jueves, 25 de septiembre de 2025

Cuando no hay derecho penal, no hay límites a la barbarie

 



Una corriente dogmática que aboga por el abolicionismo, que plantea que el derecho penal debe desaparecer, porque acaba con la dignidad humana, sirve de instrumento para preservar los intereses de las clases dominantes, porque la cárcel es una manera de destruir a los seres humanos, y que la resocialización es un fin casi imposible en prisión.

Cuando uno ve la posibilidad de que pueda ocurrir un caso como el del ejemplo citado anteriormente, se puede analizar que el derecho penal, fuera de ser un instrumento para castigar a quien cometa un delito, es un límite al poder punitivo del Estado y de la reacción desmedida de las masas.

El derecho penal garantiza un debido proceso, que en otras palabras significa un juicio justo, donde se puede ejercer un derecho de defensa y contradicción, en igualdad de condiciones; que se te presuma inocente hasta que no se compruebe tu culpabilidad, a través de pruebas legales, y con el respeto de todas las garantías y derechos constitucionales.

El derecho penal anula la posibilidad de que las autoridades realicen ejecuciones extrajudiciales, es decir maten a personas sin mediar un juicio sin derechos. Operaciones de la fuerza pública como el plan pistola (matar a los delincuentes y no dejar sobrevivientes), plan de fuga (liberan a los capturados para momentos después dispararles diciendo que se iban a fugar), la limpieza social (dan muerte a ladrones, vagabundos, recicladores, drogadictos y pordioseros), y no dejar cabos sueltos (matar testigos o delatores), son conductas que el derecho penal prohíbe y previene.

El derecho penal también evita los linchamientos y asesinatos realizados por una turba enardecida, que cegada por la furia, suele caer en los castigos más irracionales y deshumanizantes, recordando las antiguas cacerías de brujas y de vampiros falsos.

Igualmente, sin el derecho penal los castigos serían totalmente irracionales e inimaginables, y dependerían de ardida y de imaginación del verdugo o del juez.

De no ser por el derecho penal, volveríamos a los juicios de Dios, a la tortura como método principal de investigación y a los juicios basados en acusaciones falsas y prejuicios, como los que se dieron en la época de la inquisición.

Sin el derecho penal las personas serían condenadas no solo por conductas que no cometieron, sino por conductas que ni siquiera serían delitos como le pasó a Becaria, que lo condenaron a prisión por querer casarse con una mujer que no aprobaba su padre.

Sin el derecho penal lo inmoral y el pecado fueran delito, lo que generaría un gran problema al confundir el derecho con la moral y la religión.

El derecho penal debe existir, para limitar y racionalizar el poder de enjuiciar y castigar a un delincuente, dándole la oportunidad a los no culpables de demostrar su inocencia.










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