domingo, 3 de diciembre de 2023

EL CRIMEN COMO COMPULSIÓN

 




EL CRIMEN COMO COMPULSIÓN

¿QUÉ TIENEN LOS DELINCUENTES EN EL CEREBRO? LA TEORÍA DE LA COMPULSIÓN DEL PROFESOR MAURO TORRES.

 

Se trata de una teoría que refuta la tesis de Lombroso del delincuente nato, al considerar al delincuente como un hombre no evolucionado y salvaje, partiendo de anomalías morfológicas. Según el profesor Torres (2009), la teoría lombrosiana, no tiene sustento en la antropología, pues no se puede asociar al hombre moderno, con un hombre no evolucionado o con un primate, pues no hacen parte del mismo árbol genealógico, del cual se separaron al desarrollarse el gen del hombre moderno, y que lo diferenció del resto de primates y de hombres prehistóricos.

De acuerdo con el profesor Torres (2009), el hombre moderno (homo sapiens sapiens) surge de un antepasado que evolucionó no solo en el uso de herramientas, sino también en su arte y creatividad, y posteriormente de su raciocinio y poder de invención, lo cual en definitivamente lo diferencia de los primates, y de los demás antepasados ya extintos como el hombre Neardental o el Cromañon. Por lo cual, no existe un hombre o una clase de hombre primitivo, todos somos descendientes de un antepasado común.

Por otra parte el profesor Torres (2009), también se encarga de controvertir la tesis de Freud, quien considera que el origen de todos los delitos es el incesto (deseo de matar al padre para quedarse con la madre), partiendo del complejo de Edipo y el complejo de Electra. Para el profesor Torres (2009), el primer delito que registra la antropología, es el delito de la guerra, y partiendo del código Hamurabi como primera referencia escrita de una ley penal, se evidencia, que no solo el incesto estaba prohibido, sino también muchos otros delitos establecidos con pena basada en la ley del talión. Para el citado profesor (Torres, 2009), en la medida en que el hombre funda las primeras ciudades, comienza a establecer las primeras reglas de convivencia, y no hay prueba fehaciente de que el origen de todos los delitos sea el incesto como sostiene Freud. Por eso plantea, que el origen de los delitos son las compulsiones que se relacionan entre sí, y hacen parte de un mismo sistema de comportamiento contrario a las leyes:

“Es un inmenso sistema compulsivo, cuyas partes -las compulsiones- se hallan entrelazadas en una vasta red de relaciones, de acuerdo con la cual, todas tienen un mismo rango en cuanto a su importancia, ninguna de ellas puede ser conocida por fuera del sistema, ni mucho menos “combatida por fuera del sistema, de aquí el fracaso rotundo de las políticas de los gobiernos que se empeñan en combatir compulsiones aisladas.” (Torres, 2009)

Por otro lado, según el profesor Torres (2009), sí existe en cierto momento de la historia la mezcla entre un hombre que creo y desarrolló la agricultura, la ganadería, construyó ciudades, creando una cultura sedentaria, en contravía de un hombre menos evolucionado que aún vivía de la cacería, de la recolección, que corresponde a una cultura nómada. Dice que el contraste de estos dos estilos de vida, generó las guerras, lo que se puede evidenciar con ejemplos como las guerras entre los chinos y los mongoles, y las guerras entre los romanos y los pueblos bárbaros. Y además de lo anterior, se estableció también un cambio significativo de la historia:

“El primer efecto de esta confrontación entre pueblos guiados por sistemas antitéticos, fue la transformación de la historia en historia masculina pues fueron los hombres los que se hicieron cargo de las guerras tanto en el bando de los pueblos civilizados, como en el de los nómadas bárbaros siendo los poseedores de las armas, los músculos, las hormonas, la belicosidad, el gusto por el combate y el deseo de poder. Dentro del mecanismo de la historia masculina guerrera se produjo una lógica y fatal consecuencia: que la mujer que había participado junto al hombre en las faenas de las eras evolutivas, ahora, en la historia, se hizo a un lado de los acontecimientos y se refugió en su poderoso instinto materno que no tuvo por qué disminuir con el paso de las eras evolutivas a la históricas.” (Torres, 2009)

Para el profesor Torres (2009) los delitos son el producto de las guerras, las compulsiones y los efectos del alcohol en el cerebro. Así las cosas, como dijimos anteriormente, las guerras fueron la primera fuente de los delitos. En relación con el alcohol, se dijo que al producir el hombre bebidas alcohólicas como la cerveza y el vino, en tanto, que puede evidenciarse que la ingesta de alcohol, como causa de riñas, peleas, enfrentamientos, actos irresponsables, accidentes de tránsito y de malas tomas de decisiones (Torres, 2009), que son la causa de muchos delitos.

Según un estudio realizado con más de 300 reclusos en Colombia, el profesor Torres (2009) demostró que el alcoholismo era un factor reincidente en la mayor parte de los delincuentes (el 42.6% de 374 familias y el alcoholismo compulsivo se presentaba en el 45.99% que representaba a 1563 individuos de 2800 personas analizadas), ya sea ellos directamente, o ya sea por sus padres. A su vez, se establece dramáticamente, que el alcoholismo se transmite hereditariamente, y no solo entre padres a hijos, sino también de abuelos a nietos, pues se trasmite genéticamente, así que los problemas propios que produce el alcohol en las conductas de las personas y sus familias, también se transmiten de generación a generación.

Pero el problema no para en este tema, sino que el profesor Torres (2009) ha planteado que el etanol, contenido en el alcohol, ingresa a las células sexuales (ovulo y espermatozoide), creando una mutación genética que produce una anomalía en el cerebro, que genera compulsiones de diferente índole, entre ellas, realizar conductas delictivas.

La compulsión es definida por el profesor (Torres, 2009) como:

“Esa fuerza irresistible que caracteriza la dinámica de la compulsión, presiona el comportamiento de algunos hombres -no de la especie entera ¡al menos por ahora¡-, como si fuera una Voluntad Superior, muchísimo más poderosa que la voluntad personal, a realizar actos invertidos, lesivos de los demás en algunos, y siempre sin capacidad adaptativa, (…), con el agravante de que una sola persona puede padecer placenteramente -¡notable paradoja¡- varias compulsiones, moviéndose como pez en el agua entre compulsivos, por la afinidad que existe entre ellos, debido al aire de familia que los caracteriza.”

Desde el punto de vista cerebral lo explica, de la siguiente manera:

“Ahora bien, ya tenemos formado el centro compulsivo en la corteza orbital del lóbulo frontal del hemisferio cerebral derecho y los neurocircuitos correspondientes a esta estructura de neuronas, que son el producto de la proteína anormal con sus neurocircuitos patológicos, desde donde parten los potentes impulsos que buscan la satisfacción correspondiente a cada una de las compulsiones con que haya sido afectado el comportamiento: potentes impulsos que demandan urgentemente comida en el glotón, droga en el drogadicto, una víctima en el delincuente, alcohol en el alcohólico. Este es el momento compulsivo de estos males, acompañado de enorme ansiedad por el compulsivo mientras su deseo intensísimo se realiza, que no se parece a los deseos naturales por su gran fuerza.” (Torres, 2009)

Continuando con el estudio, la consecuencia de dicha compulsión es la siguiente:

“Por eso se comprende el fenómeno extraordinario de que el compulsivo no puede controlarse, no puede reprimir su deseo, es como si tuviera una Voluntad Compulsiva que es mucho más poderosa que la voluntad personal del compulsivo. El deseo natural de una persona normal es controlable, reprimible, aplazable. Un delincuente, en cambio, no puede aplazar sus deseos de delinquir, ni es capaz de reprimirlos: su imperativo incontrolable le ordena robar, violar, asesinar, asaltar.” (Torres, 2009)

Y plantea el mismo profesor Torres (2009) que la compulsión genera adicción, pues cuando el compulsivo alcanza su objetivo, robar, matar, comer, fumar, “sienten alivio y enorme placer porque la satisfacción ha estimulado los centros adictivos, o centros del placer, o de recompensa, que se hallan en la parte interior del cerebro, abajo, en la zona límbica, y se conocen con los nombres de núcleo accumbens, amígdala, septum que secretan un neurotransmisor químico conocido como Dopamina que genera el enorme placer que experimenta el compulsivo cuando el objetivo de su compulsión ha sido conseguido.”

Y concluye sobre este punto el mismo Torres (2009) lo siguiente:

“Nosotros vemos dos momentos en cada compulsión, el comienzo y el término, el violento deseo consciente nacido en el centro compulsivo y la satisfacción en el centro adictivo; la voluntad compulsiva que ordena la realización de la necesidad compulsiva y ante la cual la persona no puede resistir, y el clímax del placer, por la secreción de los químicos del placer cuando el deseo ha logrado cumplirse.”

La problemática de la compulsión, es precisamente su control, pues la compulsión no desaparece, y puede recaer nuevamente, así lo explica el profesor Torres (2009):

“Una persona que comenzó a fumar por simple imitación o por estímulo del medio, se vuelve adicta, pero no ha heredado su adicción y le es más fácil curarse. Aquí hablamos de un solo momento: la adicción. En cambio, la adicción correspondiente a una compulsión no es aprendida, sino heredada, y la persona puede dejar la adicción, pero continúa siendo compulsiva, ya que las estructuras neurológicas del centro compulsivo se formaron por la intervención del gen mutado por el alcohol. Para tratarse -no decimos que para curarse-, se debe suprimir la adicción a cualquiera que sea las distintas compulsiones posibles, pero debe saber que la compulsión continúa. Un alcohólico o un delincuente, pueden haberse conservado abstemios durante muchos años, más si se descuidan, vuelven a reincidir, porque si bien han desestimulado el centro adictivo, el centro compulsivo siguió activo.”

Por lo anterior, se podría explicar la tendencia de reincidir de un delincuente, luego de haber sido, capturado, procesado y condenado, y luego de cumplir con su condena, decide realizar nuevamente el acto, y muy a pesar de haber recibido tratamiento. Ahora bien, los riesgos de incidencia aumentan, si a pesar de que el personaje ha sido encerrado, no ha recibido ningún tipo de tratamiento para controlar la adicción, y por lo menos, manejar la compulsión.

El profesor Torres (2009) manifiesta que existen tres clases de cerebro, el de los hombres normales, el de los locos y el de los delincuentes. Y que estás clases de cerebro, dependen en principio de la genética, luego de los estímulos sociales y ambientales, y también de la configuración propia del cerebro. En relación con el cerebro criminal, manifiesta su diferencia con los cebros normales de la siguiente manera:

“Repetimos que el delincuente es nuestro coespecífico, miembro como nosotros de la especie humana mestiza de sapiens y de nómada. Lo que en él cambia y lo hace pertenecer a otro universo, lo que hace que practica actos extraños, enteramente invertidos, lo que hace que tenga sentimiento que se riñen con los sentimientos de las personas normales ajustadas a la existencia adaptada, lo que hace que su sentido moral gire radicalmente al otro extremo del sentido moral aceptado por los códigos morales, es ese cerebro afectado precisamente en la región supraorbital de la corteza del lóbulo frontal del hemisferio cerebral derecho, que subvierte como si eso fuera lo debido; a violar como si eso fuera natural; a robar, a estuprar, a estafar, a incestuar, a venderse como mano asesina del sicario, como si eso fuera lo aceptable, precisamente por está prohibido, ya que lo prohibido se convierte en un incentivo para el acto criminoso, porque el no matarás, el no robarás, el no birlarás a la mujer de tu prójimo, (…) despiertan en ellos ese misterioso regusto por matar, robar, por birlar la mujer del prójimo…” 

Así la lógica del delincuente es totalmente diferente a la lógica común:

“El se siente diferente -y así me lo han confesado- y desprecia y se riñe con el modo de ser de la gente común; cree que su modo de ser es el mejor, cree que él tiene la razón y que los equivocados son los otros. cada día que pasa se acentúa ese sentimiento de ser diferente, de suerte que golpea con convicción, vaganbundea con convicción, roba y maltrata con convicción, sus patrones morales rompen con los patrones morales de gente de bien, que él cree que es la que obra equivocadamente. La ruptura es a fondo, porque los comportamientos que nacen de su cerebro tienen una dirección enteramente opuesta al común de las personas. Desprecia los consejos que le llueven de la familia, el colegio o la sociedad. No escucha, no entiende por qué le dicen que debe cambiar, si él se siente a gusto con su modo de actuar, y lo defiende desde niño, y pone en movimiento todas sus facultades mentales para sostener su modo de ser; su inteligencia, su ingenio, su astucia, todos sus talentos se ejercitan desde muy temprano para defenderse del medio que lo acosa con castigos y consejos: no hay duda alguna: su existencia ha tomado un rumbo diferente que contrasta con el de los otros, porque su cerebros no es igual al de los otros: nació con un cerebro distinto que emite comportamientos extraños a los aceptados por la familia y la sociedad¡” (Torres, 2009)

También menciona Torres (2009), que de no ser por la compulsión, el delincuente sería un persona normal, pues:

“Porque el delincuente cuando está en la cárcel y no se haya bajo el fuero de su compulsión es una persona común y corriente, como cualquier individuo normal. Razona, reflexiona, construye juicios, intercambia ideas, como cualquier persona normal. Debe saberse que los compulsivos en general y el delincuente en particular tienen una mentalidad correcta y si no fuera por la compulsión que los impulsa al crimen podría colocárselos en la primera mentalidad o mentalidad normal (…) cosa muy distinta a lo que ocurre con el enfermo mental, con el psicótico o el neurótico, con el loco, para decirlo de una manera coloquial, que inmediatamente se distingue del médico por su comportamiento alterado, sus ideas disparatadas, sus delirios, alucinaciones, extravagancias, actitudes absurdas, comportamientos dolorosos como ene el depresivo agobiado por la culpa o por los deseos de no vivir, o como el maniaco hiperactivo, hiperoptimista, que habla sin parar y asocia todo cuanto ocurre a su alrededor en un flujo disparatado de sentimientos. (…).

No. El delincuente tiene una mentalidad en forma -a menos que sea un caso mixto compulsivo y enfermo mental-, el reflexiona y pronuncia juicios correctamente, ni delira, ni alucina, ni quiere suicidarse, ni se ve agobiado por los sentimientos de culpa, ni quiere morirse, ni dice disparates, sino que es cuerdo en su conversación y en sus argumentos. Las funciones mentales del delincuente son enteramente normales, otra cosa es que la ponga al servicio de su compulsión delictiva, que es lo que llamo la mentalidad compulsiva de acuerdo con la cual la compulsión se ve respaldada por la inteligencia, la razón, la conciencia, el ingenio, la astucia, justamente para no hacer locuras, como me lo han dicho en repetidas ocasiones. Un loco quiere robarse la luna o la placa del carro que desea hurtar, un ladrón con su fino talento y agilidad en segundo desocupa un apartamento.” (Torres, 2003)

Este es el sustento de Torres (2003) para sostener la diferencia que existe entre un delincuente y un loco, así como anteriormente se señaló, como se diferencia un delincuente, de una persona normal, para llegar a exponer, que existen tres clases de mundos de acuerdo con el tipo de cerebro. También soporta el hecho de la existencia de la compulsión en el cerebro del delincuente, cuando en sus entrevistas con ellos, al preguntarles la razón por la cual delinquen, mencionan primero, la pobreza, la corrupción, la familia, pero luego, comienzan a plantear que de niños eran muy rebeldes, que nunca escuchaban cuando eran corregidos, ni hacían caso, y que el delito le salía natural, y plantean que sienten una fuerza que los lleva a cometer actos prohibidos, sin que puedan resistirse a ella (Torres, 2003), y concluye:

En todas estas manifestaciones se palpa con claridad, que el delincuente es movido por presiones mentales internas, superiores a toda consideración como si fueran impulsados mecánicamente por una máquina invisible cuyo poder no pueden resistir; ni el horro, ni miedo al escándalo o la cárcel, son suficientes para que se contengan. (…) del mismo modo de una persona que nació normal actúa de manera normal, ellos actúan de modo invertido, y ninguno, ni el normal, ni el delincuente, se preguntan por que actúan así: simplemente les sale actuar de ese modo.” (Torres, 2003)

Por último, el estudio también abarcó a las mujeres, y se encontró que así como los hombres, las mujeres también heredan la compulsión, y realizan delitos por compulsión. La diferencia se encuentra en los medios, según mencionan las mujeres, que son independientes de los hombres para cometer delitos, y esto es, que los hombres son más dados a utilizar la fuerza y las armas de fuego, y las mujeres, el engaño y el encanto (Torres, 2003).

En igual sentido, el profesor Torres (2003) niega la premisa de Lombroso según la cual, el lado delincuente de una mujer es ser prostituta:

“… la delincuente compulsiva no puede ser prostituta, en tanto que la prostituta compulsiva no puede ser declarada delincuente compulsiva, pero que , como dice Natali, que la cono muy bien, lo único que sabe hacer es desplumar (atracar, robar) a sus clientes en la cama, esto es, que la prostituta, por miedo, en razón de su sexo femenino, ejerce una solapada forma de delincuencia directa, que incluye, además, los hechos de sangre, y una delincuencia indirecta como proverbial cómplice de los hombres que delinquen, protegiéndolos y ayudándolos.”

De esta forma, plantea Torres (2003) que no se trata de un problema de género, pero sí llama la atención de que la población de delincuentes sea mayor la masculina que la femenina, y que, por ello, surge la necesidad de hacer estudios posteriores para soportar este hecho.

 

ANALISIS CRITICO DE LA PROPUESTA.

 

Esta propuesta, plantea la posibilidad de una mega estructura que explica la razón por la cual los delincuentes delinquen, partiendo del hecho de que solo los delincuentes, padecen de compulsiones, que les impiden frenar sus impulsos a realizar diferentes clases de delito, de acuerdo con la personalidad del delincuente.

Que dichas compulsiones pueden consistir en conductas lícitas como el glotón o el drogadicto, que son impulsados por las compulsiones a consumir comida o drogas, pero que ello, no implica ningún delito. Sin embargo, existen otras compulsiones ilícitas, como el hurto, la estafa, el asesinato, la violación, que ya tienen un componente delictual, pero que todas las compulsiones parten de un sistema común.

Partiendo de la existencia de las compulsiones, ya sea por el efecto del alcohol en los alcohólicos, o de aquellas personas que hayan heredado alguna compulsión por el efecto del etanol en su genética, crea una anomalía en el funcionar del cerebro, específicamente en el lóbulo parietal derecho, que impide al cerebro controlar el impulso de una actuación ilícita, y que una vez realizada, genera una sensación de placer, por lo cual, se plantea que la compulsión es adictiva.

Este planteamiento va en contra de la teoría del libre albedrío, según la cual, el hombre tiene la oportunidad de escoger entre respetar la norma, y no hacerlo. Es decir, la persona que tiene la compulsión, no puede autodeterminar su comportamiento porque se trata de una fuerza irresistible que lo hace actuar en contra de la Ley, y en el caso, del delincuente compulsivo, no hay forma de evitar un delito, cuando éste obedece a la compulsión. Ello va acorde en parte con la teoría de las neurociencias que plantea, que un hombre no hace lo que decide, sino hace lo que está preestablecido a hacer, así las cosas, una persona normal podría bloquear o neutralizar un comportamiento negativo antes de realizarlo, pero, en el caso del delincuente que se encuentra preordenado para ello, no se presenta dicho bloqueo (Jager, 2013).

También podríamos plantear que la teoría de la compulsión, tiene similitud con el funcionamiento de la teoría del psicoanálisis, en relación a como funcionan el ello, el yo y el superyó. En tanto que parten de que el delincuente delinque, porque los impulsos no son neutralizados o controlados por la conciencia, representados en el yo en principio y el superyó (Jiménez, 1982). De acuerdo con los planteamientos genéricos del psicoanálisis, los delincuentes presentan problemas en el yo y en el superyó.

Todas estas tesis, plantean un determinismo, en el cuál, de acuerdo con el cerebro o la psiquis, una persona está predispuesta a delinquir, y no puede controlar sus impulsos.

En el caso de la teoría de la compulsión, se plantea que un hombre normal no podrá cometer delitos, y solo los delincuentes, debido a su cerebro alterado por la compulsión podrían cometerlos. La duda que surge sobre esa afirmación, ¿es qué ocurre si un hombre normal delinque? Según la tesis, planteada por el profesor Torres (2003), ello es imposible, lo cual habría que ver si ello es rebatible.

Por otra parte, tendríamos que establecer que en algunos casos como las compulsiones que son variadas y que hacen parte de un todo (Torres, 2003), pero algunas son legales y otras ilegales, una persona puede ser compulsiva sin ser delincuente. Pero al mismo tiempo, podríamos plantear que si un compulsivo legal, podría desarrollar con el tiempo otra compulsión ilegal, lo cual dentro de la teoría plateada por el profesor Torres (2003), parece ser posible, y se confirmaría la compulsión como origen del delito, pues el individuo igualmente es compulsivo.

Esta teoría de la compulsión también tendría un impacto decisivo en la inimputabilidad, en razón de la autodeterminación de la conducta. Y si bien, el profesor considera como cerebros diferentes a los compulsivos delincuentes, de los trastornados mentales, por que el juicio de raciocinio de los delincuentes se encuentra intacto, mientras que en los trastornados no, se debe plantear en efecto un viraje en la comprensión de la autodeterminación de la conducta, pues, de acuerdo con esta tesis, ningún delincuente puede resistirse al impulso de delinquir.

 

 

BIBLIOGRAFÍA.

Torres, Mauro (2003) Compulsión y Crimen. Segunda edición. Legis. Bogotá.

Jäger, Christian. (2013) Libre determinación de la voluntad, causalidad y determinación a la luz de la moderna investigación del cerebro. Págs. 57-60. Demetrio, Eduardo (dir.), Maroto, Manuel (coord.) Neurociencias y derecho penal. Nuevas perspectivas en el ámbito de la culpabilidad y tratamiento jurídico-penal de la peligrosidad. Edisofer y BdF.

Jiménez, Luis (1982) Psicoanálisis criminal. Sexta edición. Ediciones Depalma. Buenos Aires.

 

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