él tiene la razón y que los equivocados son los otros. cada día que pasa se acentúa ese sentimiento de ser diferente, de suerte que golpea con convicción, vaganbundea con convicción, roba y maltrata con convicción, sus patrones morales rompen con los patrones morales de gente de bien, que él cree que es la que obra equivocadamente. La ruptura es a fondo, porque los comportamientos que nacen de su cerebro tienen una dirección enteramente opuesta al común de las personas. Desprecia los consejos que le llueven de la familia, el colegio o la sociedad. No escucha, no entiende por qué le dicen que debe cambiar, si él se siente a gusto con su modo de actuar, y lo defiende desde niño, y pone en movimiento todas sus facultades mentales para sostener su modo de ser; su inteligencia, su ingenio, su astucia, todos sus talentos se ejercitan desde muy temprano para defenderse del medio que lo acosa con castigos y consejos: no hay duda alguna: su existencia ha tomado un rumbo diferente que contrasta con el de los otros, porque su cerebros no es igual al de los otros: nació con un cerebro distinto que emite comportamientos extraños a los aceptados por la familia y la sociedad¡” (Torres, 2009)

También menciona Torres (2009), que de no ser por la compulsión, el delincuente sería un persona normal, pues:

“Porque el delincuente cuando está en la cárcel y no se haya bajo el fuero de su compulsión es una persona común y corriente, como cualquier individuo normal. Razona, reflexiona, construye juicios, intercambia ideas, como cualquier persona normal. Debe saberse que los compulsivos en general y el delincuente en particular tienen una mentalidad correcta y si no fuera por la compulsión que los impulsa al crimen podría colocárselos en la primera mentalidad o mentalidad normal (…) cosa muy distinta a lo que ocurre con el enfermo mental, con el psicótico o el neurótico, con el loco, para decirlo de una manera coloquial, que inmediatamente se distingue del médico por su comportamiento alterado, sus ideas disparatadas, sus delirios, alucinaciones, extravagancias, actitudes absurdas, comportamientos dolorosos como ene el depresivo agobiado por la culpa o por los deseos de no vivir, o como el maniaco hiperactivo, hiperoptimista, que habla sin parar y asocia todo cuanto ocurre a su alrededor en un flujo disparatado de sentimientos. (…).

No. El delincuente tiene una mentalidad en forma -a menos que sea un caso mixto compulsivo y enfermo mental-, el reflexiona y pronuncia juicios correctamente, ni delira, ni alucina, ni quiere suicidarse, ni se ve agobiado por los sentimientos de culpa, ni quiere morirse, ni dice disparates, sino que es cuerdo en su conversación y en sus argumentos. Las funciones mentales del delincuente son enteramente normales, otra cosa es que la ponga al servicio de su compulsión delictiva, que es lo que llamo la mentalidad compulsiva de acuerdo con la cual la compulsión se ve respaldada por la inteligencia, la razón, la conciencia, el ingenio, la astucia, justamente para no hacer locuras, como me lo han dicho en repetidas ocasiones. Un loco quiere robarse la luna o la placa del carro que desea hurtar, un ladrón con su fino talento y agilidad en segundo desocupa un apartamento.” (Torres, 2003)

Este es el sustento de Torres (2003) para sostener la diferencia que existe entre un delincuente y un loco, así como anteriormente se señaló, como se diferencia un delincuente, de una persona normal, para llegar a exponer, que existen tres clases de mundos de acuerdo con el tipo de cerebro. También soporta el hecho de la existencia de la compulsión en el cerebro del delincuente, cuando en sus entrevistas con ellos, al preguntarles la razón por la cual delinquen, mencionan primero, la pobreza, la corrupción, la familia, pero luego, comienzan a plantear que de niños eran muy rebeldes, que nunca escuchaban cuando eran corregidos, ni hacían caso, y que el delito le salía natural, y plantean que sienten una fuerza que los lleva a cometer actos prohibidos, sin que puedan resistirse a ella (Torres, 2003), y concluye:

En todas estas manifestaciones se palpa con claridad, que el delincuente es movido por presiones mentales internas, superiores a toda consideración como si fueran impulsados mecánicamente por una máquina invisible cuyo poder no pueden resistir; ni el horro, ni miedo al escándalo o la cárcel, son suficientes para que se contengan. (…) del mismo modo de una persona que nació normal actúa de manera normal, ellos actúan de modo invertido, y ninguno, ni el normal, ni el delincuente, se preguntan por que actúan así: simplemente les sale actuar de ese modo.” (Torres, 2003)

Por último, el estudio también abarcó a las mujeres, y se encontró que así como los hombres, las mujeres también heredan la compulsión, y realizan delitos por compulsión. La diferencia se encuentra en los medios, según mencionan las mujeres, que son independientes de los hombres para cometer delitos, y esto es, que los hombres son más dados a utilizar la fuerza y las armas de fuego, y las mujeres, el engaño y el encanto (Torres, 2003).

En igual sentido, el profesor Torres (2003) niega la premisa de Lombroso según la cual, el lado delincuente de una mujer es ser prostituta:

“… la delincuente compulsiva no puede ser prostituta, en tanto que la prostituta compulsiva no puede ser declarada delincuente compulsiva, pero que , como dice Natali, que la cono muy bien, lo único que sabe hacer es desplumar (atracar, robar) a sus clientes en la cama, esto es, que la prostituta, por miedo, en razón de su sexo femenino, ejerce una solapada forma de delincuencia directa, que incluye, además, los hechos de sangre, y una delincuencia indirecta como proverbial cómplice de los hombres que delinquen, protegiéndolos y ayudándolos.”

De esta forma, plantea Torres (2003) que no se trata de un problema de género, pero sí llama la atención de que la población de delincuentes sea mayor la masculina que la femenina, y que, por ello, surge la necesidad de hacer estudios posteriores para soportar este hecho.

 

ANALISIS CRITICO DE LA PROPUESTA.

 

Esta propuesta, plantea la posibilidad de una mega estructura que explica la razón por la cual los delincuentes delinquen, partiendo del hecho de que solo los delincuentes, padecen de compulsiones, que les impiden frenar sus impulsos a realizar diferentes clases de delito, de acuerdo con la personalidad del delincuente.

Que dichas compulsiones pueden consistir en conductas lícitas como el glotón o el drogadicto, que son impulsados por las compulsiones a consumir comida o drogas, pero que ello, no implica ningún delito. Sin embargo, existen otras compulsiones ilícitas, como el hurto, la estafa, el asesinato, la violación, que ya tienen un componente delictual, pero que todas las compulsiones parten de un sistema común.

Partiendo de la existencia de las compulsiones, ya sea por el efecto del alcohol en los alcohólicos, o de aquellas personas que hayan heredado alguna compulsión por el efecto del etanol en su genética, crea una anomalía en el funcionar del cerebro, específicamente en el lóbulo parietal derecho, que impide al cerebro controlar el impulso de una actuación ilícita, y que una vez realizada, genera una sensación de placer, por lo cual, se plantea que la compulsión es adictiva.

Este planteamiento va en contra de la teoría del libre albedrío, según la cual, el hombre tiene la oportunidad de escoger entre respetar la norma, y no hacerlo. Es decir, la persona que tiene la compulsión, no puede autodeterminar su comportamiento porque se trata de una fuerza irresistible que lo hace actuar en contra de la Ley, y en el caso, del delincuente compulsivo, no hay forma de evitar un delito, cuando éste obedece a la compulsión. Ello va acorde en parte con la teoría de las neurociencias que plantea, que un hombre no hace lo que decide, sino hace lo que está preestablecido a hacer, así las cosas, una persona normal podría bloquear o neutralizar un comportamiento negativo antes de realizarlo, pero, en el caso del delincuente que se encuentra preordenado para ello, no se presenta dicho bloqueo (Jager, 2013).

También podríamos plantear que la teoría de la compulsión, tiene similitud con el funcionamiento de la teoría del psicoanálisis, en relación a como funcionan el ello, el yo y el superyó. En tanto que parten de que el delincuente delinque, porque los impulsos no son neutralizados o controlados por la conciencia, representados en el yo en principio y el superyó (Jiménez, 1982). De acuerdo con los planteamientos genéricos del psicoanálisis, los delincuentes presentan problemas en el yo y en el superyó.

Todas estas tesis, plantean un determinismo, en el cuál, de acuerdo con el cerebro o la psiquis, una persona está predispuesta a delinquir, y no puede controlar sus impulsos.

En el caso de la teoría de la compulsión, se plantea que un hombre normal no podrá cometer delitos, y solo los delincuentes, debido a su cerebro alterado por la compulsión podrían cometerlos. La duda que surge sobre esa afirmación, ¿es qué ocurre si un hombre normal delinque? Según la tesis, planteada por el profesor Torres (2003), ello es imposible, lo cual habría que ver si ello es rebatible.

Por otra parte, tendríamos que establecer que en algunos casos como las compulsiones que son variadas y que hacen parte de un todo (Torres, 2003), pero algunas son legales y otras ilegales, una persona puede ser compulsiva sin ser delincuente. Pero al mismo tiempo, podríamos plantear que si un compulsivo legal, podría desarrollar con el tiempo otra compulsión ilegal, lo cual dentro de la teoría plateada por el profesor Torres (2003), parece ser posible, y se confirmaría la compulsión como origen del delito, pues el individuo igualmente es compulsivo.

Esta teoría de la compulsión también tendría un impacto decisivo en la inimputabilidad, en razón de la autodeterminación de la conducta. Y si bien, el profesor considera como cerebros diferentes a los compulsivos delincuentes, de los trastornados mentales, por que el juicio de raciocinio de los delincuentes se encuentra intacto, mientras que en los trastornados no, se debe plantear en efecto un viraje en la comprensión de la autodeterminación de la conducta, pues, de acuerdo con esta tesis, ningún delincuente puede resistirse al impulso de delinquir.

 

 

BIBLIOGRAFÍA.

Torres, Mauro (2003) Compulsión y Crimen. Segunda edición. Legis. Bogotá.

Jäger, Christian. (2013) Libre determinación de la voluntad, causalidad y determinación a la luz de la moderna investigación del cerebro. Págs. 57-60. Demetrio, Eduardo (dir.), Maroto, Manuel (coord.) Neurociencias y derecho penal. Nuevas perspectivas en el ámbito de la culpabilidad y tratamiento jurídico-penal de la peligrosidad. Edisofer y BdF.

Jiménez, Luis (1982) Psicoanálisis criminal. Sexta edición. Ediciones Depalma. Buenos Aires.

 

¿QUE PASA EN EL CEREBRO DE UN PSICOPATA?

 

¿QUE PASA EN EL CEREBRO DE UN PSICOPATA?

 

EL PERFIL COMPORTAMENTAL DEL PSICOPATA.

Uno de los mayores problemas del derecho penal son los psicópatas. Son los delincuentes más peligrosos y más proclives a delinquir o a reincidir. Se han definido como personas malvadas sin capacidad de empatía, y de bajo sentimiento de culpa, muy proclives a convertirse en asesinos seriales o violadores seriales.

Se plantea que padecen de capacidades sociales, al carecer de empatía no comprenden los sentimientos o las conductas de los demás, y a su vez, se sienten incomprendidos, debido a ello, cargan un odio hacia la sociedad que no los comprenden, y comenten sus delitos como forma de protesta o rebelión hacia esa sociedad que los satura y oprime.

“Un tipo sin conciencia, ajeno a la comunidad moral, por cuanto que las emociones morales características del ser humano le son ajenas o como mucho un eco lejano. En el psicópata están plenas las emociones morales negativas como la envidia, la ira o el odio, pero las de naturaleza positiva (empatía, compasión, responsabilidad, afecto, piedad, lealtad) no resultan disponibles en sus recursos cerebrales. Esto es una limitación muy grave para una integración real (no simulada) en el tejido social que conforma su mundo, y en particular en el bienestar de aquellas personas que están más cerca de él. Por eso decimos que el psicópata aprende a simular las emociones; con la práctica, particularmente si no proviene de un ambiente marginado y ha tenido oportunidades para educarse y prosperar laboralmente de un modo normal, va registrando qué tipo de expresiones son las convenientes de acuerdo con el contexto en el que se desenvuelve.” (Garrido, 2018)

Además de las limitaciones sociales antes dichas, que les impiden relacionarse bien con otras personas, los psicópatas también tienen limitaciones afectivas:

“… falta de consciencia (no hay moral que le vincule y por ello no hay sentimiento de culpa ni remordimientos), incapacidad de amar o, lo que es lo mismo, afectos superficiales egocéntricos y un pobre juicio moral, no porque no sepa lo que esta bien o mal, sino porque el psicópata le resultan incognoscibles las sutilezas emocionales y los elementos del contexto que son apropiados para comprender la valoración moral de los hechos.” (Garrido, 2018)

Ahora bien, las características de un psicópata pueden variar y combinarse, de acuerdo con el desarrollo de la personalidad y las circunstancias familiares y ambientales, y lo más importante aún, hay que decir que no todos los psicópatas desarrollan el perfil de asesino, pues hay psicópatas integrados en la sociedad, que no cometen actos violentos:

“Una gran mayoría de los psicópatas están integrados: nunca han pisado una cárcel ni lo harán, porque son capaces de controlar sus deseos de explotación del otro sin incurrir en la violencia. El término psicópata pues no es sinónimo de asesino en serie: si bien la mayoría de los asesinos seriales son psicópatas, a su vez la gran mayoría de éstos no son asesinos en serie; de hecho la mayoría ni siquiera son delincuentes violentos eso no significa que sean ciudadanos modelos: son capaces de pasar su vida entre nosotros sin llamar la atención de las autoridades, aunque, por otra parte, la lógica nos lleva a concluir que detrás de las desapariciones y crímenes sin resolver que se producen cada año debe esta la mano de psicópatas integrados, es decir, no detectados ni identificados.

En ocasiones podemos vislumbrar la clara influencia de la psicopatía cuando un sujeto integrado comete un hecho brutal.” (Garrido, 2018)

En este planteamiento, se considera importante, que sí existen psicópatas integrados en la sociedad, que no han realizado delitos, pero que realizan otro tipo de conductas para satisfacer sus deseos de explotación del otro.

 

EL FUNCIONAMIENTO DEL CEREBRO EN EL PSICOPATA.

 

De acuerdo con varios estudios que se han realizado, patrón comportamental de un psicópata tiene una explicación científica, según el profesor Garrido (2003) los cerebros de los psicópatas tienen unas características muy peculiares, que influyen en su comportamiento.

La primera de ellas, es un reducido funcionamiento prefrontal del cerebro, área del cerebro que controla los impulsos primitivos. En virtud de ello, el sujeto tiende a comportamientos arriesgados, irresponsables, e ilegales, a su vez sucumben a los impulsos y tienden a la agresividad y a la violencia. Por otra parte, el bajo funcionamiento prefrontal del cerebro disminuye la capacidad para resolver problemas, y afecta la socialización, para tratar problemas, por lo cual tiende a la violencia y la agresión. También reduce la capacidad para pensar y racionar, y con ello, tiende al fracaso escolar, a problemas económicos y por frustración, una tendencia a la vida delictiva y violenta. (Garrido, 2003)

Baja actividad en el lado izquierdo prefrontal del cerebro, con lo cual se disminuye el raciocinio y la lógica, generando el fracaso escolar y la tendencia a la violencia. Igualmente, la baja actividad de esta parte del cerebro, disminuye el control sobre las emociones negativas que se originan en el lado derecho del cerebro. En igual sentido, un bajo funcionamiento del lado izquierdo que comprende la amígdala, el hipocampo y el tálamo, genera problema para comprender las emociones y de los estímulos afectivos. (Garrido, 2003) También se demostró a través de un estudio, que los psicópatas tienen menor sobresalto, frente a estímulos aversivos, y además que no aprecian el significado emocional de un evento.

El profesor Raine (citado por Garrido, 2003), considera que los maltratos físicos desde bebé y desde niño, pueden causar que las fibras blancas que ligan la corteza con otras estructuras cerebrales se rompan, dejando a todo el cerebro libre del control frontal. El maltrato, puede generar un trauma que puede generar una enfermedad neurológica o psiquiátrica que impide el control de los impulsos violentos. Así mismo, las lesiones cerebrales cuando afectan la parte prefrontal, generan un funcionamiento errático del cerebro que también impide los impulsos violentos (Garrido, 2003).

En todo caso, los estudios de los psicópatas, se ha comprobado que los niños sometidos al maltrato y a ambientes de caos, desarrollan en la vida adulta comportamientos antisociales y delincuenciales. Igualmente, se ha logrado también establecer que los psicópatas tienen en común, ausencia de vínculos afectivos con los padres, la ausencia de la atención materna, y haber tenido un padre con rasgos psicópatas, por lo cual, también se cree que es hereditario. (Garrido, 2003)

Por último, advertir los rasgos psicópatas de acuerdo con los estudios (Garrido, 2003):

Locuaz en su discurso

Sentido desmesurado de autovalía (egocentrismo)

Mentiroso por naturaleza

Estafador.

Afecto superficial, incapaz de profundizar las relaciones que establece.

Insensible y despreocupado por los derechos de los demás.

No siente culpa.

No se responsabilidad de sus propias acciones.

Apático con cualquier actividad productiva.

Impulsivo, se guía por sus deseos y caprichos.

Irresponsable, realiza acciones que colocan en peligro su propia vida o la de otros.

Parasitario, vive de los demás.

No tiene metas ni objetivos claros en la vida.

Versatilidad criminal

 

 

LOS PSICOPATAS DESDE EL PSICOANÁLISIS.

 

De acuerdo con algunos autores del psicoanálisis, el psicópata es una persona que no desarrollo el superyó, y que se deja llevar por sus instintos más básicos:

“… es preciso hacer una distinción entre el criminal neurótico y el criminal psicópata, puesto que en el criminal psicópata puro los actos delictivos no son una consecuencia de conflictos psíquicos, sino una libre exteriorización de la personalidad fálico narcisista.” (Jiménez, 1982. pág. 48)

En este orden de ideas, el psicópata no tiene el conflicto entre el yo y el superyó, y su comportamiento delictivo se origina del demostrar su superioridad frente a la sociedad y frente a la víctima.

Otra postura del psicoanálisis del psicópata es la siguiente:

“Los actos delictivos del psicópata criminal pueden compararse a los actos de un perverso sexual, los que, sabemos, no son una exteriorización pura y libre de un instinto parcial, sino que son consecuencias de represiones y de otras elaboraciones psíquicas de los instintos, a consecuencia de la actuación del superyó.” (Jiménez. 1982. Pág. 49)

De acuerdo con esta postura, el psicópata no es que deje libre sus instintos, y que no tenga un superyó, al contrario, el superyó se crea de forma anómala, y produce unas represiones tan fuertes, que el psicópata se siente liberado al realizar el delito, por lo que su conducta obedece a un acto de rebeldía frente a la represión que el siente interiormente.

“… la teoría psicoanalítica afirma que aun antes de la creación del superyó el individuo fálico (si es que este individuo existe en estas condiciones) reconoce la existencia inhibidora del mundo exterior y no satisface sus instintos en plena libertad, como lo demuestra también la existencia en él de temores.” (Jiménez, 1982. pág. 49)

Así las cosas, es de considerar que el psicópata en efecto si tiene un superyó, teniendo en cuenta es capaz de tener una doble vida, donde en una sigue los parámetros de la vida en sociedad, y en la otra comete delitos con la finalidad liberadora de su personalidad.

También se puede decir, que sí padece de conflictos psíquicos, pues comete los delitos como una forma de rebeldía en contra de la sociedad que no lo comprende y que él no comprende -debido a su incapacidad de empatizar con otros-, por lo que reacciona a una represión interna y externa, a través del delito.

Ahora bien, a diferencia de otros criminales, el psicópata tiene un componente narcisista, dirigido a demostrar su superioridad frente a la víctima a la cual agrede sin consideración, demostrándole así que es superior y que está vencida y humillada. Igualmente, el comportamiento delictivo del psicópata tiene la finalidad de demostrar su superioridad a la sociedad, enviando un mensaje de mira todo lo que hago y no eres capaz de hacerme nada, no puedes enfrentarte a mí, o no puedes atraparme.

De ese trastorno narcisista se deriva el hecho, de darse un nombre importante, de que no lo confundan con otros que el considera inferiores, que no digan lo que realmente ocurrió y que le resten importancia a sus actos, o le quiten el factor de inteligencia o creatividad de los mismos. ¿Quieres provocar a un psicópata? Ataca su ego.

 

LA PSICOPATÍA COMO ESTRATEGIA DE VIDA

 

Otra teoría sobre lo que ocurre con los psicópatas, plantea un enfoque diferente basado, en que los psicópatas no presentan lesiones cerebrales relevantes, y si las presentan son mínimas, de tal forma, que lo que se plantea son problemas del funcionamiento de partes del cerebro, pero no lesiones.

En virtud de ello, se plantea la psicopatía como una estrategia de vida, en la cual:

“… la toma de riesgos, la búsqueda de sensaciones, la insensibilidad al castigo, la promiscuidad, la manipulación, el engaño y la violencia produjeron una reproducción exitosa en ambientes ancestrales. (…)

Es decir, actuar impulsivamente en pos del refuerzo sin mirar los costos del castigo, no sentirse afectado por las emociones negativas (especialmente si afectan a otros), y no preocuparse por el bienestar de los demás son aspectos del psicópata que se relacionan con estrategias de reproducción que funcionaron bien en periodos prehistóricos y posiblemente en determinadas sociedades contemporáneas.” (Garrido,2003)

De acuerdo con esta tesis, la psicopatía se desarrolla como un modo de supervivencia totalmente egoísta, en tiempo de caos, y donde no exista una sociedad organizada y pacífica. La psicopatía sería como una personalidad adaptada a un medio apocalíptico, en guerra o de extinción, y que no estaría acorde con los parámetros de la sociedad moderna, por lo tanto, siempre chocará con ella, por ser minoría, y por representar lo opuesto a la paz, la tranquilidad y el respeto por la convivencia en sociedad. Así un psicópata representa a un personaje que mata a muchas personas por una idea, sin sentir remordimiento, y su triunfo es haber sobrevivido, una idea muy reproducida en los villanos de las historias, e incluso de algunos héroes, donde se enaltece la personalidad psicópata.

 

A MODO DE SINTESIS

 

En síntesis, convivimos con psicópatas, los hemos sufrido cuando alguno ha llegado al poder como Hitler y Stalin, les tememos, pero en ocasiones los exaltamos. La sociedad los mira con desconfianza y con odio, y ellos, odian a la sociedad y no sienten empatía con ella.

Se puede decir que son un tipo de persona inadaptada y de gran peligro, con unos rasgos muy característicos, sin que todos lleguen a ser asesinos en serie, pues es un rasgo que se desarrolla no en todos los psicópatas, quienes también tienden a dedicarse a otros delitos, como las estafas, los hurtos, los secuestros, las extorsiones, los delitos culposos, los de fraude, entre otros, teniendo en cuentas sus rasgos particulares, como se dijo anteriormente, pues puede ser un gran estafador, ya que tiene el don de la palabra, es mentiroso por excelencia y tiende a engañar y estafar. Puede ser un asesino o un jefe de mafia, un presidente de un país, o un gerente de una multinacional, y llegan hasta allá, valiéndose de sus rasgos, egocentrismo, mentiras, intimidación y violencia.

Se puede predecir que tienen la mayor tendencia a reincidir en actos criminales, por su falta de control de sus impulsos, y a pesar de que existen tratamientos que pueden mejorar su conducta, no existe un tratamiento científico que pueda garantizar una transformación total. El psicópata tiene mayor riesgo de reincidencia de los delincuentes sexuales, y pone en jaque la resocialización como fin de la pena.

Luego de que delinquen, a los psicópatas se les debe perseguir y judicializar lo más pronto y eficazmente posible, de lo contrario, la impunidad, aumentará el número de víctimas. Su persecución los hace más peligrosos y su seguimiento noticioso, le alimenta el ego, lo vuelve famoso y motiva a otros a imitarlo.

 

 

BIBLIOGRAFIA

 

Garrido, Vicente (2003) Psicópatas y otros delincuentes violentos. Tirand lo blanch. Valencia.

Garrido, Vicente (2018) Asesinos múltiples y otros depredadores sociales. Ariel.

Jiménez, Luis (1982) Psicoanálisis criminal. Sexta edición. Ediciones Depalma. Buenos Aires.

EL DELINCUENTE Y LOS TRATAMIENTOS CARCELARIOS.

 

EL DELINCUENTE Y LOS TRATAMIENTOS CARCELARIOS.

 

El derecho penal enfrenta un gran problema siempre, y es la misma violación de la norma a diario por parte de los delincuentes. Se supone que la Ley penal dada su preponderancia y papel coercitivo debería ser competente para enviar un mensaje a la sociedad de que no se puede delinquir so pena de recibir un castigo. Sin embargo, todos los días no encontramos con delincuentes, víctimas y hechos delictivos que no parecen guardar ningún respeto por el contenido normativo.

Debido a ello, se plantea que el derecho penal transmite un mensaje a la sociedad, sobre las conductas no toleradas o rechazadas, y publicita un acuerdo de la sociedad por el rechazo al delito, imponiéndole una pena a la persona que realice dicha conducta, lo que corresponde a los fines de la prevención general positiva. Sin embargo, por más que ello sea así, el delito no desaparece, y los delincuentes siguen cometiendo delitos y reincidiendo en sus conductas delictivas, muy a pesar de la existencia de la norma, de que las autoridades los persigan, los procesen y los condenen. Por esta razón, el populismo punitivo representado en el escándalo del delito, la tendencia legislativa de aumentar la pena, y de las autoridades carcelarias en recrudecer el tratamiento y las condiciones de ejecución de las condenas, es una consecuencia después del delito, que no lo previene.

Igualmente, se debe aclarar que a pesar de lo anterior, si es necesario que exista un sistema punitivo estatal, dispuesto a combatir el crimen, judicializar a los delincuentes y condenarlos, pues la impunidad desafortunadamente, motiva y fomenta la delincuencia, y de no funcionar, generaría la anarquía total, o que la delincuencia gobernara la sociedad.

Según Garrido (2003), el efecto preventivo del derecho penal depende en gran forma del delincuente, pues en algunos casos, no genera ningún efecto:

“En muchos casos, el delincuente se halla preocupado, por encima de todo, por los detalles de la ejecución del delito, y no por reflexiones sobre lo que le sucederá si resulta finalmente capturado. Por otra parte, tampoco hemos de despreciar el estado anímico del sujeto que, como ocurre en casos de ansiedad, crisis y elevadas situaciones de estrés, puede dejar como irrelevantes las consecuencias del delito para el agente.” (Garrido, 2003)

Igualmente, considera el mismo autor (Garrido, 2003), que tampoco se producen efectos preventivos en casos, donde el delincuente tiene poco que perder, como y que pueden ver en la cárcel una oportunidad de un techo y comida gratis, o como un costo de su estilo de vida errático, improductivo, oportunista y autodestructivo, o el riesgo o alea de vivir al margen de la Ley.

Pero dice que el efecto preventivo si aplica para casos como el “de un joven aplicado en los estudios, un trabajador que agradece estar en compañía de los amigos después de trabajo o, simplemente para cualquiera que el arresto y la condena haga tambalear su mundo.” (Garrido, 2003) Estas personas en definitivamente tienen una vida que perder, y ven en la pena aplicada en carne ajena, un escarneo o un motivo suficiente para no cometer delitos. Igualmente, los que han sido condenados en estas circunstancias, y que vieron perder su estilo de vida, sus amigos, y sus familiares, una experiencia amarga, que no quieren repetir. (Garrido, 2003)

También considera que en los delincuentes habituales, el efecto preventivo es poco, pero puede tener un efecto en la decisión final de retirarse de la vida ilegal, que por regla general se presenta luego de los treinta años. (Garrido, 2003)

El argumento final del profesor Garrido (2003) para mantener el derecho penal es la siguiente:

“…, el castigo mantiene la cohesión social, hace pensar a los ciudadanos que no cumplir con el contrato social tiene sus consecuencias. En caso contrario, nos sentimos estafados, lo que repercute también negativamente en el gobierno civil que realiza el Estado al suscitar la inquietante pregunta de por qué hay que respetar las leyes cuando muchos ciudadanos quedan impunes por los delitos que cometen.”

Así podemos decir, que el derecho penal solo es un instrumento necesario, pero que aporta en una mínima parte en solución al delito, si se tiene en cuenta los siguientes hechos:

1)   No todos los delincuentes se encuentran en la cárcel, lo que se conoce como la cifra negra, según la cual, siempre existe en toda sociedad un porcentaje de impunidad variable según la eficiencia de su sistema judicial. Entre mayor porcentaje de impunidad, aumentan las cifras de delitos.

2)   La teoría del chivo expiatorio, muchas veces el sistema carcelario se conforma con judicializar y condenar a un miembro importante de una organización criminal, y deja de lado al resto, generando una impunidad, que motiva y fomenta la delincuencia.

3)   En sociedades donde las cifras de pobreza, falta de oportunidades, falta de ofertas de trabajo, inequidad en la distribución de la riqueza, y falta de educación, los niveles de la pobreza aumentan y desbordan la capacidad policial y judicial, generando igualmente impunidad.

4)   No se abordan las causas endógenas del delito, que son las condiciones personales, psicológicas y familiares, que hacen que el delincuente cometa los delitos. El derecho penal, solo aparece después de realizado el delito, e incluso muchos años después, solo para sancionar la conducta, tratando de reconstruir la verdad y lograr una reparación, pero no trata las causas del delito.

5)   No se abordan las causas exógenas del delito, que son las condiciones sociales, económicas, políticas, educativas y familiares, que generan fenómenos de delincuencia. Igualmente, el derecho penal solo aparece para castigar, y no aborda las causas del delito.

6)   No se abordan los riesgos estáticos (como la edad del delincuente o su historial delictivo) y los dinámicos (como las amistades, o las actitudes antisociales) en el delincuente (Garrido, 2003).

7)   No se cuenta con un sistema penitenciario que permita resocializar a los condenados y a los procesados. En tal sentido, se hace un gran esfuerzo económico y humano para investigar, juzgar y encarcelar a un delincuente, pero luego de la condena, el liberado o reincide o sale traumado e inutilizado.

Así las cosas, cuando se mira al derecho penal como un conjunto de normas, solo se puede ver “el que matare a otro incurrirá en pena de prisión de 12 a 25 años”, y no se mira el componente interdisciplinario que ello debe contener, pues el jurista puro, que solo mira el derecho y la norma, no mira la psicología, la medicina, la psiquiatría, la sociología, la política, la economía, entre otras ciencias, que confluyen en un hecho de poder, que implica la frase: el que matare a otro incurrirá en pena de prisión de 12 a25 años.

 

LA PREDICCIÓN EN EL DERECHO PENAL.

 

La predicción en el derecho penal, es un tema muy controvertido, pues la predicción puede profesarse de la prevención del delito, de la investigación del delito, y de la reincidencia.

En la prevención del delito hay un gran problema, pues se trata de diagnosticar a una persona como un delincuente en potencia, y tratarlo antes de que delinca, lo que plantearon los positivistas, que se conoció como medidas de defensa social, predelictuales. Funcionaba como la medicina y la psicología, se emitía un diagnóstico, y posteriormente un tratamiento. Lo cual generó grandes problemas, pues fue utilizado por los gobiernos nazis en contra de ciertos grupos (judíos, gitanos, socialistas, etc.) para catalogarlos de peligrosos y encerrarlos sin juicio previo, por conductas que no habían realizado.

La predicción en el delito dentro de un régimen democrático debe consistir en la educación de la sociedad, y en medidas de prevención dirigidas a las víctimas.

La predicción en la investigación va dirigida identificar el posible perfil del delincuente, sus móviles y su relación con la víctima. Se predice quién pudo haber realizado el delito, y se predice si el delincuente puede volver a atacar otra vez.

Igualmente en la fase de investigación, se debe predecir que cuando se captura al sospechoso, y se le debe imponer una medida de aseguramiento, se debe predecir si es necesario o no, antes de la condena, privarlo de la libertad, ya sea porque se puede fugar, ya sea porque puede atacar a otras víctimas o a los testigos, o puede destruir las pruebas.

Por último, la predicción es importante durante la ejecución de la condena, o después de ella. Así por ejemplo, el otorgar un permiso a un recluso para que salga un par de días de la prisión como prueba, es un reto para el sistema penitenciario, pues implica darle la confianza de salir de la cárcel, con el riesgo de que se fuge o reincida en el delito estando libre. Igualmente, cuando se otorga un beneficio o subrogado penal, partiendo de la buena conducta demostrada por el condenado durante su reclusión, donde se trata de predecir su buen comportamiento, o la negación del beneficio por desconfianza, en que pueda reincidir.

Según un estudio realizado por el profesor Garrido (2003), los factores de predicción no deben de depender de un profesional de la psiquiatría o la psicología, pues existe un alto grado de error en la apreciación de los mismos por las siguientes razones:

1)   La subjetividad del profesional.

2)   La tendencia a diagnosticar enfermedades y no a predecir la reincidencia.

3)   La cantidad de información que debe procesar el profesional después de realizar un tratamiento.

4)   Hay eventos que implican interpretación, y a veces se atribuyen efectos y causas que no corresponden.

5)   Generan mucha diversidad, en virtud de que se genera un tratamiento para cada caso en particular.

Por esta razón, Garrido (2003) considera que es necesario que se tengan test prediseñados en riesgos estáticos y dinámicos, que permiten una mayor objetividad y que se puedan aplicar a todos los casos.

En países como Colombia que las penas pueden llegar hasta 60 años, la preocupación por la predicción de la reincidencia de delincuentes condenados con penas mayores a 30 años, no es mucha, porque con penas tan largas, el fin de la pena, más que reinsertar al individuo en la sociedad, lo que busca es aislarlo, encerrarlo y que no vuelva a la sociedad. Pero en países europeos que tienen penas menores a 20 años, la preocupación por la reincidencia de jóvenes condenados por delitos graves es bastante, y se busca una garantía para evitar la reincidencia en el tratamiento o resocialización del delincuente.

 

 TRATAMIENTOS PENITENCIARIOS.

 

Entre los tratamientos penitenciarios ineficaces se plantean por una parte, los de disciplina o entrenamiento tipo militar, o los que usan la intimidación, mostrándole a los jóvenes la crudeza de las cárceles (Garrido, 2003). Lo cierto es que la intimidación y el trato fuerte, refuerzan el rechazo del delincuente hacia la sociedad, y su hostilidad frente a la sociedad que los maltrata. Se hace una sustitución de la sociedad por la cárcel que los maltrata, y cuando salen, salen con un odio reforzado y actitudes antisociales.

Tampoco según menciona Garrido (2003) son eficaces los tratamientos penitenciarios en los que solo se hace énfasis en terapias psicológicas, como la introspección o el psicoanálisis, donde buscan un cambio comportamental, pero no se fijan en otros aspectos relevantes de la conducta delictiva como su ambiente familiar, los amigos, temas laborales y de educación, entre otras.

Los tratamientos más eficaces han resultados los que abarcan los diferentes riesgos que presenta un delincuente como son:

“… el abuso de drogas, las actitudes favorecedoras de la violencia y del delito, la presencia de racionalizaciones, excusas o creencias justificadoras del delito, pobres habilidades de solución de problemas, habilidades sociales o de afrontamiento ante situaciones de estrés, impulsividad, falta de autocontrol, una familia que ejerce una mala supervisión o se desvincula emocionalmente del individuo, los amigos que comparte el estilo de vida antisocial con uno y que le refuerzan en sus actos, o su formación profesional o nivel de educación alcanzado.” (Garrido, 2003)

También se plantea como un modelo, el de las comunidades, es decir, como las de los adictos al alcohol y las drogas, donde se comparten las experiencias entre los reclusos y se creen comunidades de apoyos entre los mismos (Garrido, 2003). También se establece, que los programas de resocialización deben tener en cuenta que entre más riesgo, mayor debe ser la intervención, pues son éstos los que mayor se van a beneficiar de los programas de tratamiento, pues son los que más los necesitan (Garrido, 2003).

En relación con los delincuentes adultos, los sexuales, los violentos y los toxicómanos, se ven como más eficaces los tratamientos “de corte cognitivio-conductual, cuyas metas se establecen en atención a los factores de riesgo de la conducta delictiva.” (Garrido 2003).

Pero en el caso de menores se emplean métodos como:

“… el modelado y el role-playing, entrenamiento en habilidades sociales y habilidades cognitivas; la tutela (mentoring) junto con estrategias de consejo (counselling) individual, siempre y cuando el profesional se ajuste a la capacidad de respuesta del joven; el consejo individual estructurado dentro de un modelo como la reality therapy o la solución  de problemas interpersonales, y los hogares de padres enseñantes, donde profesionales cualificados actúan  como los responsables de un hogar que alberga a varios delincuentes juveniles…” (Garrido, 2003)


SOBRE LOS FINES DE LA PENA.

 

En cuanto a la pena, la psicología individual considera que la retribución no genera el efecto que se espera, pues olvida el origen del delito desde el delincuente, que es el desaliento, causándole así más padecimiento.

“Es falsa la teoría de la retribución. En ella se considera al hombre distinto a como es en realidad, pues el delito no se comete por su libre albedrío, sino por debilidad. Sería injusto que un hombre que por error y desaliento cae en el delito fuese todavía más desalentado por la pena.” (Jiménez, 1982. Pág. 274)

Igualmente, basar el delito en el libre albedrío lo convierte en un héroe de su decisión, lo cual, se puede entender como un premio a su decisión y no una censura a su conducta:

La pena “Rodea al delincuente del honor de la retribución, le aurola con la gloria de lo romántico y exalta por ello aún más su delito. Si se lograse, por el contrario, el convencimiento de que el delito no es el resultado de la acción libre y audaz de la personalidad, sino la reacción de la debilidad y el desaliento, se habría suprimido con el un importante estímulo al crimen.” (Jiménez, 1982. Pág. 274)

En cuanto a la intimidación a través de la prevención general y especial (negativas), tampoco funcionan en el delincuente:

“Si se llega a reconocer que el delito tiene su génesis en la situación juvenil de inferioridad y en el desaliento efectivo, aparecerá como evidente que ese desaliento duradero no puede desaparecer con las amenazas y ejecuciones de penas, y que, por el contrario, se agrava en sus perniciosos efectos. La intimidación fortifica la hostilidad del hombre contra la sociedad. Por eso debe suprimirse toda tendencia intimidante.” (Jiménez, 1982. Pág. 275)

En lo que respecta a la resocialización:

“La misión y finalidad del tratamiento del delincuente debe tender a sintonizarle con la comunidad, es decir, a resocializarle.

La mejor profilaxis de la delincuencia será la educación correcta. Hay que cuidar con esmero los métodos pedagógicos. El régimen educativo autoritario y el mimo excesivo deben ser proscritos. Hay que tratar a los niños pensando en el futuro. No ha de dárseles razón sistemáticamente, ni tampoco postergarles, sometiéndolos al mandato irracional de los mayores, obligándoles a estar quietos y callados.” (Jiménez, 1982. Pág. 275)

Así las cosas, se niega que la retribución de un mal por otro mal, castigo prisión, genere efectos favorables para el delincuente, y lo que hacen es aumentar su rebeldía frente al sistema y afianzan su concepción de injusticia. En lo relacionado con la intimidación a través de la prevención especial y general (negativas), afianzan su hostilidad con la sociedad injusta y desigual.

Y en virtud, de que su tesis se enmarca en que el delito es producto de complejos de inferioridad, plantea como forma de superarlos, la reeducación del individuo, tratando de identificar esos complejos, solucionándolos, dándoles otras alternativas de compensación diferentes al delito.

 

 

EFECTOS DE LA PENA

En cuanto a los efectos psicológicos de la pena, la psicología individual es realmente crítica del sistema carcelario vigente, al establecer que destruye al individuo psicológicamente, y lo devuelve destrozado a la sociedad.

“Los investigadores han probado que la prisión mata espiritualmente al hombre, destruye en él todo resorte activo y toda reacción útil a la vida en común, y arroja por sus puestas, al término de la pena, según su duración, un pobre sujeto desalentado y radicalmente estéril para la comunidad o un ser más rencoroso, más inadaptado, más agresivo que el que entró en la penitenciaría.” (Jiménez, 1982. Pág. 276)

Igualmente, explica los problemas psíquicos que genera la reclusión en una cárcel en el delincuente:

“Los efectos del encarcelamiento en la psique del preso no terminan al ser reintegrado a la libertad. Sieverts realiza este estudio y demuestra que la psique del penado, incluso en la vida libre, permanece poderosamente influida por la prisión. He aquí las manifestaciones de esa perniciosa influencia: incapacidad de concentración, debilidad de la memoria, ilusionismo fantástico, insatisfacción de la vida afectiva, defectos en el dominio de sí mismo, disminución del impulso de sociabilidad, falta de alegría en el trabajo, y, en última instancia, ausencia de decisión y de voluntad.” (Citado por Jiménez. 1982. Pág. 276)

Y también explica cómo luego de la cárcel, el individuo desde el punto de vista psicológico, no se recupera, sino que en muchas veces queda destruido así recobre la libertad:

“Sólo después de largo tiempo, y a veces tras de varias crisis nerviosas, se logra la adaptación a la sociedad, y sólo parcialmente se recobra el uso de las facultades psíquicas, tal como lo exige la lucha por las existencias. Muchas veces los presos quedaron para siempre reducidos a lo que se llama un hombre roto.” (Jiménez, 1982. Pág. 276)

Se plantea además, que se están perdiendo los recursos y las personas, en un sistema carcelario que se genere un verdadero valor o beneficio a la sociedad:

“Las cifras de reincidencia, que aumentan de año en año, demuestran paladinamente que el sistema punitivo, aún en vigor, produce, a lo sumo, eficacia preventiva general, pero que dese el punto de vista de la prevención especial es completamente estéril. Los reclusos sufren, a causa de la pena privativa de la libertad, un grave déficit de naturaleza psíquica y material, sin que la sociedad obtenga en cambio de ello un beneficio apreciable. Al contrario: cada uno de estos hombres que la penitenciaría destruye representa a la vez una pérdida para la sociedad, creándose así una situación antieconómica e inmoral.” (Sieverts, citado por Jiménez, 1982.  pág. 276-277)

 

LA RESOCIALIZACIÓN Y LA POLÍTICA CRIMINAL EN COLOMBIA ALGUNOS EJEMPLOS.

 

LOS INCONVENIENTES DE LAS PENAS LARGAS.

 

En Colombia las altas penas, los pocos programas de resocialización, la corrupción, y la falta de interés, han generado un sistema carcelario caótico, diseñado para aislar al delincuente de la sociedad, sin importar en qué condiciones se devuelve a ella.

Por una parte, las penas extensas de más de 30 años, son un gran costo para la sociedad quién tiene que sostener a un recluso por todo el tiempo de condena. Cada recluso que ingresa a una cárcel, implica un presupuesto público que incluye su comida, manutención y servicios, y si son 30, 40 o 50 años, todos esos años, son costos que deben incluirse al presupuesto general de la Nación, en una persona que con una condena tan larga, tiende a no retornar a la sociedad o por lo menos deja de producir por todo ese tiempo.

Esas mismas penas garantizan el hacinamiento carcelario, toda vez que son más los reclusos que entran a una cárcel que los que salen, pues ante condenas de 30, 40, 50 años, estos cupos en las cárceles no se liberan sino al final de su condena o con su muerte.

Las condenas tan extensas, generan la situación de los llamados “copados”, personas que ya no tienen esperanza de salir, y que están dispuestos a seguir delinquiendo al interior de la prisión, pues ya no hay forma de condenarlos por más, sus días de vida los tiene copados en prisión. A estas personas les proponen matar, robar, lesionar, secuestrar, traficar o realizar cualquier otro delito en prisión, a cambio de cualquier ayuda económica para ellos o para su familia. Son personas que no tienen nada qué perder si realizan un delito más, pues saben que no van a salir de la prisión.

Igualmente, se ha planteado dichas penas de prisión extensas para aislar al delincuente y proteger a la sociedad, sin embargo, ni eso se logra, pues por temas de corrupción se ha encontrado a delincuentes que continúan delinquiendo desde la prisión, ya sea directamente, haciendo llamadas extorsivas, o ya sea indirectamente apoyando o dirigiendo una banda criminal estando adentro de la prisión.

Las penas largas se deben reservar para los psicópatas, asesinos en serie, violadores en serie, y miembros más peligrosos de las organizaciones criminales, que puedan considerarse como incorregibles.

 

EL PROBLEMA DE LOS DELITOS CALLEJEROS Y LA SEGURIDAD PÚBLICA.

 

Uno de los problemas del derecho penal son los delitos callejeros y la seguridad pública, por ejemplo en Bogotá, se ha dado el debate de que los jueces dan la libertad de 8 de cada 10 ladrones que se capturan, las razones son varias, pero entre ellas, se encuentra la proporcionalidad de la pena respecto del bien jurídico afectado, por ejemplo, si alguien hurtó una billetera de un ciudadano que solo tenía $50.000.oo, y propone indemnizarlo con $80.000.oo., es muy difícil plantear imponer una pena mayor de 4 años intramural.

El sistema penitenciario en razón a los hurtos debe tener otro tratamiento de política criminal, pues la impunidad de los hurtos, genera mayor reincidencia, pues los ladrones ya saben cómo deben actuar para no ser encarcelados, y pagar una reparación no los disuade en no cometer más delitos, pues se paga con lo que ya hurtaron y no lo sancionaron, o se paga con el futuro hurto.

Las autoridades capturan a los ladronzuelos de poca monta y los hacen esperar las 36 horas en el calabozo, sabiendo que los jueces los van a liberar, quedando como pena en estos casos esas 36 horas, y con un individuo que sale y que seguro va a reincidir.

Solo los ladrones que usan armas y que incurren en un hurto agravado o calificado, tendrían la posibilidad de tener penas altas no excarcelables, pero en todo caso, cuando aceptan cargos, reciben rebajas.

Así las cosas, encerrar ladrones en las cárceles sin ningún tipo de tratamiento penitenciario y devolverlos a la sociedad, implica un alto riesgo de reincidencia. Solo aquellos, que consideran el encierro como una amarga experiencia, o los que deciden retirarse luego de cumplir más de 30 años, y que han sido golpeados insistentemente en sus vidas y cogen escarmiento, son los casos en que no reinciden.

En estos delitos, se requiere una intervención integral de parte del sistema penitenciario, por regla general, los ladrones comienzan sus andanzas cuando son menores de edad, y viendo la impunidad y las oportunidades que se le presentan, deciden tomar la carrera delincuencial. Otros, son reclutados por las pandillas, las bandas criminales y las organizaciones criminales, que les enseñan cómo delinquir, y continúan su carrera delincuencial.

De esta manera, la impunidad hace un daño terrible, pero a su vez la prisión sin tratamiento, es también una pérdida de tiempo y de recursos sin sentido. En los casos de hurtos, donde las penas son relativamente cortas, y que los delincuentes pueden volver a la sociedad, es necesario enfocarse en un tratamiento penitenciario efectivo, que cambie la conducta delincuencial, pero a su vez, le de herramientas al delincuente para dedicarse a otros trabajos.

En estos casos, se debe por un lado dar un sistema penitenciario de 2 oportunidades, es decir, una primera, bajo fianza, una segunda con reclusión por ejemplo de 3 años, y otra, si reincide de 10, brindando capacitación para aprender trabajos técnicos o profesionales, donde tenga alternativas diferentes a delinquir.

Pero en definitiva, se debe planear un programa aparte para estos individuos.

 

CASOS DE CORRUPCIÓN, ESTAFAS Y DELITOS EMPRESARIALES.

 

Por regla general, las personas que comenten delitos de corrupción y delitos empresariales son delincuentes de cuello blanco, que ostentan poder económico, político y tienen formación profesional.

Estos delitos deben ser atendidos de forma diferente, donde para neutralizarlos directamente, es necesario quitarles el cargo público o la empresa, que son sus instrumentos para realizar los delitos. Es decir, la inhabilidad para ejercer funciones públicas o la remoción de su empleo, o el cierre de su empresa, puede decirse que han sido neutralizados directamente, pues su peligrosidad se debe, al ejercicio de su cargo público, poder público o de la empresa en la que trabaja.

Por otra parte, debe hacerse énfasis en que devuelvan los recursos apropiados, y por tanto, hacer una justicia restaurativa, con miras a indemnizar a las víctimas. La justicia de Estados Unidos es muy drástica con los delincuentes que no devuelven los bienes, y más benévola con los que sí lo hacen. De esta manera, en los casos de grandes corruptos en Colombia, se ha tratado de plantear penas muy altas, sin que éstos devuelvan nada de lo que se apropiaron.

El corrupto con la condena ha perdido su poder, pero también es necesario que devuelva lo que se apropió, así que puede plantearse una prisión domiciliaria a cambio de que devuelva los recursos y colaboración con la justicia, de esta manera, no le cuesta al Estado, se recuperan los bienes objeto del delito.

La Fiscalía sería mucho más eficiente si en estos casos lograra recuperar los recursos apropiados por estos delincuentes de cuello blanco, y quitándoles su poder, que metiéndolos en prisión, donde siguen con la corrupción al comprar condiciones cómodas, no requieren tratamiento penitenciario (pues están bien formados profesionalmente), e igualmente, terminan siendo un costo para el Estado.

  

BIBLIOGRAFIA

 

Garrido, Vicente (2003) Psicópatas y otros delincuentes violentos. Tirand lo blanch. Valencia.

Jiménez, Luis (1982) Psicoanálisis criminal. Sexta edición. Ediciones Depalma. Buenos Aires.

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