jueves, 9 de noviembre de 2023

EL DELITO Y EL PSICOANÁLISIS DE FREUD.

 




EL DELITO Y EL PSICOANÁLISIS DE FREUD.

 

 

INTRODUCCIÓN.

 

Luego de leer un libro del Profesor Jiménez de Asúa del año 1982, titulado Psicoanálisis criminal, donde trata las tesis de Freud y de varios psicoanalistas, en la explicación de los delitos a partir de la psiquis del delincuente, y de su tratamiento. Es muy interesante repasar dichas tesis, que si bien es cierto están relacionadas con la escuela positiva italiana, de Ferri, Garofalo y Lombroso, que ha sido criticada y rechazada por algunos de sus contenidos radicales, pero que aportó mucho en el estudio de la criminología, al mostrar al delincuente como un sujeto con un problema psíquico que debe ser tratado ayuda de la medicina, la psicología, psiquiatría y la pedagogía, para resocializarlo o curarlo, en vez de simplemente encerrarlo en una prisión durante años, esperando que en su soledad y su precariedad recapacite sobre su conducta criminal.

En la actualidad, se considera que la escuela positivista italiana sirvió para fundamentar un derecho penal clasista y racista, que le sirvió mucho a los regímenes autoritarios fascistas en Europa, y las dictaduras, para arrasar con los que ellos consideraban indeseables, y especialmente con sus detractores (Zaffaroni; Dias, 2019). Solo era necesario desarrollar una tesis psicológica o sociológica que fundamentara la peligrosidad del enemigo, para utilizar el derecho penal para procesarlo e inocuizarlo (Zaffaroni; Dias, 2019).

También la escuela positiva fue criticada por los juristas, porque hacía depender el derecho penal los médicos, los psicólogos y los psiquiatras, perdiendo el derecho toda su independencia a la hora de juzgar a los individuos. En otras palabras, el perito, terminaba por establecer la responsabilidad y no el juez penal, contrario a lo que hoy se maneja, donde el perito da un concepto, y es el juez, quien tendrá que valorar la prueba, y valorar jurídicamente la conducta del procesado.

En efecto, los estudios de psicoanálisis del delincuente y del delito, demuestran que los sistemas carcelarios no ayudan a la resocialización del delincuente, y son contraindicados para la psiquis del mismo. Plantean la necesidad de un tratamiento médico, psicológico y pedagógico dirigido a superar el origen psicológico del delito, del cual carecen la mayoría de los establecimientos carcelarios.

El problema del tratamiento psicológico, es que no se puede garantizar en todos los casos una tratamiento curativos para todos los delincuentes, ni la posibilidad de garantizar que el mismo, luego de tratado, no reincida o no represente un peligro para la sociedad. Este argumento lo que generó es que los críticos de esta teoría hicieran prevalecer la cárcel como retribución y como prevención general, más que resocialización, al entender que esta última terminaba siendo infructuosa.

Otro de las críticas que se le hizo al positivismo, eran sobre las medidas de defensa social antes del delito. Teniendo en cuenta los estudios psicológicos realizados sobre el delincuente, se planteaba que así como una cita al psicólogo, se hacía un diagnóstico de un individuo, y se podía seguir un tratamiento, así se podía analizar a un individuo, detectar su peligrosidad y tomar las medidas tendientes a prevenir que un futuro delinquiera. Se podía decir que se trataba de una medida preventiva de los delitos, pero implicaba imponer una sanción a una persona que aún no había cometido ningún delito, lo cual genera una verdadero choque entre la lógica jurídica, y la lógica psicológica, pues esta última, sugiere para que esperar que el delincuente delinca si puedo detectarlo, tratarlo y así prevenir el delito, mientras que el derecho penal, se plantea como la última ratio, y no puede sancionar hasta que no se haya cometido una conducta típica, antijurídica y culpable.

En todo caso, la propuesta del psicoanálisis del delito, no es igual a la escuela positivista, pero sí se encuentra relacionada en muchos puntos. También se debe decir que el psicoanálisis como método psicológico también ha tenido muchas críticas en sus planteamientos por parte de otras corrientes de la psicología (conductual), quienes la consideran como una parte de la historia de la psicología, pero no la aceptan como un método científico.  Muy a pesar de lo anterior, en muchos países es avalada y practicada como un método de tratamiento psicológico.

En todo caso, los planteamientos del psicoanálisis del delito, no dejan de ser interesantes, dentro del estudio de los delincuentes y de los delitos, así como de una propuesta de un tratamiento alternativo al sistema carcelario que hoy tenemos.

 

 

BASES DE LA TEORÍA DEL PSICOANÁLISIS DE FREUD.

 





Jiménez de Asúa, explica el modelo de Freud del psicoanálisis, que parte de una vertiente filosófica inicialmente planteada por Aristóteles:

“La teoría del yo, se encuentra basada en la teoría del alma de Aristóteles y relatada por Dante, en donde el alma humana estaba constituida por una estructura de tres pisos: el alma vegetativa, en la base; el alma animal, encima, y, en fin en la cúspide, el alma racional. “Y Dante afirmaba que los hombres privados del alma superior (hoy diríamos el superyó) solo pueden vivir una vida animal egoísta y cruel.” (Jiménez, 1982. Pág. 10)

La teoría de Freud, plantea la consciencia humana formada en tres partes, el ello, el yo y el superyó. Por una parte el ello, representa las pulsiones, y exigencias de placer instintivo, genera la tensión hacia el yo, que representa los movimientos voluntarios y se crea los actos racionales. Estos actos racionales tienen como fin la defensa y supervivencia del individuo. El yo bloquea los instintos salvajes que genera el ello, y protege del peligro externo (surgido las fuerzas de terceros o de la naturaleza) y del peligro interno (suicidio, autolesión o acciones que podrían implicar un riesgo para el propio individuo). Luego, el superyó que es la consciencia moral y social, le aporta al yo, límites sociales y morales aprendidos de la familia, el colegio y la sociedad, etc., y reprime al yo para evitar conductas reprochables, y también lo reprende de no haber tomado ciertos riesgos u oportunidades que lo habrían beneficiado.

A partir de esta teoría de Freud, Jiménez de Asúa explica que la constante lucha entre el ello, el yo y el superyó, son la causa del delito: “El delito supone un fenómeno de inadaptación social en que la parte ancestral de la personalidad anímica vence al superyó.” (Jiménez, 1982. pág. 9)

“El hombre según Freud, viene al mundo como un ser asocial, con tendencia al crimen, producida por sus impulsos de dar satisfacción a sus instintos; es decir como un ser socialmente inadaptado. Los hombres normales logran reprimir o trasformar, en el sentido social sus pulsiones delictivas, mientras que en el delincuente se frustra ese proceso de adaptación.  (…) La criminalidad es, por tanto, según esta doctrina -fuera de los casos limítrofes- no una tara de nacimiento, sino un defecto de educación.” (Jiménez, 1982. pág. 51)

De esta forma, el superyó emerge como el control social sobre el individuo, representado por el padre y las demás figuras de control, como la familia, el colegio y la sociedad, tendientes a frenar los impulsos básicos y con ello, las agresiones y conductas delictuales:

“La adaptación social, que consiste en la limitación de los propios impulsos de goce en beneficio de la comunidad, resulta de la formación del superyó. El padre y las otras autoridades que se encargan de nuestra educación, que levantan una barrera a la existencia de las agresiones infantiles, acaban por identificarse con el yo del niño y producen allí, actuando como instancia inhibitoria (conciencia), la represión de las exigencias instintivas contrarias a la sociedad. En caso de que esas autoridades paternas no fueran, por determinadas causas, capaces de construir un modelo idóneo de dominación social, solo se lograría por desarrollo natural y espontáneo en el propio sujeto, la fuerza moral inhibitoria, análoga a la de aquel superyó introyectado, pero de modo más imperfecto.” (Jiménez, 1982. pág. 80)

En el caso del delito, se plantea que a partir del complejo de Edipo, que significa el deseo por la madre y el odio hacia el padre, se genera un proceso defectuoso de asimilación del superyó, en el cual, el papel del padre de corrección e instrucción, normalmente pasa de odio, al amor y admiración, pero cuando no se supera, continúa el odio, que genera una actitud de venganza, rebeldía, y agresión en contra de todo lo que represente al padre o a cualquier figura de autoridad. En el caso de la mujer, el complejo de Electra, genera admiración hacía el padre, envidia hacia la madre, e igualmente una reacción agresiva, rebeldía y venganza a lo que pueda representar lo que ella, odiaba de la madre.

Este complejo de Edipo, parte del mito, en el cual, el hijo mata a su padre y desposa a su madre. Este complejo se encuentra relacionado con el complejo de la castración, según el cual, el barón teme ser castrado por su padre y tiene una actitud de resistencia hacia la figura paterna. Y la mujer al creerse nacida castrada, culpa a su madre por haberla creado imperfecta, por lo cual genera resistencia hacía la madre. El complejo de castración genera según Freud el sentimiento de culpa instintivo que es la fuente de las neurosis, que a su vez se pueden convertir en conductas delictivas, si el superyó no las censura, y el yo, no las reprime.

Cuando el superyó no logra formarse, o se forma muy débil, el individuo no logra contener su comportamiento dentro los parámetros sociales. En síntesis, los complejos de Edipo, de Electra y de castración generan las neurosis, y un sentimiento de culpa, que generan un determinismo a la agresividad hacía lo que represente su complejo, o una necesidad de ser castigado, por sentirse culpable y despreciable. Así entonces, el sujeto agrede a alguien a quién identifica como su padre, y descarga todo su odio contenido hacía él. Otra forma, es cuando del mismo complejo, se siente culpable, y siente que debe ser castigado, por tanto, realiza un delito para cumplir con este sentimiento.

Hay que aclarar, como también lo hace Jiménez de Asúa, que no se puede abusar del complejo de Edipo, buscando todas las explicaciones de los delitos a través de dicha tesis. Y para ello, cita al Dr. Adler quien rechaza, en orden al crimen, los postulados del psicoanálisis, al “considerar la criminalidad como un autocastigo, o juzgarla consecuencia de las formas primitivas de la perversión sexual infantil (haciendo intervenir atal vez hasta el mismo complejo de Edipo), son procedimientos fácilmente refutables, una vez que llegamos a la comprensión de que el hombre, a quien encantan las metáforas que se le presentan en la vida real, se deja prender con demasiada facilidad en los lazos de símiles y comparaciones.” (Jiménez, 1982. Págs. 257-258)

Sin embargo, si hay que reconocer en las tesis de Freud, que el crimen ya no es entendido como un mero concepto legal o social, sino que “es una respuesta a un llamamiento interior, que no puede ser satisfecho por ningún otro acto de la conducta humana.” (Jiménez, 1982, págs. 259-260)

 

EL PSICOANÁLISIS Y LOS DELINCUENTES NEUROTICOS

 

Son tal vez los delincuentes más complejos de explicar, pues parten de sentimientos de culpa y de reproche, de angustia y ansiedad, que generan comportamientos que se reprimen, sin embargo, se supone que todas las personas pueden tener esos comportamientos neuróticos, como lavarse las manos constantemente, no pisar las líneas en el suelo, comprobar si cerraron bien la puerta de la casa, contar cosas constantemente, tener cosas en pares, conservar un orden de las cosas, no salir de un lugar después de determinada hora, en fin, tener un ritual constante para realizar determinado acto, que cuando no se cumple se frustra.

Según el psicoanálisis también pueden existir delincuentes neuróticos, que en vez de realizar algún acto repetitivo como los que acabo de mencionar, realizan un delito, como forma de liberar su frustración, su ansiedad o su culpa.

“El enfermo neurótico y el delincuente neurótico son en el fondo lo mismo, aquel manifiesta autoplásticamente la tensión entre las pulsiones inconscientes y las fuerzas reprimidoras en síntomas neuróticos morbosos; éste, por el contrario, transforma esa tensión aloplásticamente en el acto delictivo de la realidad. Lo que el neurótico hace por representación en el dominio de los síntomas inofensivos lo ejecuta el criminal en acciones reales delictivas.” (Jiménez, 1982. pág. 47)

En el caso de los delincuentes neuróticos, la pena o castigo, es una forma de liberarse, y en vez de curarlo, lo que hace es reafianzar su patología, haciendo que reincida para volver a ser castigado.

“Los mecanismos del dolor corresponden a veces a un sistema neurótico, ya que se busca el dolor real para librarse moralmente del sentimiento de culpabilidad, o se vinculan al carácter psicótico, porque el dolor se vive imaginativamente, mediante la proyección de culpabilidad.”(Jiménez, 1982. Pág. 69)

El neurótico engaña al superyó, al considerarse culpable y merecedor del castigo, muchas veces sin una razón justificable. Se considera a si mismo como despreciable y comete un delito para ser castigado. De ahí que se vea cómo confiesan ser culpables, sin que se lo hayan pedido, dejan evidencia en la escena para ser identificados, se entregan sin resistencia, y no aceptan ninguna rebaja a su acto, ni su condena, pueden incluso alegar ser inimputables, pero se niegan a ello.

“El yo es ganado para la ejecución del hecho por especiales mecanismos neuróticos, que relajan su dependencia del influjo inhibitorio del superyó, que le engañan, ocultándole el verdadero sentido de la acción y de sus motivaciones.” (Jiménez, 1982. Pág. 68)

Parece difícil considerarlo así, pero uno de los ejemplos de los delincuentes neuróticos son los delincuentes de cuello blanco, que incluyen los estafadores, los delincuentes empresarios y los corruptos:

“Los estafadores (“caballeros de industria”) cuya conducta se interpreta como un síntoma neurótico originado en el narcisismo de la infancia. El sujeto necesita el lujo, la vida de alta sociedad en que esos delincuentes se mueven.” (Jiménez, 1982. Pág. 79)

Según esta postura, el complejo de superioridad desarrollado en la niñez por estos delincuentes, los hace propensos a delinquir para mantener un estatus y dinero, engañando al superyó, ocultándole el verdadero sentido de la acción y de sus motivaciones. El tema sobre este tipo de delincuente, es cuál sería el dolor que buscan reprimir al estafar, ¿el de no tener riquezas? O ¿el de no tener poder? ¿De tal dolor, se generaría la culpa de haberlos obtenido ilegalmente? ¿Y ello generaría la necesidad de estafar y estafar para mantener calmada la frustración? Sin embargo, habría que diferenciar entre el estafador crónico o profesional, que tiene un superyó criminal, del estafador neurótico, que realiza un gran engaño para obtener lo que no tiene (riqueza y poder) y le causa dolor, y luego de haber realizado la gran estafa, su sentimiento de culpa lo lleva a entregarse para ser castigado.

 

EL COMPLEJO DE EDIPO EN LOS DELINCUENTES POLÍTICOS

 

El complejo de Edipo se desarrolla en gran manera en los delincuentes políticos, pues este tipo de delincuentes, van en contra del Estado, quién representa el odio hacia el padre, y sus leyes:

“El complejo de Edipo, violento y no liquidado, lleva a la transferencia de las tendencias parricidas, que se convierten en una oposición contra los soberanos y sistemas gobernantes. Tras esta persistencia de la pulsión parricida se esconde un impulso destructivo, generalmente oral; se busca secundariamente una representación psíquica en los ideales extremistas, cuya dirección cambia a menudo, en forma sorprendente, pero explicable por su carácter secundario. Histéricos y neuróticos obsesivos se encuentran y destruyen juntamente con sus programas e idearios.” (Jiménez, 1982. Pág. 87)

 

Estos delincuentes según Jiménez de Asúa, son de dos clases, el primero, el histérico que tiende al radicalismo, pero se cambia de bando fácilmente, y el otro, es el neurótico, que es radical, y sostiene su posición hasta el final.

“Entre los revolucionarios se hallan los dos extremos del carácter histérico y de la neurosis obsesiva. El histérico juega con distintos radicalismos y con regresiones. El neurótico obsesivo permanece siempre extremista y se hace más radical cuando más viejo es. (…) El neurótico obsesivo odia al histérico, que, según él, adultera e impide todas sus concepciones.” (Jiménez, Pág. 87)

Sobre el histérico y el neurótico se dan como ejemplos, a Dantón como neurótico, y Roberpierre, como histérico:

“Wittels acude a los ejemplos de Danton y Robespierre. El primero hace la revolución con entusiasmo, pero luego se cansa y desilusiona. Robespierre, en cambio, fue primero monárquico, y acaba llegando a la conclusión de que había que matar a cien mil aristócratas.” (Jiménez, 1982. Pág. 87)

En cuanto a los delincuentes políticos, podemos encontrar por una parte, a neuróticos con los cuales es muy difícil de negociar, por sus posturas radicales y por su oposición, desconfianza y rechazo de la postura estatal, generando realidades alternas y sus delitos -secuestros, homicidios, violaciones, etc.- se encuentran justificados para mantener sus ideales. Y por la otra, a los histéricos, a los que los negociadores gubernamentales buscan persuadir de cambiar de lado, para alcanzar un acuerdo, reduciendo a los neuróticos en número en la votación favorable hacia un acuerdo, estos pasan de un lado a otro, sin coherencia, pero siempre radicales en sus posturas discursivas, y también sustentan sus delitos en favor de unos ideales radicales, que pueden abandonar intempestivamente.

Estos ejemplos, nos colocan en el campo político, y de las complejidades que en el se mueven. Así podemos encontrar a los neuróticos, a opositores radicales del gobierno, sin necesidad de ser delincuentes políticos, como por ejemplo, Congresistas, líderes de la oposición política, diputados y concejales, que con sus posturas radicales adhieren adeptos en las democracias y se radicalizan más, generando una realidad alterna, dentro del mismo pensamiento que en principio surge como una minoría, al estar en contra del convencionalismo, y la crítica radical al establecimiento actual. Al ir en contra de lo convencional, recrean una realidad alterna que alterna verdad y mentira, realidad y fantasía, crean utopías, sueños y quimeras alternativas, acompañadas de fuertes críticas al establecimiento social.

También en el campo político democrático encontramos el tipo histérico que pueden cambiar de bando sin coherencia, y temporalmente, encontrándose en un partido en un tiempo, y luego de un tiempo, pasar a otro, con posturas muy distintas. Al parecer el oportunismo, les permite cambiar de bando de acuerdo a las circunstancias, pero siempre sustentan una posición radical, y por su compulsión, y tendencia al parricidio, pueden sustentar una posición en contra del Estado, y luego de un tiempo, pasar al bando opuesto sin ningún problema. Cuando van en contra de la convencionalidad impuesta por la sociedad y del Estado, también recrean en sus discursos realidades alternas como lo hacen los neuróticos, solo que al cambiar de bando, anulan todo lo que dijeron inicialmente, y caen en la incoherencia y la contradicción, sin embargo, en su radicalismo se justifican o niegan sus contradicciones.

El efecto de estas realidades alternas, pueden explicar fenómenos como el fanatismo religioso -como el de los islámicos y cristianos- y el fanatismo político -como el del fachismo y el comunismo-. Los líderes crean realidades alternativas, que engañan el sentido lógico del lóbulo izquierdo del cerebro, y hacen recrear al lóbulo creativo, el derecho, una realidad agradable, viable y admirable, haciendo que la parte instintiva del cerebro, reaccione con felicidad y relajación, y por ello, se apruebe la idea. Y a su vez, crean ideas adversas y realidades negativas frente al estamento o a lo establecido, influenciando al sentido lógico del lóbulo izquierdo, y haciendo que el lóbulo derecho que es el creativo, proyecte una realidad pesimista y negativa del gobierno, haciendo que la parte instintiva del cerebro, reaccione con miedo y tristeza, desaprobando lo que hace el Estado y la sociedad actual. Esa es la base del discurso fanático y es la base del discurso de odios, y del derecho penal del enemigo.

 

 

EL PSICOANÁLISIS Y LOS DELINCUENTES PASIONALES

 

Los delincuentes pasionales son aquellos que estallan en un ataque de ira contenida por hechos ocurridos en su infancia, y hacen transferencia de esa ira, en contra de sus víctimas, por identificar en ellas por circunstancias reales o imaginarias, a las personas o circunstancias que son fuentes de su ira.

“Un hombre semejante intenta siempre aprovecharse de un modo inconsciente de todo infortunio que le ocurre en la vida para descargar la tensión pulsiva causada por la imperfecta represión de los movimientos hostiles (agresiones), a fin de suprimir esa tensión, restableciendo, por decirlo así, el equilibrio económico en el gobierno de la casa anímica. La justificación de la descarga instintiva ante su propia conciencia se produce por este mecanismo: el sentimiento de culpabilidad que frena insuficientemente el impulso agresivo rechazado, halla en aquel instante su compensación en el padecimiento de sufrimientos y agravios, que se imputan finalmente, con más o menos éxito, a la víctima sin culpa, que resulta así culpable de la explosión afectiva y del acto delictivo.” (Jiménez, pág. 81)

Así es que en estos casos, el subconsciente engaña al superyó que se relaja, y en vez de aparecer una censura al hecho, para que el yo suprima la conducta, lo justifica, como una forma de aliviar la tensión y la culpa:

En todos los delitos afectivos (o pasionales) se observa -según Staub- un proceso semejante: una debilitación de la fuerza moral inhibitoria, debida ordinariamente a las vivencias de la primera infancia, que por la presión de los sentimientos de odio (agresiones), reprimidos enconados, y solo imperfetamente sujetos por frenos insuficientes, presión causada por los sufrimientos y agravios padecidos, conduce finalmente, por medio de la proyección de culpabilidad, a levantar la represión y a producir la descarga de las agresiones.” (Jiménez, pág. 81)

De esta manera, hechos de maltrato, abusos y violencia, quedan grabados en el individuo, como una ira contenida, con deseos de venganza, esperando una oportunidad, que se presenta, en eventos que detonan el recuerdo y la reacción de violencia contenida a lo que el individuo en su inconsciente, recrea como una manifestación de un agravio ocurrido en el pasado, y que no está dispuesto a volver a tolerar.

En estos delitos, el odio hacia el padre o hacia la madre, se proyecta en la víctima, y se traduce en una descarga de violencia desproporcional o exagerada para el hecho generador.

De ahí que este tipo de delincuentes sienten que el delito los libera de sus deseos reprimidos, y que el castigo disminuye su sentimiento de culpa.

Los asesinos sádicos se activan con la ira, que se desencadena con un evento, del cual se deriva una agresión incontrolada. Los celos se generan del miedo al abandono, que puede estar relacionado al abandono del hogar realizado por alguno de sus padres durante su niñez. Ese miedo al abandono, puede generar una reacción desmedida, una agresión física hacia esa persona que amenaza con abandonar, generando una proyección de ese temor, de la realidad del dolor por el abandono de su padre o madre.

El maltrato de padre o madre hacía su hijo, también puede generar ese sentimiento de rencor y de venganza reprimidos, que cuando se proyectan en circunstancias o hechos del presente, desencadenan una violencia desmedida y desproporcionada, donde el sujeto reacciona frente a lo que el considera una ofensa de su pasado en el presente, que debe aniquilar o de la cual se quiere vengar. La víctima desafortunada, recibe toda la ira contenida del victimario, de injusticias y agresiones sufridas en su pasado.

 

DELINCUENTES CON UN SUPERYO CRIMINAL

 

Delincuentes naturales o profesionales, se crían en el delito, son ejemplos de ellos, los corruptos y los pertenecientes a organizaciones criminales. En estos delincuentes, el superyó se encuentra en una inversión de valores, pues el delito es su fin máximo. Así las cosas, entre más delitos hagas eres mejor, por ejemplo, un ladrón es bueno, entre mejor haga su trabajo: robar. Un estafador es bueno, entre mejor engañe y no se deje atrapar. Lupin, es un gran ejemplo, de un ladrón que es bueno, por sus hazañas y por realizar robos increíbles.

“Estos individuos están adaptados a una sociedad especial, con moral propia, que pudiéramos decir moral criminal, distinta a la moral dominante. Por eso su personalidad se identifica por completo con la conducta. Pudiera afirmarse que el hecho es adecuado y hasta superadecuado al yo.” (Jiménez, 1982. Pag. 70)

Encontramos personas con ese superyó criminal, cuando manifiestan sin remordimientos que su principal aspiración es ser el mejor ladrón del mundo, el mejor estafador del mundo, el mejor asesino del mundo, y muy a su manera el mejor corrupto del mundo. Todos comparten una aspiración delincuencial, contraria a los valores, y para ellos, el superyó los reprime por no serlo o no lograrlo.

Así podemos encontrar niños en las comunas, favelas o barrios de las periferias, que quieren ser como los mejores pandilleros de sus barrios, y a ser mejores que ellos, robando, traficando y viviendo una vida, totalmente contraria a la legalidad. También podemos encontrar a hijos de políticos poderosos y corruptos, que quieren seguir los pasos de sus padres, y superarlos, en poder y en dineros.

En los casos de bandas criminales, muchos jóvenes que se unen a ellas, invierten totalmente sus valores, pues entre más delitos cometan, más valorados son, mejores recompensas logran y mayor respeto le profesan, y la forma de ir escalando en esas organizaciones criminales, es entre más despiadados y más proclives al crimen sean, por lo cual, lo ilegal para ellos, es sinónimo de valor y orgullo, y no de vergüenza y de reproche.

Así las cosas, las películas que recrean al delincuente como un héroe, y a la policía como delincuentes, son típicos ejemplos de fomento de antivalores como valores, que conducen a la formación de un superyó criminal.

En sociedades como la colombiana, donde impera el crimen organizado, las bandas criminales, las pandillas de barrios, y los grupos armados al margen de la Ley, se puede entender, como el superyó criminal aflora en la juventud que crece en los barrios de la periferia, en las selvas o en los campos pobres, donde la educación escolar no llega, y donde el mejor modelo a seguir, es el criminal más desalmado de la zona.

De esta forma cuando la pobreza y la ignorancia representan más del 50% de la población, se puede decir que los criminales con un superyó delincuente, representan la gran mayoría, y que ello, genera serios problemas de control social, toda vez, que se requiere reemplazar los parámetros del superyó delincuente, por un superyó social, y ello, en principio no va a ocurrir si no se superan las condiciones sociales de pobreza y de ignorancia, que generan la inversión de los valores en los barrios, los campos y las selvas, sometidas a la delincuencia, y si en las cárceles, no se hace otra cosa que aislar a los delincuentes, sin tratar de modificar ese superyó delincuente. 

 

LOS PSICOPATAS DESDE EL PSICOANÁLISIS.

 

De acuerdo con algunos autores del psicoanálisis, el psicópata es una persona que no desarrollo el superyó, y que se deja llevar por sus instintos más básicos:

“… es preciso hacer una distinción entre el criminal neurótico y el criminal psicópata, puesto que en el criminal psicópata puro los actos delictivos no son una consecuencia de conflictos psíquicos, sino una libre exteriorización de la personalidad fálico narcisista.” (Jiménez, 1982. pág. 48)

En este orden de ideas, el psicópata no tiene el conflicto entre el yo y el superyó, y su comportamiento delictivo se origina del demostrar su superioridad frente a la sociedad y frente a la víctima.

Otra postura del psicoanálisis del psicópata es la siguiente:

“Los actos delictivos del psicópata criminal pueden compararse a los actos de un perverso sexual, los que, sabemos, no son una exteriorización pura y libre de un instinto parcial, sino que son consecuencias de represiones y de otras elaboraciones psíquicas de los instintos, a consecuencia de la actuación del superyó.” (Jiménez. 1982. Pág. 49)

De acuerdo con esta postura, el psicópata no es que deje libre sus instintos, y que no tenga un superyó, al contrario, el superyó se crea de forma anómala, y produce unas represiones tan fuertes, que el psicópata se siente liberado al realizar el delito, por lo que su conducta obedece a un acto de rebeldía frente a la represión que el siente interiormente.

“… la teoría psicoanalítica afirma que aun antes de la creación del superyó el individuo fálico (si es que este individuo existe en estas condiciones) reconoce la existencia inhibidora del mundo exterior y no satisface sus instintos en plena libertad, como lo demuestra también la existencia en él de temores.” (Jiménez, 1982. pág. 49)

Así las cosas, es de considerar que el psicópata en efecto si tiene un superyó, teniendo en cuenta es capaz de tener una doble vida, donde en una sigue los parámetros de la vida en sociedad, y en la otra comete delitos con la finalidad liberadora de su personalidad.

También se puede decir, que sí padece de conflictos psíquicos, pues comete los delitos como una forma de rebeldía en contra de la sociedad que no lo comprende y que él no comprende -debido a su incapacidad de empatizar con otros-, por lo que reacciona a una represión interna y externa, a través del delito.

Ahora bien, a diferencia de otros criminales, el psicópata si tiene un componente narcisista, dirigido a demostrar su superioridad frente a la victima a la cual agrede sin consideración, demostrándole así que es superior y que está vencida y humillada. Igualmente, el comportamiento delictivo del psicópata tiene la finalidad de demostrar su superioridad a la sociedad, enviando un mensaje de mira todo lo que hago y no eres capaz de hacerme nada, no puedes enfrentarte a mí, o no puedes atraparme.

De ese trastorno narcisista se deriva el hecho, de darse un nombre importante, de que no lo confundan con otros que el considera inferiores, que no digan lo que realmente ocurrió y que le resten importancia a sus actos, o le quiten el factor de inteligencia o creatividad de los mismos. ¿Quieres provocar a un psicópata? Ataca su ego.

 

EL DELINCUENTE SADOMASOQUISTA Y EL PSICOANÁLISIS.

 

El sadomasoquista es una clase de delincuente que debido a un conflicto interno, busca ser castigado, busca infringirse un castigo o un dolor:

“los casos llamados de delirio de autoacusación -en los que el sujeto pide a gritos ser castigado y torturado- o en el delirio de persecución en el que el superyó se exterioriza e inflige a la consciencia yoica el castigo que su individualidad merece por su perversidad subconsciente (homosexualismo reprimido). Si a veces el perseguido se torna perseguidor y realiza un homicidio o una agresión en inocente transeúnte, ello se debe a que el impulso tánico (alimentado por la tendencia sádicomasoquista) consigue proyectarse al exterior, descargando así el sujeto en forma de rabia vengativa el potencial insatisfecho de su pervertida libido.” (Jiménez, 1982. Pag. 43)

Son casos extraños de conflicto interior, en los que el superyó genera un sentimiento de culpabilidad, generando ansiedad, y con ello, terminan realizando un delito para ser castigados y aliviar ese sentimiento de culpa.

“…se refiere de preferencia al grupo de criminales que habiendo cumplido su condena reinciden en el delito. (…) se ve la misma ingenuidad y resignación, percibiéndose que el delincuente no trata de evitar el castigo, como si el ya sufrido le hubiera reportado algún beneficio. Hace notar también que si se insiste para que exponga los motivos de sus actos, se muestran confundidos y buscan cualquier respuesta…” (Jiménez, 1982. Pág. 43)

En esta clase de delincuentes, al parecer buscan la pena como una forma de autoflagelación. Así por ejemplo, hay personas que disfrutan sentir dolor, y en las prácticas sexuales, disfrutan infligir dolor o que le inflijan dolor, y ello dentro de los limites del consentimiento no generaría ningún problema, pero en el caso de un criminal, este realiza el delito, para recibir un castigo, dado su conflicto interno, que le genera el sentimiento de culpabilidad, y un deseo de autodestrucción.

“Además, un hecho importante tantas veces observado es la comprobación de que, casi siempre el delincuente, aún en el de más alto nivel intelectual, comete alguna torpeza en la realización del acto delictuoso como invitando a su arresto y castigo. Muchos criminales han confesado que al cometer el delito sentían una mezcla de sentimiento de gozo y angustia y luego una compulsión a repetirlo como si se hallaran arrastrados hacia el desastre.” (Jiménez, 1982. Pág. 44)

Y también se explica en un ejemplo: “este punto explica el por qué muchas de las supuestas brujas -infieles menopáusicas con deseo de ser poseídas- confesaban culpas no cometidas y morían torturadas y arrepentidas, pero satisfechas de acercarse así al Padre (Eterno).” (Mira, citado por Jiménez, 1982, pág. 43)

En estas personas se menciona que la pena no surte mucho efecto, pues reafirma su condición patológica, pues ellos quieren recibir un castigo para aliviar su sentimiento de culpa:

“… en estas personas el castigo contribuye a traumatizarlas y a agravar el mal que se pretender curar, que impide la reforma y sólo produce en algunos casos una temporal mejoría de los síntomas. Además, frecuentemente, tiende a crear una sanción moral que permite futuras satisfacciones prohibidas.”

En tal sentido, se menciona también, que a este tipo de personas, se sugiere, que es mejor no sancionarlas, para que busquen una solución diferente a su conflicto interno.

Se plantea también un punto interesante, y es la relación existente entre los dictadores, su crueldad y su falta de satisfacción amorosa plena, y se menciona “Quizás la historia de la humanidad se habría cambiado si alguno de sus actuales dirigente hubiesen podido entregarse libremente a su patológica tendencia sexual.” (Mira, citado por Jiménez, 1982. Pág. 43). Lo que sugiere esta afirmación, es que los dictadores más crueles, debían su sadismo, a esa culpa reprimida por no conseguir la satisfacción amorosa plena, y al parecer no se castigaban a sí mismos, sino que disfrutaban castigando a otros, y esto sería una forma de sadismo diferente, al anteriormente explicado, en el que el delincuente, en este caso el dictador se desquita de su propia culpa sometiendo y humillando a otro, de forma cruel y despiadada. Esto sería al parecer el fundamento también de los torturadores, los secuestradores y los que practican la desaparición forzada.

 

DELINCUENTES PRESOCIAL, ANTISOCIAL Y ASOCIAL, SEGÚN EL PSICOANÁLISIS.

 

Una clasificación de delincuentes realizada por el psicoanálisis, en la que los agrupa en presociales, antisociales y asociales, puede ser de mucha utilidad, para entender de forma general el delito y los delincuentes desde esta perspectiva particular.

Los primeros, los delincuentes presociales, son una especie de personalidad débil, tienen un superyó también débil, por lo que son prácticamente arrastrados por otros delincuentes al crimen, o sucumben ellos solos, ante cualquier tentación del delito, pues el superyó no alcanzó a establecer las barreras sociales y culturales necesarias para resistir alguna tentación o sugestión de un tercero para cometer un delito. Esos individuos tienen un superyó infantil y un yo débil para controlar las tendencias del ello, ante las que sucumben muy a menudo.

“El tipo presocial comprende individuos inmaduros y fácilmente sugestionables que vacilan en depender tanto de los ideales de la mayoría como de los de la minoría de la sociedad.” (Jiménez, 1982. Pág.  76)

Tratan de conseguir favores de las autoridades y traicionan a sus compañeros. No se comprometen, son vacilantes y cambiantes, pues no tienen un carácter que les permita resistirse a las tentaciones, o tener una postura sostenida sobre determinada situación.

Los delincuentes presociales pueden ser el resultado de un hogar en el que los padres son débiles y sin carácter, y la madre es dominante. “El resultado parece ser el fracaso de la identificación paterna y la persistencia emocional del individuo en una etapa infantil.” (Jiménez, 1982. pág. 77)

Los presociales también pueden surgir de hogares en los que los padres son muy fuertes, y madre débil y tímida, no se produce una identificación con el padre, y queda en estado de dependencia pasiva y femenina frente al padre. (Jiménez, 1982. Pág. 77)

En síntesis, los delincuentes presociales no forjaron su carácter, y por ello, son personas inmaduras y fácilmente sugestionables, y por ello, se dejan arrastrar por la vida, carecen de autonomía, coherencia y compromiso, y pueden ser arrastrados al crimen por terceros, o sucumben a cualquier tentación de realizar uno por su propia cuenta.

Un ejemplo de esta clase de delincuentes son los delincuentes callejeros de poca monta, que representan una inmadurez absoluta en su forma de vivir, el delito es para ellos una diversión o un entretenimiento. Les da lo mismo asaltar a un pequeño establecimiento comercial, o asaltar a una abuelita, o quitarle un dulce a un niño. Sus delitos denotan su falta de consciencia social, son unos irresponsables inmaduros. También se puede citar como ejemplo, el accionar de una pandilla de barrio, conformada por menores de edad, que agreden, humillan o insultan a personas por pura diversión. Aunque la inmadurez esta dada por la edad, existen personas mayores de edad, con la madurez de un niño, y ellos también son delincuentes asociales.

Por otra parte, se encuentra el delincuente antisocial, es aquel que teniendo una educación muy estricta o tiránica por parte de un padre (madre), genera una resistencia absoluta a la sociedad o al convencionalismo impuesto. Defiende su posición a ultranza, y por tanto, también el castigo como consecuencia de suposición.

El padre es fuerte y brutal, y el trata de apaciguarlo, hasta que se revela con ayuda de otros, y puede desarrollar su permanente actitud de desafío.

Tipo antisocial, no experimentan culpa, están siempre dispuestos a lucha contra la autoridad y son capaces de hacer cualquier sacrificio y aceptar todo castigo en defensa de sus ideales (Jiménez, 1982 pág. 77).

Son ejemplos de este tipo de delincuentes, aquellos que cometen el delito como forma de protesta a la sociedad, y lo soportan en sus ideales. Roban porque existe mucha pobreza y los ricos no se compadecen de los pobres.  Matan a personas despreciables y que hacen mucho daño a otras personas. Son corruptos porque las cosas funcionan así, porque el vivo, vive del bobo. Luchan contra las injusticias de la sociedad, contra la corrupción del Estado, contra las clases oligarcas, y para combatir un mundo podrido y desigual.

De esta forma, un ladrón que se autoproclama como un Robín Hood de los pobres, o los guerrilleros y rebeldes que secuestran a personas ricas que ellos consideran como causantes de las injusticias, para que paguen parte de lo que se roban. Los pandilleros de un barrio que se creen los héroes de la comunidad al mantener un orden que la policía corrupta no logra, y que defienden a la comunidad de otras pandillas.

Por último, se encuentra el delincuente asocial, que es el que todo lo mira como un negocio, es el delincuente sin freno alguno, y que satisface sus instintos. Tiene un superyó débil y un yo muy desarrollado, pues se adaptan a las situaciones para sacar provecho.

Tienen un yo muy fuerte, puesto que son capaces de calcular hábilmente lo que más les conviene y modificar o inhibir las tendencias del ello de acuerdo con la realidad. (Jiménez, 1982 pág. 78)

Tiene un complejo narcisista, al no haber sido puestos en su lugar por la madre, creen que por miedo de la agresión pueden conseguir siempre lo que desean (Jiménez, 1982 pág. 78).

Son ejemplos de estos delincuentes los líderes de las organizaciones criminales que ven en el tráfico de drogas o el tráfico de personas un negocio y no un acto abominable. Son las organizaciones criminales que se dedican a matar personas a cambio de una paga de un servicio. Son las organizaciones criminales que extorsionan a los comerciantes, y los ven como meros ingresos de las organizaciones, y se preocupan cuando la gente no paga, aumentando la agresividad en las extorsiones para que la gente cumpla. Son los políticos corruptos que ven en los fondos públicos como suyos, y la función pública como una forma de enriquecerse, más que servir a la sociedad, el corrupto que observa el presupuesto público, como parte de su patrimonio, y una forma de pagar sus compromisos políticos.

 

LOS DELITOS CULPOSOS PARA EL PSICOANÁLISIS

 

Los delitos culposos, según el psicoanálisis son delitos producto de una actitud inconsciente:

“Las conductas de este tipo se producen cuando el yo está con la atención fija en una cosa distinta de la ocupación real que el sujeto emprende, en cuyo caso cualquier tendencia criminal inconsciente llega a desbordarle. El yo rechaza por completo el acto ejecutado en estas circunstancias, en que han triunfado por inadvertencia del consciente, las tendencias ocultas del ello.” (Jiménez, 1982 pág. 72).

Ahora bien, es claro que en un delito culposo no existe intención de causar un daño, y por regla general, siempre es rechazado por el individuo que comete el hecho (por regla general médicos y conductores), quién irónicamente siempre preguntan, por qué los van a culpar, si fue sin culpa, o sin intención.

El profesor Juan Andueza (citado por Jiménez, 1982 pág. 72), explica:

“En realidad, tratándose de la criminalidad por imprudencia, resulta una completa novedad atribuir el hecho a una intención inconsciente, en lugar de achacarlo a mera distracción, negligencia o fatiga, como hasta ahora. (…) Pero sabe que para el psicoanálisis nada es fortuito y todo es determinado. (…) Las legislaciones actuales, según sabemos, castigan el hecho, no por sospechar que pueda en el fondo corresponder a mala intención oculta, sino porque la trascendencia dañosa de la omisión hace particularmente censurable la imprevisión negligente que vive en sociedad y ha de cuidar de no dañar a los demás.”

De esta forma, encontramos a la culpa o el delito culposo, como un hecho que el yo racional no previó, sin embargo, dicho concepto, deja al margen en aquellos casos, donde el individuo si previó la situación riesgosa, pero no su resultado, que se produjo por un error de cálculo. En ese sentido, el actor si tiene al yo concentrado en el acto que está ejecutando, solo que esta convencido que no se va a producir ningún resultado adverso, o que espera que de acuerdo con sus cálculos no se produzca ningún daño. En este punto, el lado lógico del cerebro, realiza un calculo de lo que debe ocurrir, donde según el la posibilidad de errar es mínima, y yerra en el resultado, sin embargo, al realizar el cálculo, el lado creativo del cerebro proyecta lo que va a ocurrir, y toma la decisión de tomar el riesgo, que se traduce en una conducta culposa, donde nunca se acepta el resultado, a pesar de ser previsible.

 

LA CULPABILIDAD PARA EL PSICOANÁLISIS

 

En la teoría de Freud, el sentimiento de culpa se genera a partir del complejo de Edipo, que incluye incesto, parricidio y canivalismo, generando un sentimiento de culpabilidad, que cuando no es resuelto, genera un conflicto psíquico que lleva al delito.

Por otra parte, en el mito del complejo de Edipo, cuando surge el superyó como representación de la barrera moral generada por el padre, este agrede al yo y lo reprime para evitar que la agresión salga al mundo exterior. De esta forma, el reproche del superyó al yo, genera el sentimiento de culpabilidad.

Freud diferencia del sentimiento de culpabilidad: la que aparece como temor ante la autoridad externa, o sea como miedo a la pérdida del amor, y la que se presenta como temor ante la autoridad interna, o sea como miedo al superyó.” (Jiménez, 1982. Pág. 30)

De esta forma, la culpabilidad es expresada de dos maneras, una frente al padre, la familia o la sociedad, y la otra, que enfrenta al superyó, sentimiento que se alivia, reparando el daño del delito en la sociedad, a través de la pena o la indemnización, y desde el punto de vista interno a través del autocastigo.

A diferencia de la culpabilidad basada en el libre albedrío, se supone que el hombre ante una situación dada, tiene libertad para escoger entre el camino del bien, y el camino del mal, y la culpabilidad sobreviene en virtud de esa decisión, es decir que la culpabilidad se origina al momento de ejecutar la conducta. En la culpabilidad planteada desde el psicoanálisis, el sentimiento de culpa viene incluso inconscientemente, con la necesidad de ser castigado, por lo cual, se realiza el delito, es decir, el sentimiento de culpa antecede al delito, y es el que lo causa.

“Reik: “El sentimiento de culpabilidad no es una consecuencia del delito, sino más bien su causa; el aumento de ese sentimiento de ser culpable es lo que le hace a un hombre llegar a ser delincuente. El crimen se experimenta por su autor como una liberación psíquica, puesto que hace que el sentimiento de culpabilidad se apoye en algo efectivo y actual… Es decir: el delito se comete para satisfacer los instintos antisociales y para justificar y aliviar el sentimiento de culpabilidad.” (Jiménez, 1982. pág. 30)

De esta manera, el psicoanálisis afirma la culpabilidad como un sentimiento, producto de un conflicto psíquico y que es la causa por la que se cometió el delito, para recibir un castigo, como una forma de expiación.

 

 

LA INIMPUTABILIDAD SEGÚN EL PSICOANALISIS

 

La escuela positivista estableció la responsabilidad social y no la inimputabilidad, así los niños y los enfermos mentales son responsables, y se les coloca no una pena, sino medidas de seguridad tendientes al tratamiento psiquiátrico o a la reeducación, por ello, los positivistas propusieron la eliminación de la inimputabilidad, por la responsabilidad.

Así entendiendo que la responsabilidad se le aplica a todos, esta dependerá de la participación del yo consciente en el acto.

“Los actos humanos obedecen a una constelación heterogénea de motivaciones, de las cuales unas son conscientes y otras pertenecen al territorio del inconsciente. Pues bien: según la medida en que los motivos conscientes determinan al sujeto, y según la proporción en que determinen el acto las motivaciones inconscientes, así se medirá la responsabilidad del individuo que ya no es patrimonio exclusivo del jurista, sino que es tema de la incumbencia del psicólogo.”

Esta postura planteaba la determinación de la inimputabilidad por parte de los psicólogos, quienes deberían a través de un peritaje, determinar si la conducta tuvo o no participación del yo consciente, y en virtud de ello, establecer que tipo de sanción se tendría que imponer al delincuente, ya sea una pena o una medida de seguridad, como la internación en sitio psiquiátrico.

Otro planteamiento del psicoanálisis propuso, que la inimputabilidad dependía no de la participación del yo racional, sino del grado de poder de inhibición del superyó en la conducta:

 “Como principio general puede deducirse que todo delincuente debe ser juzgado considerando el mayor o menor poder de inhibición del superyó, porque de esto depende su responsabilidad, creyendo, además, que también el grado de pena debe estar en relación con el valor inhibitorio del superyó, en escala descendente” aunque reconoce que medir esa capacidad inhibitoria es por demás arduo” (Francisco Beca, citado por Jiménez, 1982. pag. 64)

De acuerdo con todo lo anterior, el psicoanálisis plantea que si una persona actúa de forma más consciente y racional, debe ser más responsable, y debe ser tratado con mayor severidad, de quién actúa motivado más por el inconsciente, quién debe tratarse más benévolamente.

 

TRATAMIENTO DE LOS DELINCUENTES

 

Fenómenos tóxico u orgánico-patológicos consulte a un médico. Es decir, si el problema del individuo es a nivel del cuerpo, o a nivel físico, el profesional que tiene la competencia para tratar los problemas de salud del cuerpo son los médicos, así por ejemplo, problemas hormonales que puedan conducir al delito, como el hipotiroidismo o hipertiroidismo, son problemas que deberá tratar un endocrinólogo.

Criminal neurótico consulte al psicólogo. En estos casos, si el origen del delito tiene un problema comportamental generado en la psiquis, quién tiene que tratar el tema será un psicólogo, quien tendrá que valorar la anomalía y diseñar un tratamiento para que el paciente supere su problema. Así por ejemplo, en un trastorno obsesivo-compulsivo, deberá establecer un tratamiento para que el paciente supere su compulsión, y maneje su ansiedad, permitiéndole vivir una vida más tranquila, sin la agonía, que le genera su trastorno.

En lo que tiene que ver con el psicoanálisis se dice que el delincuente de un superyó criminal, debe ser tratarlo como a un niño, y trabajar en la creación de un superyó en la legalidad. Es decir, se traba en la sustitución de un superyó criminal, con un superyó adaptado a la legalidad.

Los delincuentes accidentales que son aquellos que cometen delitos culposos no requieren de castigo, basta la responsabilidad civil. De esta forma, una persona que actuó sin intención, y sin que exista algún conflicto psíquico, no requiere de tratamiento, y basta con que repare a la víctima.

El psicoanálisis plantea que la idea central, del tratamiento a los criminales, sería identificar el problema, ya sea el conflicto de Edipo o el Conflicto de la castración.  “Se trata de corregir las malas influencias anteriores y determinar la formación del carácter (creación de un superyó normal y vigoroso) que ha sufrido perturbaciones o retrasos.” (Jiménez, 1982. Pág. 98)

“En los neurótico y en los disociales (que corresponden al tipo llamado anormal) la delincuencia proviene -según Aichhorn- de una satisfacción insuficiente de la libido en la primera infancia. Es preciso, en ambas categorías, provocar la trasferencia. Si se trata de un neurótico, es necesario comportarse con él como se haría frente a un niño normal, y reemplazar, en cierto modo, para él, al padre que psicoanalíticamente falta. La trasferencia se produce entonces por sí misma. Si se trata de un disocial, en conflicto con la sociedad, hace falta primeramente inspirarle confianza, situándose como aliado suyo, fingiendo comprenderle y casi aprobar su conducta.” (citado por Jiménez, 1982. Pág. 98)

En el caso de los delincuentes peligrosos considera necesario su aislamiento, para que no coloquen en peligro la sociedad, y durante el tiempo en que dure su peligrosidad.

“Además del tratamiento adecuado, es preciso que se aisle y separe a los criminales crónicos que supongan un peligro para la sociedad, mientras dure su estado temible.” ((Jiménez, 1982. pág. 99)

El problema con dicha postura es que contraviene el principio del acto que rige en el derecho penal, en el cual, la pena debe ser proporcional a la gravedad del acto y no a la peligrosidad del delincuente. Este planteamiento permitiría la cadena perpetua para aquellas personas que no tienen un tratamiento que los cure, y las condenas extensas para delitos menores como el hurto de $30.000 de carteristas por la reincidencia. Sin embargo, dicha posición también genera una dura crítica con los efectos del derecho penal de acto que, que impone unas penas altas en virtud de la gravedad del acto, sin importar el tratamiento al delincuente, haciendo que una vez cumplida la condena, no interesa si se resocializó o no al delincuente, y muchas veces sale peor de lo que entra.

 


 

 

SOBRE LOS FINES DE LA PENA.

 

En cuanto a la pena, la psicología individual considera que la retribución no genera el efecto que se espera, pues olvida el origen del delito desde el delincuente, que es el desaliento, causándole así más padecimiento.

“Es falsa la teoría de la retribución. En ella se considera al hombre distinto a como es en realidad, pues el delito no se comete por su libre albedrío, sino por debilidad. Sería injusto que un hombre que por error y desaliento cae en el delito fuese todavía más desalentado por la pena.” (Jiménez, 1982. Pág. 274)

Igualmente, basar el delito en el libre albedrío lo convierte en un héroe de su decisión, lo cual, se puede entender como un premio a su decisión y no una censura a su conducta:

La pena “Rodea al delincuente del honor de la retribución, le aurola con la gloria de lo romántico y exalta por ello aún más su delito. Si se lograse, por el contrario, el convencimiento de que el delito no es el resultado de la acción libre y audaz de la personalidad, sino la reacción de la debilidad y el desaliento, se habría suprimido con el un importante estímulo al crimen.” (Jiménez, 1982. Pág. 274)

En cuanto a la intimidación a través de la prevención general y especial (negativas), tampoco funcionan en el delincuente:

“Si se llega a reconocer que el delito tiene su génesis en la situación juvenil de inferioridad y en el desaliento efectivo, aparecerá como evidente que ese desaliento duradero no puede desaparecer con las amenazas y ejecuciones de penas, y que, por el contrario, se agrava en sus perniciosos efectos. La intimidación fortifica la hostilidad del hombre contra la sociedad. Por eso debe suprimirse toda tendencia intimidante.” (Jiménez, 1982. Pág. 275)

En lo que respecta a la resocialización:

“La misión y finalidad del tratamiento del delincuente debe tender a sintonizarle con la comunidad, es decir, a resocializarle.

La mejor profilaxis de la delincuencia será la educación correcta. Hay que cuidar con esmero los métodos pedagógicos. El régimen educativo autoritario y el mimo excesivo deben ser proscritos. Hay que tratar a los niños pensando en el futuro. No ha de dárseles razón sistemáticamente, ni tampoco postergarles, sometiéndolos al mandato irracional de los mayores, obligándoles a estar quietos y callados.” (Jiménez, 1982. Pág. 275)

Así las cosas, se niega que la retribución de un mal por otro mal, castigo prisión, genere efectos favorables para el delincuente, y lo que hacen es aumentar su rebeldía frente al sistema y afianzan su concepción de injusticia. En lo relacionado con la intimidación a través de la prevención especial y general (negativas), afianzan su hostilidad con la sociedad injusta y desigual.

Y en virtud, de que su tesis se enmarca en que el delito es producto de complejos de inferioridad, plantea como forma de superarlos, la reeducación del individuo, tratando de identificar esos complejos, solucionándolos, dándoles otras alternativas de compensación diferentes al delito.

 

 

EFECTOS DE LA PENA

En cuanto a los efectos psicológicos de la pena, la psicología individual es realmente crítica del sistema carcelario vigente, al establecer que destruye al individuo psicológicamente, y lo devuelve destrozado a la sociedad.

“Los investigadores han probado que la prisión mata espiritualmente al hombre, destruye en él todo resorte activo y toda reacción útil a la vida en común, y arroja por sus puestas, al término de la pena, según su duración, un pobre sujeto desalentado y radicalmente estéril para la comunidad o un ser más rencoroso, más inadaptado, más agresivo que el que entró en la penitenciaría.” (Jiménez, 1982. Pág. 276)

Igualmente, explica los problemas psíquicos que genera la reclusión en una cárcel en el delincuente:

“Los efectos del encarcelamiento en la psique del preso no terminan al ser reintegrado a la libertad. Sieverts realiza este estudio y demuestra que la psique del penado, incluso en la vida libre, permanece poderosamente influida por la prisión. He aquí las manifestaciones de esa perniciosa influencia: incapacidad de concentración, debilidad de la memoria, ilusionismo fantástico, insatisfacción de la vida afectiva, defectos en el dominio de sí mismo, disminución del impulso de sociabilidad, falta de alegría en el trabajo, y, en última instancia, ausencia de decisión y de voluntad.” (Citado por Jiménez. 1982. Pág. 276)

Y también explica cómo luego de la cárcel, el individuo desde el punto de vista psicológico, no se recupera, sino que en muchas veces queda destruido así recobre la libertad:

“Sólo después de largo tiempo, y a veces tras de varias crisis nerviosas, se logra la adaptación a la sociedad, y sólo parcialmente se recobra el uso de las facultades psíquicas, tal como lo exige la lucha por las existencias. Muchas veces los presos quedaron para siempre reducidos a lo que se llama un hombre roto.” (Jiménez, 1982. Pág. 276)

Se plantea además, que se están perdiendo los recursos y las personas, en un sistema carcelario que se genere un verdadero valor o beneficio a la sociedad:

“Las cifras de reincidencia, que aumentan de año en año, demuestran paladinamente que el sistema punitivo, aún en vigor, produce, a lo sumo, eficacia preventiva general, pero que dese el punto de vista de la prevención especial es completamente estéril. Los reclusos sufren, a causa de la pena privativa de la libertad, un grave déficit de naturaleza psíquica y material, sin que la sociedad obtenga en cambio de ello un beneficio apreciable. Al contrario: cada uno de estos hombres que la penitenciaría destruye representa a la vez una pérdida para la sociedad, creándose así una situación antieconómica e inmoral.” (Sieverts, citado por Jiménez, 1982.  pág. 276-277)

 

EL PSICOANÁLISIS, LAS NEUROCIENCIAS Y EL RACIOCINIO

 

El psicoanálisis plantea como base de la conducta la relación entre el ello, el yo y el superyó, para hacer una relación entre el subconsciente y el consciente, estableciendo un constante conflicto interno, del cual se desencadenan múltiples reacciones, que rigen el comportamiento de una persona. Igualmente con ello explican la personalidad y el carácter de un individuo que se construye a través de sus vivencias sociales y hasta de sus antecesores. El resultado es que el hombre tiene unas pulsiones básicas (el ello), que son contenidas por el consciente (el yo), y que al mismo tiempo es guiado y reprimido por una consciencia social y moral (superyó).

Ahora bien, sobre este tema, las neurociencias han generado un debate en relación a que no es cierto, según algunos estudios que explican cómo funciona el cerebro, que el individuo tenga libertad para dominar su comportamiento, pues, se ha planteado por parte algunos científicos entre ellos Libet (Jager, 2013), que el comportamiento no se encuentra ligado a la voluntad, sino que se encuentra determinado previamente por el inconsciente, y que por tanto, según esta postura, un individuo no decide lo que hace, sino que hace lo que está predestinado a hacer (Jager, 2013) (Hirsch, 2013). De acuerdo con ello, el ser humano no sería libre de decidir, sino que está preordenado a hacer las cosas, pues se plantea:

“… que el reflejo preconsciente de querer o hacer algo, es más rápido que el hacer consciente. De ello concluyó Libet que el cerebro inicia procesos volitivos antes de que la persona sea consciente de esa voluntad.” (Jager, 2013)

La consecuencia de dicha postura es que el ser humano reacciona a los estímulos, a la realidad que lo rodea a través su subconsciente, y el cerebro solo reacciona a estos estímulos, partiendo del conocimiento previo y las emociones (Jager, 2013). La consecuencia de esta postura, es el determinismo extremo, es decir, toda persona hace lo que está predeterminado a hacer de conformidad con su personalidad, y por ello no tendría libertad alguna para decidir, de acuerdo con lo anterior, un sujeto viola a una persona, porque estaba predeterminado a ello.

En la misma línea de pensamiento, se plantea una vertiente diferente del mismo estudio, en el que dice que si bien, la actuación del sujeto estaría determinada previamente por su personalidad, sí existe un derecho a veto por parte del individuo, que podría dar como una especie de orden de cancelación al acto que va a realizar. De esta manera, a pesar de que exista una predeterminación a realizar un delito, el cerebro puede enviar una orden de anulación del acto, y para ello, se coloca el ejemplo de quién quiere robar un banco, y encuentra que en el momento en que se dispone a realizar la acción, hay 5 policías más, además del guardia de seguridad, y por tanto, decide abortar el acto criminal para evitar una confrontación que no le favorece (Jager, 2013).

Así las cosas, tanto el psicoanálisis como los exponentes de las neurociencias, comprenden que el subconsciente genera unas pulsiones que son el origen de la conducta de conformidad como funciona el cerebro. La diferencia entre uno y otro, es que los psicoanalistas consideran que la culpa se produce antes de darse el comportamiento, como un sentimiento, y no como una toma de postura como lo plantea el libre albedrio. En el caso de los exponentes de las neurociencias, el hombre no decide lo que hace, sino que hace lo que está predestinado a hacer, aclarando que se admite la potestad de cesura del comportamiento del individuo, lo cual, va muy de la mano de la relación entre el ello y el yo, planteada por el psicoanálisis.

Ahora bien, como se vio en la psicología individual, es muy difícil que exista un hombre que viva sin yo o superyó, y que viva solo del ello, por tanto, mínimo tiene un yo, que le permite al individuo calcula sus actos de acuerdo con las circunstancias que se le presentan, y si encuentra que existen varios policías en el banco que quiere robar, decide aplazar el hecho, pues considera peligroso para él enfrentarse a disparos con los agentes de la Ley.

De esta manera, podemos prever como lo estableció la escuela finalista que las personas tienen una finalidad al momento de realizar una conducta, con la facultad de calcular y prever un resultado de sus acciones. Así también, cuando se explica las funciones de las partes del cerebro, donde el hemisferio izquierdo es la parte lógica, el hemisferio derecho la parte creativa, y la parte posterior del cerebro es la parte instintiva, se ha planteado, que al realizar una conducta, la parte lógica realiza el cálculo de lo que puede ocurrir, la parte creativa, recrea la situación o la imagina, y la parte instintiva reacciona para mover todos los músculos para realizarla. En todo caso, el funcionamiento del cerebro es tan complejo, que existen varias posturas un mismo fenómeno.

 

 

CONCLUSIÓN

Los orígenes de los crímenes pueden ser muy variados, y no todos pueden encasillarse en una supercategoría, por lo que la complejidad del ser humano y la sociedad genera una diversidad de causas y de concausas, pero no se puede desconocer que los planteamientos del psicoanálisis y de la psicología individual, tratan de hacer un esfuerzo por comprender al delincuente, más allá de la configuración de una conducta penal, que requiere de una restricción de la libertad, y nos permiten desde otra óptica analizar lo que ocurre y lo que se hace en el derecho penal con el delincuente:

“El robo, por ejemplo -dice Westwick-, apartándonos completamente del beneficio material que pueda obtener el que roba, a menudo es un acto que expresa venganza o simbólica compensación para el desposeído. Actos de violencia (crímenes) que ofrecen, a menudo los más graves riesgos, no son sino demostraciones de agresividad, hombría y arrojo que encubren inconscientes sentimientos de debilidad e inseguridad y los suplantan por sentimientos de bravura y confianza en sí mismos. Conflictos emocionales de la neurosis que derivan en simbólicas satisfacciones de necesidades insatisfechas. En el sujeto criminal esos conflictos conducen a acciones delictuosas. Muchos delincuentes, sin embargo, actúan fuera de sus conflictos neuróticos en la vida real. Algunos, literalmente, solo obran para ser encerrados tras las puertas carcelarias. Sus consciencias cargadas han generado sentimientos de culpabilidad y así ellos mismos provocan y buscan el castigo para neutralizar tal sentimiento. Otras son criaturas de compulsión, manejadas por fuerzas descritas por Freud, como envolventes de su mecanismo cerebral de transferencia y de compulsión repetida. Carentes en su niñez de afectos normales, amargadas y desposeídas de todo, desde temprano se sienten sacudidas por conflictos inconscientes, que le impulsan a buscar más tarde en la delincuencia las satisfacciones que jamás poseyeron. La víctima, el proceso, el juez, la prisión, la pena son para ellas sólo símbolos. Los sueños de los presos a menudo revelan que la prisión representa para ellos -en su subconsciente- protección y amparo. Simbólicamente retornan a la madre.” (Jiménez, 1982. pág. 259)

Así las cosas, podemos plantear que muchos conflictos internos de la psiquis provienen de la personalidad del individuo, de la forma como fue educado, y la forma en que fue creciendo en la sociedad.

Que en efecto, el ello, el yo y el superyó, como una forma de explicar dichos conflictos internos, pueden dar una idea de cómo surgen y como pueden manejarse los conflictos internos de las personas, y su personalidad.

Que los complejos de inferioridad en efecto existen y se pueden apreciar en las conductas de los seres humanos que buscan sobreponerse a una sociedad que los avasalla en muchas formas, y que de cada resurgir del individuo luego de ser atacado, muestra su poder de superación, y que cuando no lo logra, busca alternativas para seguir adelante.

Que el delito tiene un componente psicológico muy fuerte, y que ha sido ignorado por el derecho penal, sobre todo en el tratamiento del delincuente con el sistema carcelario y los parámetros legales de una sentencia y su ejecución en un sitio carcelario.

Que la reeducación y el tratamiento psicológico para recuperar o resocializar a delincuentes, sigue siendo una asignatura pendiente en sistemas carcelarios como el Colombiano, y el de muchos otros países, que siguen similares parámetros.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

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Zaffaroni, Eugenio; Dias Ilison (2019). La nueva crítica criminológica.criminología en tiempos de totalitarismo financiero. Ediciones Gustavo Ibáñez Carreño. Bogotá.

 

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