EL DELITO Y LA PSICOLOGÍA SOCIAL.
La psicología social es una rama de la psicología que parte de la característica del hombre de ser sociable, de relacionarse con otros seres humanos de forma individual o grupal, y cómo esta característica condiciona el comportamiento de las personas.
La psicología social “analiza el impacto que tienen las otras personas, los grupos y las comunidades sobre los sentimientos, los pensamientos y las acciones de la gente, y a su vez, estudia de qué manera lo que sentimos, lo que pensamos y cómo nos comportamos influyen también sobre el mundo que nos rodea.”(Gómez, 2003, pág. 13)
La necesidad del hombre de comunicarse con los demás para suplir sus necesidades, ha generado una especie de mecanismo psicológico que le permite interactuar con los demás. Sobrevivir para el Homo Sapiens implica autoprotegerse de los peligros, evitar la enfermedad y adquirir los recursos materiales necesarios. Sin la concurrencia de las otras personas difícilmente conseguiríamos superar tales desafíos. (Gómez, 2003. Pág. 13)
De esta forma, ante la necesidad que tenemos de relacionarnos con otros congéneres, nuestra mente se especializó en comunicarse con los demás, para sobrevivir, reproducirse y lograr sus objetivos como ser humano:
“La necesidad de afiliación social y el deseo de ser valorados por los demás ocupan buena parte del tiempo que no dedicamos a sobrevivir y reproducirnos. Esta intensa vida social ha requerido de una fuerte especialización de nuestra mente en la gestión del conocimiento de los demás, del manejo de las interacciones con los otros individuos, de la capacidad para cooperar colectivamente y del logro de un posicionamiento dentro del grupo. Ha hecho, en definitiva, que nuestra mente sea un dispositivo al servicio de la resolución de problemas mayoritariamente sociales; que sea una mente social. (Gómez, 2003. pág. 14)
En el campo del delito, la psicología social ha encontrado que los hombres tenemos una ambivalencia, o un ying y un yang, donde nos debatimos entre un hombre bueno, que es amable, afectuoso y solidario, para lograr la aceptación de sus congéneres y que le permite socializar de mejor manera de forma pacífica, y un hombre malo capaz de matar y realizar todo tipo de actos aberrantes en contra de sus similares, en razón de la competencia, la protección de su círculo social, o para lograr algún interés político o social:
“Demasiados asesinatos y agresiones sexuales, terribles guerras y genocidios, indiscriminados atentados terroristas, ejecuciones sin pausa; excesivos argumentos para el mito del brutal salvaje. Es una parte de nuestra naturaleza, pero no la dominante. Lo hemos visto en estas páginas y podemos verlo a diario a nuestro alrededor; las acciones bondadosas, prosociales, cariñosas, justas y equitativas son moneda de curso legal en nuestras transacciones sociales cotidianas y argumentan a favor del buen salvaje. La psicología social trata con ambas naturalezas para desentrañar los mecanismos que las rigen. Solo conociéndolos estaremos en condiciones de diseñar estrategias educativas, sociales y políticas que permitan a la sociedad no pasar al lado oscuro de la fuerza.” (Gómez, 2003; Pág. 134)
Así las cosas, debemos tener claro que se trata de una realidad en la que históricamente los hombres en su evolución han tenido que convivir con esa dualidad en su interrelación social, lo cual explica la existencia en parte de los delitos y de las guerras.
No sobra advertir que sobre estos temas existen corrientes deterministas que establecen que una persona malvada nace, y esta predeterminada a ser malvada, pero, también hay que considerar las corrientes indeterministas, que establecen que la persona no es malvada desde su nacimiento, sino que confluyen en él varios factores que lo convierten en un ser malvado, mientras que se desarrolla su vida (Feijo, 2013).
Precisamente uno de los planteamientos de la psicología social expuesta por el profesor Gómez (2003), es que el ser humano tiene siempre esa ambivalencia, y puede que se desarrolle un comportamiento malvado en un individuo inicialmente bueno.
¿HA TENIDO USTED FANTASÍAS HOMICIDAS?
Cuando alguien lo insulta o tiene un altercado con alguna persona, la ira que es una emoción se activa, y lo hace pensar locuras ¿no es cierto?. Ello hace que usted tenga pensamientos incentivados por la ira que pueden desencadenar actos de violencia, justificados por esos pensamientos, como por ejemplo: ¿el qué se cree? ¿Me ofendió sin justificación? “debería golpearlo para que aprenda a respetar” o incluso, “debería matarlo” (Goleman, 2023).
Ese tipo de pensamientos desatados por la ira, hacen que se tengan fantasías homicidas, es decir, que se imagine matando a la persona, o planificando cómo hacerlo.
En un estudio realizado por Douglas Kenrick (contenido en (Gómez, 2023), se indagó a varias personas sobre si habían tenido fantasías homicidas, lo cual arrojó los siguientes resultados:
El 79% de los hombres y el 58% de las mujeres habían tenido fantasías homicidas. “Fueron reincidentes, con varias fantasías el 38% de los hombres y el 18% de las mujeres. La mayoría de las mujeres(61%) dijeron que sus pensamientos homicidas eran fugaces, duraban solo unos segundos; la mayoría de los varones dijeron que sus pensamientos homicidas suelen durar al menos unos minutos. El 18% de ellos, frete al 1% de ellas, indicaron que sus ensoñaciones solían durar unas horas o más.
Los pensamientos homicidas de los hombres, en mayor medida que los de las mujeres, lo fueran en respuesta a desencadenantes como la amenaza personal, el robo de alguien, el deseo de saber lo que es matar, los conflictos financieros y la humillación pública. Los conflictos familiares se citaron como la principal causa de las fantasías de las mujeres. También diferían en cuanto a la víctima con la que fantaseaban. La fantasía masculina era más propensa a matar a un desconocido, a un líder nacional, al jefe y al compañero de piso. Matar a un amante era la fantasía femenina más recurrente. Tres cuartas partes de los participantes imaginaron principalmente a víctimas masculinas. Había entre cuatro y seis veces más probabilidades de que la víctima fuera un familiar adoptivo (padrastro principalmente) que una biológico.” (Gómez, 2003; pág. 133)
Como podemos ver, todos podemos tener este tipo de fantasías, el tema es llegar a actos que puedan convertirlas en realidad, y ello, puede ocurrir con cualquier delito, como por ejemplo la violación, la estafa, el hurto, la extorsión, etc., donde las personas pueden imaginar realizar actos delictivos, solo que la gran mayoría no los hace, y otros en cambio sí (Garrido, 2018. Pág. 221).
Ahora bien, el tener fantasías homicidas no implica necesariamente que todos seamos asesinos, pero es claro que sí tenemos la capacidad para asesinar desde el punto de vista evolutivo:
Cualquier persona tiene como “el resto de sus congéneres, la capacidad de elaborar pensamientos homicidas. Estas fantasías son un componente de un presunto módulo mental homicida. Los seres humanos han evolucionado mecanismos psicológicos específicos que les predisponen a matar bajo ciertas circunstancias. La existencia de esos mecanismos no implica un instinto asesino ciego. Fantasear permite a las personas explorar escenarios en los que el asesinato podría ser una solución beneficiosa. La fantasía permite elaborar cursos de acción y decisiones a tomar en una hipotética situación, ajustando los costes y los beneficios de las diversas opciones a partir de cuyo balance se puede incentivar o inhibir el comportamiento homicida.” (Gómez, 2003; Pág. 134)
Esto quiere decir, que ante un estímulo de la ira, una respuesta puede ser la violencia, y nuestro hombre malo comienza a pensar que va a matar a alguien de determinada manera, pero, nuestro hombre bueno viene a analizar la situación, a buscar alternativas diferentes al conflicto y bloquea la intención de agresión, diciendo, cómo me voy a desgraciar la vida con esto, no quiero que me metan en la cárcel, es decir, se analizan los costos y beneficios que se obtendrían con la acción a seguir, y se encuentran otras soluciones alternativas que no impliquen una sanción penal. Desafortunadamente para algunos, el hombre bueno no llega, y comienza la fantasía, luego viene la justificación de por qué hacerlo, para luego pasar a la ejecución, donde puede haber un sentimiento de culpa, y otra vez, más justificación, llegando incluso a la reiteración, cometiendo un nuevo delito (Garrido, 2018)
Por ello, se hace necesaria la educación para enseñar a los niños formas diferentes a la violencia, de resolver sus conflictos con otras personas, para que cuando se les presente una situación de conflicto, tengan un arsenal de opciones para solucionarlos y que les impidan actuar violentamente (Goleman, 2023), o de forma salvaje, llevado por el hombre malo (Gómez, 2003)
Desde el campo de la economía del crimen, se ha establecido que todas las personas realizan un balance entre costos y beneficios al momento de pensar en realizar un delito. Así entonces, cuando el interés es grande, y el beneficio también, y los costos son mínimos, la intención de cometer el delito aumenta. Pero si los costos son mayores a los beneficios, es decir, hay gran probabilidad de que me capturen, me procesen y me condenen, además de que con ello voy a perder mi libertad, los beneficios que he logrado hasta ahora en mi vida, pues la intención de cometer el delito disminuye (Roemer, 2001)
LA VIOLENCIA HACE PARTE DE NUESTRA ESPECIE DESDE SUS INICIOS.
Lo primero que hay que establecer, es que la violencia siempre ha estado presente en la historia de la humanidad, como un rasgo persistente entre los seres humanos a través de la historia:
La propia OMS la considera un problema de salud pública y tendemos a creer que la violencia es un problema típico del mundo en el que vivimos, sin embargo, la evidencia encontrada en los yacimientos arqueológicos habla de la presencia de violencia constante en los humanos ancestrales. (…) de este largo pasado hemos heredado una cierta capacidad para la agresión y el asesinato que, si eran adaptativos entonces, son totalmente disfuncionales en la actualidad.” (Gómez, 2003; págs. 131-132)
Alguna de las razones por las cuales los seres humanos entramos en conflicto con otros son diversas, sin embargo, Hobbes nos da tres razones bastante recurrentes:
“El filosofo inglés Thomas Hobbes decía que las peleas se desencadenan por tres causas principales. Primera, la competencia, que hace que se agreda por la ganancia y para adueñarse de las personas, el ganado y las tierras de otros. la agresión se desata para conseguir los recursos de los demás, tan necesarios para la supervivencia y la reproducción. Segunda, la inseguridad, que mueve a la violencia para defender a los seres queridos, al ganado y al territorio propios del ataque de los otros. la agresión, unas veces es directa y trata de evitar las incursiones de los demás; otras, es una forma de disuadir a los rivales de futuras intromisiones y disputas. Muchas de las carreras armamentísticas en las que se ven inmersas las naciones responden a esta estrategia de labrarse una reputación de agresivos para evitar precisamente la agresión de los otros países. La tercera causa es la gloria y tiene que ver con el mantenimiento de la reputación personal y social; a veces la agresión se desencadena única y exclusivamente por una palabra, una sonrisa, un malentendido, una ofensa personal, familiar o al propio grupo.” (pág. 130)
(…)
“Cuando miramos a nuestro alrededor, encontramos ejemplificadas esas tres razones que desencadenan los conflictos de intereses entre las personas. Tales antagonismos son inherentes a la condición humana y la agresión se convierte, en muchas ocasiones en una solución: matar al adversario es la técnica definitiva para la resolución de un conflicto, (…) (Gómez, 2003; págs. 131-132)
De esta manera se expone que los hombres entran en conflicto por ciertas motivaciones o móviles como se explicó en la cita de Hobbes, y que debido a ello, dichos conflictos son connaturales a nuestra especie, lo cuál ha estado presente desde los inicios de nuestra especie. Si bien, la humanidad ha dado pasos importantes para disminuir los conflictos, implementando normas y acuerdos que buscan la resolución pacífica de los mismos, ellos se siguen y se seguirán presentando, porque son propios de nuestro comportamiento.
En el caso del delito, una persona que realiza un crimen se encuentra motivado igualmente:
· Así las cosas, unos determinan que si la sociedad no me permite alcanzar mis objetivos de forma legal, por las injusticias sociales, pues entonces, me salgo de la Ley para alcanzarlos.
· Otros establecen, que si el régimen político y sus autoridades son malas, me voy en su contra para alcanzar la justicia.
· No consigo empleo, no tengo ingresos para sostener a mi familia, tengo que hacer lo que sea para sostenerlos, y acudo al delito de corrupción (o delitos contra el patrimonio económico) para alcanzar mis objetivos.
· Hay personas que tienen muchas tierras, dineros y riquezas, y yo no tengo nada, pues los ataco para quitarle un poco, de lo que a mi me falta mucho.
· Hay que acabar con los bandidos a cualquier costo, y si ello implica exterminarlos a ellos y a sus familias, toca hacerlo.
· Tenemos riesgo de que el grupo de pandilleros del barrio de al lado nos ataque, así que tenemos que fortalecernos, y cualquier intento por atacarnos, vamos a responder con la mayor fuerza posible.
También se debe señalar, que existen un grupo de actos en legítima defensa ejercidos por ciudadanos y por la fuerza pública en el ejercicio legal de sus funciones, que implican la lesión de bienes jurídicos, pero con una justa causa, situaciones que pueden implicar también algunos excesos, que pueden configurar delitos atenuados, pero que están motivados inicialmente a la defensa de derechos, pero que se excedieron en su proporcionalidad.
BIBLIOGRAFÍA
Feijo, Bernardo. (2013) Culpabilidad jurídico-penal y neurociencias. Págs. 269-298, en Demetrio, Eduardo (dir.), Maroto, Manuel (coord.) Neurociencias y derecho penal. Nuevas perspectivas en el ámbito de la culpabilidad y tratamiento jurídico-penal de la peligrosidad. Edisofer y BdF.
Garrido, Vicente (2018) Asesinos múltiples y otros depredadores sociales. Ariel.
Goleman, Daniel (2023) la inteligencia emocional. Penguin Random House Grupo Editorial.
Gómez, Luis (2003) La mente social. Una mirada desde la psicología. Biblioteca de psicología.
Jackobs, Günther; Melia, Cancio. (2003) Derecho penal del enemigo. Civitas. Ma-drid.
Muñoz Conde, Francisco. (2005) De nuevo sobre el derecho penal del enemigo, págs. 405-429. Derecho Penal Liberal y Dignidad Humana. Libro homenaje al Doctor Hernando Londoño Jiménez. Temis. Bogotá.
Roemer, (2001). Economía del Crimen. Editorial Limusa. México D.F.
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