ANALISIS DE LAS MENTES CRIMINALES.
INTRODUCCIÓN.
Uno de los temas con gran
atención de la criminología ha sido tratar de explicar las causas del delito, y
una de las herramientas que se han utilizado ha sido la psicología, donde se
estudia el comportamiento humano, desde el cual, hay toda un área que estudia
el comportamiento de los criminales.
La psicología se ha encargado
de estudiar al criminal y las causas del delito, desde las anomalías de los
comportamientos, esto es, comportamientos considerados no adecuados, que
desencadenan una conducta criminal.
Igualmente, la psicología ha
realizado importantes aportes en la investigación criminal, en el estudio de
los perfiles criminales, en la perfilación criminal de un procesado, y en los
tratamientos penitenciarios que deben recibir los condenados.
Así como el derecho que es
una ciencia social y que no tiene resultados exactos, en la psicología, también
se evidencia la inexactitud, pero ambas ciencias tienen reglas que las rigen, y
por ello, existen reglas generales, pero también sus excepciones, así por
ejemplo, se puede decir en la psicología que no todo psicópata es un asesino en
serie, pero si se puede decir que un asesino en serie es muy probable que sea
un psicópata.
El objeto de este trabajo
consiste en describir algunas metodologías que tratan de explicar el
comportamiento criminal a partir de la psicología, entre las que se encuentran,
la que explica el delito como el desarrollo de la una personalidad, la que
explica el delito como el resultado de una conducta perversa, la que explica el
delito desde el concepto del yo, y las que explica el delito desde un acto
impulsivo o un acto reflexivo.
Cada una de estas teorías,
tiene un punto de abordaje del delito desde el comportamiento humano muy
interesante, y es lo que buscaremos explicar.
EL DELITO COMO PRODUCTO DE LA
PERSONALIDAD.
En la psicología, hay un área
llamada psicología del desarrollo, según la cual, toda persona construye una
personalidad, y ella se encuentra integrada por varios elementos que se
relacionan entre sí y no pueden verse por separado, estos elementos son: la
herencia y aspectos biológicos, la experiencia subjetiva y los elementos socioculturales
(Castro y González, 2023, pág. 21). Los profesores Castro y González (2023),
explican que muchas veces los estudios sobre los delincuentes se centran en los
aspectos hereditarios o biológicos, y en los socioculturales, perdiendo de
vista, el tercer elemento, que es la experiencia intersubjetiva, que es donde
el sujeto configura, vivencia, interpreta y valor a la manera como atiende los
otros dos elementos, mencionando que,
“si
bien es cierto que la herencia y el ambiente influyen muchísimo sobre la
configuración de la estructura psicológica, al omitir la experiencia subjetiva
se estaría asumiendo que la herencia y el ambiente operan por sí solos, sin
ningún ente que vivencie, interprete y valore dicha realidad.” (Castro y
González, 2023, pág. 21)
Ahora bien, cuando se
entiende a la personalidad como un conjunto de factores biológicos, cognitivos,
afectivos, y comportamentales, los psicólogos pueden observar patrones, que le
permiten “clarificar algunos rasgos esenciales de una persona indistintamente
de la situación en que se encuentre” y “predecir en algún grado el
comportamiento de una persona en determinada situación.” Así entonces, al
conocer la personalidad de alguien, los psicólogos pueden determinar los rasgos
actuales y potenciales, lo que les permite predecir un comportamiento (Castro y
González, 2023, pág. 22).
Ahora bien, una vez entendida
la personalidad como antes se citó, se debe analizar el concepto de trastorno
de la personalidad, que es lo que permite entender en parte el comportamiento
criminal. Cuando una persona tiene un trastorno de la personalidad, tiene que
son un patrón de conducta contrario a lo que cultural y socialmente se entiende
como normal:
“…
para entender los trastornos de personalidad es necesario recurrir al contexto
y cultura que rodea a la persona que lo padece, y en la cual se ha
desarrollado. En este sentido los trastornos de personalidad se refieren a un
patrón duradero y estable de conductas y de vivencias que se apartan de lo
normal y de lo que en esa cultura en que se ha desarrollado la persona se
entiende como sano. Este patrón origina una forma de ser inflexible,
desadaptada y con un evidente deterioro para uno mismo y para la relación con
los demás.” (Castro y González, 2023, pág. 22).
Así las cosas, cualquier
persona puede desarrollar un trastorno de personalidad, en cuanto en su forma
de relacionarse con los demás, puede ser anormal o insano, y se produce, cuando
una persona trata de adaptarse a una situación incómoda para él, y no lo logra
de forma positiva, y esa situación incómoda es persistente y dura mucho tiempo,
generando así el trastorno. Aquí entonces se encuentra un conflicto interno, o
al interior de la persona, que busca “formas de bloquear, evitar o negar las
experiencias con las que no se identifica o que conforman una amenaza al autoconcepto
y percepción de sí.” (Castro y González, 2023, pág. 23)
Para explicar lo anterior, se
plantean varios ejemplos:
“Una persona puede tornarse
autoritaria en lo personal como una compensación a las sensaciones de malestar
experimentadas en el trabajo. (…)
·
La persona con trastorno de personalidad
depresivo sufre una perdida de sentido ante el futuro, ante lo cual se puede
defender manifestando que no encaja y que toda acción culmina en fracaso.
·
Las personas con trastorno de personalidad
evitativo distorsionan el sentido de los objetos y situaciones con las que se
relacionan; dicha distorsión aparece para desviar el temor que se posee hacia
la muerte.
·
Las personas con trastorno de personalidad
narcisista sufren una pérdida de sentido ante la imagen de sí, ante lo cual se
defienden afirmando perfección y grandiosidad.
(…) El padecer de la persona
con trastorno paranoide de la personalidad suele incurrir en una idea
(pensamiento) insistente de que los otros le envidian o desean hacerle daño,
frente a lo que podría experimentar (sentir) odio, rechazo, desagrado hacia los
pares, ante estos pensamiento y sentimientos actúa siendo agresivo justificando
una defensa ante una posible agresión, replegando o evitando el contacto con
quien considera puede causarle daño.” (Castro y González, 2023, pág. 23-25)
De esta forma, el individuo
se enfrenta al mundo, y trata de adaptarse, cuando lo logra mantiene su salud,
cuando el intento de adaptarse es frustrado, inicia el trastorno, como una
“forma de pensar, sentir, actuar y gobernarse de manera desadaptada, disfuncional
y en ausencia de bienestar subjetivo” (Castro y González, 2023, pág. 24), pues entre
otras cosas, lo padecen y sufren las consecuencias de su actuar. También
aclaran los profesores Castro y González (2024, pág. 25) que los desajustes que
provoca un trastorno de la personalidad no son ocasionados por enfermedades
psicológicas o por la ingesta de otras sustancias psicoactivas.
Dentro del mismo artículo
citado (Castro y González, 2023), se hace un análisis sobre la personalidad del
psicópata, donde en primera instancia lo diferencian del que padece un
trastorno antisocial, que tienen muchos aspectos en común como lo son la fuerte
intención de violar las normas, vulneración de derechos de terceros, tendencia
al engaño, agresividad, irresponsabilidad, desatención imprudente a la
seguridad propia y de terceros, e impulsividad, el psicópata tiene algo
adicional y es su falta de remordimiento, culpa o vergüenza de sus actos,
además de presentar una falta de empatía, afectividad superficial e
insensibilidad. El antisocial en cambio, sí siente vergüenza, culpa o
remordimiento de sus actos, solo que no es capaz de aprender de sus actos, y
por eso no pueden modificar su comportamiento hacia el futuro.
Luego establecen varios
factores de la crianza de un niño que pueden generar rasgos psicopáticos como
lo son, la violencia, el abuso, el maltrato, que generan que un niño encuentre
al mundo como hostil, pues todo el mundo lo agrede, comenzando por aquellos que
están supuestamente para protegerlo. Así las cosas, el niño usa la violencia
aprendida como una forma de darse valor y comunicarse con un mundo que le
negaba su valor, enfrentándose a toda norma que considera como injusta, y en
muchas ocasiones surge un deseo de venganza contra un sistema injusto.
Otra de las situaciones que
influyen también en generar rasgos psicopáticos, es la educación negligente,
que es aquella que no impone límites serios, que incumple promesas, y que se
encuentra relativamente ausente, donde los niños sufren una sensación de
inseguridad y donde no existen reglas claras. La aplicación de castigos
excesivos o injustificados, hacen que el niño se sienta en un estado de alerta
constante, y de minusvalía, donde siente que no puede cumplir con la norma o
los estándares impuestos, independientemente de los esfuerzos que haga (Castro
y González, 2023, pág. 32).
También menciona que una
crianza sobreprotectora, hace que un niño no asuma el sufrimiento y no lo
maneje de la mejor manera, frustrándose y actuando de manera errática ante un
problema. También en este tipo de crianza
el niño no tiene límites y se aleja de la normatividad por considerarse
especial y merecer un trato privilegiado, y generando una total despreocupación
por adaptarse o seguir la norma de conducta (Castro y González, 2023, pág. 32).
Así las cosas, se expone que
un psicópata es el producto de un desarrollo anormal de su formación como
persona, que le impiden tener una consciencia moral que le permita bloquear sus
reacciones agresivas hacia los demás, que le impiden desarrollar vínculos
afectivos con sus pares, no logrando reconocer las necesidades y sentimiento de
los demás, permitiéndole vulnerar las normas y los derechos de los demás, al
hacer prevalecer sus propias necesidades.
Al respecto se menciona:
“Es
necesario aclarar que una infancia desorganizada en términos afectivos y
familiares, y socialmente caótica, con sensaciones intensas y crónicas de
impotencia, insignificancia y minusvalía, son solo el caldo de cultivo para se
pueda presentar la psicopatía. Por sí solas, estas situaciones y experiencias
no generan automáticamente psicopatía. Habría que hacer un análisis completo de
estas situaciones a las que el joven se ve expuesto desde temprana edad, sumado
a predisposiciones psicológicas, biológicas y hereditarias que pueden llevar a
formas inapropiadas de interiorizar la norma. Lo cierto es que si ante una
constante y crónica exposición del niño a este tipo de situaciones generadoras
de experiencias de impotencia, insignificancia y minusvalía, este no logra
elaborar y procesar cognitivamente dicho sufrimiento es posible que esto pueda
generar problemas de conducta que a futuro terminen por matizar el
comportamiento con rasgos psicopáticos.” (Castro y González, 2023, pág. 32).
Según los profesores Castro y
González (2023, págs. 36-37), todo niño presenta cuatro etapas donde desarrolla
sus capacidades para relacionarse con los demás:
·
Fusión: Se desarrolla la afectividad,
seguridad y confianza. El niño llora para tener la atención que requiere, y si
es atendido, se afianza el afecto, la seguridad y la confianza.
·
Separación: Explora el mundo, experimenta la
libertad y la independencia. Comienza a aprender las reglas de sus padres, y al
seguirlas, experimenta seguridad.
·
Satelización: Comienzan a comprender las
normas y a seguir las reglas, aprenden a imitar a sus padres por afecto, y
comienzan a desarrollar habilidades y competencias.
·
Similaridad: Se desarrolla la empatía, a
entender las necesidades y derechos de los otros. Comienzan a relacionarse con
las normas de otras personas.
Una mala formación, educación
y unas experiencias de violencia, abuso o negligencia, hacen que el niño,
pierda su seguridad, su esperanza, su libertad, su capacidad para comprender
las normas, y su capacidad para comprender a otros, generando así problemas
conductuales y desarrollos de rasgos psicopáticos.
El análisis que se realiza
desde la psicología del desarrollo, permite “conocer las características
saludables mínimas necesarias en cada momento de la vida, a partir de lo cual
poder comprender las experiencias de bienestar o sufrimiento que un joven pueden
tener en un momento dado.” (Castro y González, 2023, pag.35)
Teniendo presente entonces,
la educación, experiencia y condición biológica de una persona, podemos
encontrar razones, por las cuales un psicópata tiene ciertos rasgos, cuando en
su vida, no ha generado vínculos afectivos, no logra interiorizar las normas de
conducta, y no puede entender las necesidades de los demás.
De lo anterior, se desprende
que el psicópata dada su desvinculación emocional con el resto de personas, se
concentra en el presente, sin proyección hacia el futuro, lo que le impide
aprender de sus errores, o medir las consecuencias de sus actos, lo que hace
que le importe poco ser castigado.
Por carecer de vínculos
afectivos con los demás, su mundo gira en torno a sí mismo, con una
personalidad narcisista que le genera la necesidad de estar por encima de todas
las personas y por encima de la Ley.
El psicópata, no siempre hace
las cosas por sí mismo, y también acude a la opción de incentivar, determinar o
colaborar con que otros realicen la conducta que el desea. Y esto es muy
importante, pues el psicópata puede instrumentalizar a otros para realizar sus
conductas, lo cual lo hace mucho más difícil de detectar. Pero a su vez, esa
instrumentalización de otros a sus fines, es otra muestra más de su
despreocupación por la vida de los demás, de su bienestar o de su humanidad.
Además, se menciona que el
psicópata no presenta daño cognitivo, por lo que se mantiene conectado con la
realidad, por lo que no podría ser catalogado como inimputable, esto es, que
pierde la capacidad para comprender la ilicitud de sus actos. Y en este
sentido, su problema es conductual, es un trastorno de la personalidad que le
impide adoptar un comportamiento normal en una determinada situación que le
molesta, así entonces, frente a una ofensa o humillación, decide matar, sin
considerar al otro como persona, ni tener en cuenta sus derechos, ni plantearse
otras alternativas diferentes a la solución del conflicto.
ALGUNAS CONCLUSIONES.
Lo importante de este
estudio, es que explica cómo surge un trastorno de la personalidad, que es una
forma anómala del comportamiento, generada por un intento de adaptación a una
circunstancia molesta, que no es resuelta de buena forma, y que la persona lo
padece durante un tiempo considerable. Una vez desarrollado el trastorno de la
personalidad, la persona ejecuta un comportamiento errático y contrario a la
cultura, que lo hace entrar en conflicto con la sociedad.
Desde esta perspectiva, para
analizar un trastorno de la personalidad hay que tener en cuenta tres factores,
los biológicos, los sociales y la interpretación subjetiva, de lo cual depende
que una persona a pesar de enfrentar una situación complicada, pueda salir
adelante sin desarrollar ningún trastorno de la personalidad.
Que muchos trastornos de la
personalidad, en especial el trastorno antisocial y el trastorno psicopático,
se desarrollan en la temprana edad, y que dependen en gran forma del trato que
reciba el niño en su casa, que le permita desarrollar una consciencia moral que
bloque los comportamientos agresivos, que le permita conectarse emocionalmente
con las demás personas, y que le permita reconocer normas y límites claros,
para respetar los derechos de los demás y las normas de convivencia.
Dentro de esta perspectiva,
la delincuencia en especial la psicopatía se combinan factores genéticos,
sociales, pero también factores propios de la forma de reaccionar de cada
persona a su entorno familiar y social. Y en el caso de la psicopatía, una mala
educación puede influir en la pérdida de la confianza, la esperanza, la
libertad y la empatía en un niño, generando rasgos psicopáticos, como la falta
de conexión afectiva, falta de confianza en los demás, la falta de apego a las
normas, y la falta de empatía y de comprensión frente a las demás personas.
Se muestra cómo la educación
demasiado estricta, la educación negligente y la educación sobreprotectora,
pueden generar en los niños experiencias de impotencia, insignificancia y
minusvalía, que los llevan los rasgos psicopáticos anteriormente mencionados.
EL PSICOANÁLISIS Y EL DELITO.
El psicoanálisis es una
corriente de la psicología que se ha opuesto a las posturas deterministas, en
las cuales, se plantean que existen factores determinantes para que una persona
realice un delito, y que por ello, están predeterminados a ser delincuentes.
En el psicoanálisis, no
desconoce los factores determinantes como los biológicos, psicológicos y
sociales, pero parte de una perspectiva del sujeto, en el que éste hace una
elección de si realiza o no, un delito. Y se parte del hecho de que en muchos
casos de delincuentes se ha probado que no confluyen en él factores
determinantes para cometer el delito, o que en otros casos, teniendo todos los
factores, no lo cometen (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 49).
Freud y las bases del
psicoanálisis.
De acuerdo con Freud el
hombre sufre de una convulsión, que es una tendencia autodestructiva, que
apunta al goce opuesto a la adaptación, las regulaciones, las leyes morales y
la consideración del prójimo, que sobrepasa todas las restricciones impuestas en
la vida en comunidad (Aristizábal; y otros; 2023. Pág.
51).
Esta compulsión genera una
tensión psíquica en cada elección que hace, entre una tendencia a la
construcción y los nobles propósitos, y otra que tiende a la destrucción y el
desenfreno (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 51). Así las cosas, el delito
surge de un conflicto interno en el individuo, donde trata de controlar los
impulsos que buscan el placer y el propio beneficio, contrariando las normas de
la sociedad, de tal manera, que cuando no encuentra satisfacerlos de otra forma
legal, termina cometiendo actos delictuales.
En la teoría de Freud, se
presenta un enfrentamiento entre el ello, el yo y el superyó. Donde el ello son
los impulsos básicos que buscan el placer y el beneficio propio, y representa
esa tendencia a la autodestrucción de que se había hablado antes. El yo, que es
una parte que organiza las actuaciones, protege a la persona de agresiones de
afuera y de las agresiones de adentro, y controla el instinto de
autodestrucción. Y por último, el superyó, que es una consciencia moral de todo
individuo, construida a partir del proceso de formación de normas
comportamentales, en la familia, la escuela y otras instituciones sociales, que
reprenden al yo por las malas actuaciones y omisiones.
Desde la perspectiva de Freud
la culpa es un sentimiento previo al delito que surge de esas tensiones entre
el ello, el yo y el superyó. De tal manera, que toda persona siente culpa al
tener un conflicto, entre realizar o no, una conducta contraria a las normas.
De tal forma, que para aliviar la tensión o la culpa, el individuo tiene que
realizar acciones alternativas legales o cometer los delitos. Por poner un
ejemplo, si un individuo tiene una fuerte discusión con otra persona y la rabia
hace que tenga serios deseos de matar a su contrincante, una solución
alternativa legal, es calmarse, tomar un paseo, ir al cine y aliviar ese deseo
inicial de matar, pero en otros casos, el conflicto interno se resuelve
iniciando una pelea, donde se producen lesiones e incluso el propio homicidio.
Otro ejemplo, una persona
quiere tener sexo, y para ello, tiene dos alternativas a elegir, o invitar a
salir a una chica o buscar un burdel, así entonces, al salir con una mujer,
tiene la opción de tener relaciones sexuales consentidas o someterla a la fuerza
y cometer una violación.
En ambos casos, el ello, se
manifiesta como el impulso y la necesidad, el yo establece una forma de actuar,
y el superyó, se convierte en la conciencia moral que motiva el comportamiento
legal, y reprime el comportamiento delictivo.
De esta manera, el delito se
explica por una tención entre lo que nos permite vivir en comunidad, como es el
respeto por las normas, el amor, la solidaridad, la amistad, y los deseos
propios de cada individuo, su agresividad y sus bajos deseos.
“… el
acto criminal prima lo singular sobre la normatividad establecida para la
colectividad, correspondería a la realización de las pulsiones agresivas cuyo
goce excluye toda forma de consideración del otro.” (Aristizábal;
y otros; 2023. Pág. 61)
Dichas pulsiones como se
mencionó anteriormente en la mayoría de casos se sustituye con alternativas
legales, como son la sublimación, la fantasía, las creaciones artísticas o
literarias, entre otras, que permiten la descarga de pulsiones agresivas sin dañar
al otro o a sí mismo (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 63).
Cuando no se presenta una
acción sustituta, se presenta el acto delictivo, en el que el sujeto, en
términos de Freud, ve a su prójimo como “un motivo de tentación para satisfacer
en él su agresividad, para explotar su capacidad de trabajo sin retribuirla,
para aprovecharlo sexualmente sin su consentimiento, para apoderarse de sus
bienes, para humillarlo, para ocasionarle sufrimiento, martirizarlo y en lo
posible llegar a matarlo mostrando así como hay una relación de agresividad con
el otro.” (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 61) De esta manera, se
explica que la agresión es natural al ser humano, y que no solo es una forma de
defenderse de ataques que provienen de otro.
Otra forma de explicar la
causa del delito desde el esquema de Freud es la del superyó delincuente, que
es cuando la conciencia moral justifica su realización:
“…
hay otros sujetos que pueden cometer actos delictivos sin sentir angustia o
culpa alguna; es el caso de aquellos que justifican su acto en una causa
humanitaria, religiosa o bélica -entre otras- y disfrazan su acción al cubrirla
de un propósito que la soporta.” (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 62)
Así se puede hablar del
superyó delincuente, que es el que en vez de anular o bloquear los pensamientos
delictivos, los alienta o los fundamenta. Son aquellas personas donde los
valores se encuentran invertidos y tienen como forma de vida el delito. Así por
ejemplo, en las organizaciones criminales, los valores se encuentran invertidos
y entre más eficiente seas en cometer delitos como hurtos, secuestros,
homicidios y extorsiones, vas a tener mejores recompensas.
En el esquema de Freud
también hay explicaciones para delincuentes políticos, que son aquellos que
encuentran en la conciencia moral un esquema rechazable por injusto y opresor,
por cuanto se revelan ante el y lo rechazan, convirtiéndose en enemigos del estamento.
En tal caso, el superyó es rechazado por injusto y opresor, y ataca a todo lo
que él representa.
En el caso de delitos
pasionales, se encuentra un efecto de trasmisión, donde una persona rechaza a
una persona de su niñez por maltrato, humillación o abuso, y hace un efecto de
transferencia de todo ese odio contenido, cuando una persona le recuerda con su
conducta a aquella persona que lo maltrató. En estos casos, como son
sentimientos reprimidos y odios acumulados, el superyó es confundido o engañado
al mostrarse el hecho como una acción justificada del maltrato previo.
En el caso de los psicópatas
se plantea por falta conexión afectiva, ausencia de empatía y falta de
asimilación de las normas sociales, una mala formación del superyó, un yo
afectado y una prevalencia del ello.
EL PSICOANÁLISIS Y LA
VÍCTIMA.
Uno de los temas interesantes
planteados por los profesores (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 64-70), es
aplicar el psicoanálisis al tema de las víctimas.
El planteamiento parte de la
idea, de que para que una persona supere el problema que generó su delito, debe
hacerse responsable de la decisión que tomó al realizarlo, y ello implica
identificar la razón de la decisión para que logre comprender la consecuencia
de sus actos, y asuma la responsabilidad de los mismos:
“El
acto criminal implica la ruptura o la inoperancia de los mecanismos habituales
mediante los cuales los sujetos contienen sus impulsos agresivos. Esto se
aplica siempre que los sujetos orienten la mayoría de sus acciones por los
códigos normativos de la cultura a la cual pertenecen, es decir, que hayan
renunciado a la satisfacción ciega de sus impulsos en aras de poder vivir en
familia y en comunidad. El sujeto se ve compelido a responder por sus actos y
asumir las consecuencias que sus acciones se deriven; es lo que se espera de un
individuo, …” (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 64)
De esta forma, para el
tratamiento de un delincuente, se requiere que esta persona identifique la
causa de su delito, y asuma la responsabilidad por dicha decisión, pues de lo
contrario, pensará que se trata de un tema de mala suerte, del azar, del destino,
y por tanto, que su castigo es injusto y no le encuentra sentido.
La misma lógica se le aplica
a la víctima, para efectos de que identifique que no solo se trata de un
delincuente que lo atacó y de que fue por el azar o por el destino que le
ocurrió lo que le ocurrió. Cuando la víctima se queda en ese estadio, en el que
culpa al Estado, al delincuente, a la sociedad por lo que le ocurrió, se
plantea (Aristizábal; y otros; 2023. Pág. 51), que la persona no reasume su
vida, sino que sigue revictimizándose indefinidamente, sin entender las causas
de lo que le ocurrió, y sin asumir sus responsabilidades, sobre sus propias
decisiones que la colocaron en un estado de vulnerabilidad.
La idea es que la víctima no
sea un sujeto pasivo del destino, sino una persona que en determinado momento
tomó una decisión, y que ella, al mismo tiempo como el victimario, son
partícipes activos del hecho ocurrido, de esta manera deja de ser un mero
objeto víctima de la historia, a retomar su vida y su historia como una
decisión que lo llevó a ser víctima en determinado momento, pero que no había
otra solución, o que fue lo máximo que pudo hacer en su momento. También,
dentro de este proceso, se da un proceso de autocomprensión y entendimiento de
las causas psíquicas, biológicas y sociales que lo llevaron a tomar una
decisión que lo colocó en un estado de vulnerabilidad.
El tema, es por ejemplo, si
una persona fue víctima de un grupo armado quién lo secuestró y lo torturó en
un acto armado, el tema es establecer, por qué se quedó en esa zona a sabiendas
de riesgo inminente de un ataque militar. Así las cosas, se encontrarán
diferentes justificaciones, cómo este es mi hogar, no tengo donde más ir, esta
es mi tierra, es lo que me da para sobrevivir, en otra parte, tendré que vivir
como indigente. Estas causas le permitirían aceptar que la decisión de quedarse
en la zona, pese al riesgo de un ataque militar, tenía un fundamento que lo
llevó a tomar los riesgos que tomó y que al final se configuraron en un daño.
“Se
trata en el proceso analítico que un individuo pueda subjetivar, es decir,
asumir como suyas las acciones que realiza o deja de hacer y de este modo se
hace sujeto de su propio destino, actor de sus propias decisiones y promotor de
las acciones que realice para librarse, ordenar o escapar de las
determinaciones biológicas, sociales, bélicas, que condicionan algunas
respuestas. Pues mientras el otro, llámese Estado, grupo armado, entre otros,
sea considerado por el sujeto como el responsable de sus actos y desgracias, no
puede tomar las riendas de su destino ni salir de las posiciones de pasividad
al asumirse como víctima, objeto inocente de agresiones por parte de los grupos
armados, juguete de la violencia. Hay algo que el sujeto puede hecer por librarse
de ocupar estas posiciones y uno de los pasos obligados para lograrlo es
hacerse responsable de los actos que emprende para librarse de las experiencias
violentas de donde sea que estas provengan.” (Aristizábal; y otros; 2023. Pág.
70)
Si bien este es un enfoque
interesante, que le permite a la víctima comprenderse y entender las razones
por las que le ocurrió lo que le ocurrió, es un abordaje que puede generar
cierto riesgo si no se le da un enfoque de género, pues podría convertirse en
un proceso de revictimización que generaría más perjuicios que beneficios.
Podría ser contraproducente que al tratar a la víctima, en vez de hacerla
entender de que en una situación extrema, debió tomar decisiones, y de que debe
comprender por qué tomó esas decisiones, se podría llegar a acusarla de haber
provocado al victimario y vanagloriar al victimario, que solo reaccionó ante
una provocación de la víctima, lo cual ocurre mucho en los delitos sexuales, y
que provocan efectos adversos como el linchamiento social de la víctima, y que
la víctima prefiera no denunciar, para no verse señalada injustamente en su
vida personal.
Pero sí considero válido el
argumento, de que si la víctima no asume y entiende sus decisiones que pudieron
haberla colocado en un estado de vulnerabilidad, pueda que no acepte el hecho
de sus decisiones, además de las de otras personas, son las que determinan el
destino de su vida, y de no hacerlo, siempre se vivirá quejando de su destino,
responsabilizando a los demás.
Así las cosas, si alguien es
asesinado en una campaña política, al dar un discurso en un lugar público, muy
a pesar de que le informaron que el esquema de seguridad no estaba completo, en
ese caso, hay una decisión que lo colocó en un estado de riesgo.
Si a un comerciante lo están
extorsionando y le advirtieron que no debía abrir su negocio so pena de que le
pasare algo a él o a su familia, y a pesar de ello abrió, y ese mismo día lo
hirieron con dos disparos de bala. Hay una decisión que lo colocó en un estado
de vulnerabilidad.
La madre le advirtió a su
hijo que si iba a beber licor con un amigo que tenía un carro, y que si lo veía
que estaba borracho no se montara en el vehículo y que tomara un taxi para
regresar a la casa. Muy a pesar de la advertencia de su madre, el hijo se monta
en el vehículo de su amigo, quién conducía ebrio y causó un accidente, donde
resultó lesionado de gravedad. En este caso, también hay una decisión de la
víctima que lo colocó en alto riesgo.
A una mujer le advirtieron
sobre un hombre que le encantaba emborrachar a las mujeres en fiestas para
después accederlas carnalmente, pero esa mujer no atendió a la advertencia, y
se puso a beber con el hombre toda una noche perdiendo el conocimiento y despertando
en un motel, con claras muestras de haber sido violada.
A una madre se le ha
advertido que es peligroso dejar a las hijas bajo el cuidad de un pariente
cercano hombre, y muy a pesar de ello, una madre comienza a dejar a su hija de
9 años bajo el cuidado de un primo para poder hacer diligencias. Luego de un tiempo,
la niña se muestra extraña, abstraída, retraída y deprimida, por lo cual, su
madre comienza a indagar a la niña qué le pasó y ésta le confiesa que fue
abusada por su primo.
Entender en todos estos
casos, que no se trata de justificar al victimario, sino de hacer entender a
las víctimas lo ocurrido, y que a partir de ello, retomen su vida tomando la
responsabilidad de sus acciones, no es un tema sencillo, pues tiene el riesgo
de terminar culpando a la víctima por sus acciones y exonerando en parte al
victimario, o haciéndolo ver menos culpable de lo que es.
EL ORIGEN DEL SER PERVERSO
Este es un tema muy delicado
y que esta relacionado con el origen del ser perverso, la profesora Edith
Aristizábal (2023) aborda el tema desde varias perspectivas, desde un artículo
que busca explicar el pensamiento de personas que torturan física y atormentan mentalmente,
a sus víctimas por placer.
Según el esquema planteado
por la profesora Aristizábal (2023), se parte de la tesis de Freud, según la
cual, los individuos tienen a tener un dique moral para mantener las pulsiones
instintivas dentro de los límites normales, diques que se encuentran ausentes
en personas perversas. Ahora bien, también se pueden encontrar en los
neuróticos la formación de pensamientos perversos, pero que ellos bloquean o
reprimen, a través de una moral interna (superyó), que se exterioriza a través de comportamientos neuróticos, límites que
tampoco tendría un ser perverso. También se menciona que la perversión en
ocasiones se puede ver en las personas solo en el campo sexual, pero en el perverso,
su maldad trasciende a todos los campos.
Según Aristizábal (2023), la
perversión surge de un problema de sadismo y masoquismo, donde la persona pasa
del amor al odio, de ser un objeto a tomar por objeto a otro, y de causarse
dolor a causarle a otro dolor.
Sobre el odio, se plantea que
surge de niño cuando busca amor y consuelo, y recibe una respuesta confusa que
lo frustra, de esta forma, el amor y el odio a la misma persona, que lo
reconforta, pero al mismo tiempo lo frustra.
Esto genera un trastorno en
el comportamiento donde las agresiones que sufre, las replica en otros,
confundiendo el placer con el dolor, de esta forma deja de ser el objeto que
sufre el dolor, a utilizar a otro como objeto para infundirle dolor. Al
confundir el dolor con placer, imagina que al causarle dolor a otro le va a enseñar
el placer, y al verlo sufrir, considera que en vez de causarle dolor, él está
sintiendo placer. De verdad es un trastorno bastante complicado, donde el
perverso infringe dolor a su víctima para enseñarle el placer del dolor, que el
ha aprendido.
“Crea
un escenario en el que hay complementariedad, puesto que el perverso en lo
imaginario cree que su objeto goza a pesar de su voluntad, de que sus
perjuicios, de sus deseos y de su cuerpo y que el perverso se haría el instrumento
de este goce que busca producir de modo variado según el tipo de perversión.” (Aristizábal,
2023, pág. 77)
En el caso sexual, la perversión
genera una búsqueda por el placer sexual del perverso contando o no con el
consentimiento del otro.
Expone también Aristizábal
(2023) que todo sádico es masoquista, y puede tener los dos trastornos, solo
que uno puede ser más prevalente que el otro. En el sadismo el perverso busca
dominar, humillar y hacer sufrir a la víctima, para lo cual, da rienda suelta a
sus fantasías, haciendo a la víctima un objeto. En ocasiones, también el
sadismo incluye un concepto de redención o perdón de la víctima al causarle
dolor, por actos previos reales o imaginarios, por lo cual, merece ser
castigado o purificado.
En su actuar el perverso
busca llevar a la víctima al límite, haciéndola entender la humillación, el
desprecio y el odio que siente por ella, a través de actos que transgreden la
moral, la cultura y las costumbres, y que causen dolor. El perverso busca
placer sin límites sometiendo a la víctima a todo tipo de vejámenes y
sufrimientos, evitando que muera o de derrumbe, pues ahí se acaba su éxtasis o
su placer.
“El
perverso se ubica como instrumento de este goce y se evidencia esta posición en
la figura del atormentador que busca poner en escena agresiones desbordadas con
el propósito que la víctima traspase sus propios códigos morales, éticos y
religiosos, y consienta a la voluntad de goce que el perverso quiere imponer;
cuando no logra este consentimiento por parte de la víctima, la somete a su
acto perverso de tal modo que sus torturas coloquen a la víctima en el límite
entre la vida y la muerte al anular toda su subjetividad. La reduce a un objeto
sometido a su arbitrio, haciéndola sentir sola, vulnerable, abandonada de toda
referencia que la haga sentir protegida, causando una angustia espantosa
(Brouse, 1989; citado por Aristizábal, 2023; pág. 89)
Así por ejemplo, “el
torturador tiene la propiedad mortal del articularse solamente con el dolor del
otro y de conducirlo hasta el extremo del terror; es la misma condición que
quiere provocarse en quienes son espectadores de las torturas: que vivencien el
terror al que los deja reducidos su condición de objetos.” (Aristizábal,
2023, pág. 91)
Y otro problema del perverso,
es que el placer que logra a satisfacer la pulsión, no es completo, y luego de
un tiempo, requiere de repetir los actos perversos para volver a calmar su
pulsión, generando así, la razón de los criminales en serie, (Aristizábal,
2023, pág. 92-93).
Por último, se debe mencionar
que trae como ejemplos de actos perversos, las masacres perpetradas por grupos
armados colombianos, donde torturaban y asesinaban a personas, enfrente de
otras, para causar terror y pánico, no solo en las víctimas, sino en los
testigos de aquellos actos inhumanos, donde en definitiva, los perpetradores se
ensañaron con las víctimas de una manera perversa.
ANALISIS DE LA TESIS.
Es un estudio interesante que
no parte del concepto de psicopatía, ni de sus rasgos, por el contrario, parte
de un trastorno de personalidad del sadomasoquista, quién confunde el dolor con
el placer y el amor con el odio. Identifica una causa de una personalidad
perversa, y permite dar explicación, tanto de los asesinos en serie, como de
los torturadores, y de los líderes de bandas criminales y grupos armados, e
incluso de líderes políticos, que ejecutaron actos perversos sin ningún remordimiento.
Lo que sería un poco
discutible, es basarse solo en la tesis de Freud sobre las compulsiones, las
neurosis y las tesis de las castraciones, para explicar por qué una persona
sufre un trastorno en el cual, confunde el odio con el amor, y el placer con el
dolor, y a partir de eso, termina utilizando a los otros como objetos de
placer, donde descarga todo su amor, su odio y todas sus perversiones.
Por una parte, podemos
encontrar en la psicología del desarrollo, que también menciona un poco
Aristizábal (2023), sobre la etapa de formación del bebé en la que confunde el
amor con el odio, cuando sus cuidadores lanzan mensajes confusos al niño que no
puede procesar, pues se siente abandonado y frustrado cuando lo dejan de
atender, pero al mismo tiempo siente amor cuando lo cuidan. El tema es, en qué
momento comienza a confundir el dolor con el placer, y a partir de ahí comienza
a tener fantasías en su mente con esas confusiones, para luego llevarlas a
cabo. Y para ello, también debe por lo menos presentar una confusión afectiva,
en el que por estar expuesto a situaciones de dolor físico intenso y anormal,
descubre placer en ese dolor, y ello, sin necesidad de desarrollar todos los
rasgos psicópatas como la desconexión afectiva, el rechazo a las normas y la
falta de empatía.
El perverso puede sentir culpa,
a diferencia del psicópata, pero lo puede justificar pensando en que va a enseñarle
a su víctima el placer del dolor, o que va a castigar a la víctima por algo que
hizo y por tanto merece tal suplicio, o que la víctima merece ser purificada a
partir del dolor, lo que suena retorcido, pero son las motivaciones de un delincuente
perverso, y que se puede evidenciar en asesinos en serie, en los torturadores
de la santa inquisición, en los torturadores de las mafias y de los campos de
concentración.
Pero también se puede hacer
un aporte a esta tesis, desde la psicología social (Gómez, 2003), donde
mencionan que cualquier persona puede tener fantasías donde mata a otro, o mejor,
a su peor enemigo, y ello es propio de todos los seres humanos, el problema es
que cuántos son capaces de convertir esa fantasía en realidad. Incluso a través
de experimentos han demostrado que personas que no tienen ningún antecedente de
perversión o de maldad, y que por el contrario se podrían ver como buenos
chicos, al momento de encontrarse en una situación donde otro ser humano se
encuentra bajo su total dominio, tienden a desconocerles todos los derechos
como persona y comienzan a tratarla como una cosa, infringiéndole todo tipo de
actos perversos (Gómez, 2003). Igualmente, la psicología social, plantea que
cuando grupos de seres humanos entran en competencia, suelen agredirse entre
sí, y comienzan deshumanizar al otro grupo, llegando a la violencia e incluso
al exterminio (Gómez, 2003).
Estos planteamientos permiten
entender que la personalidad perversa, se encuentra en cada persona, más
especialmente en su mente, de donde surgen una serie de fantasías, y que puede
desarrollarse en determinado momento en que se confunde el amor con el odio, el
placer con el dolor, y donde se deshumaniza a otro viéndolo como un objeto, de
esta manera el perverso, termina justificando sus actos perversos, para luego
terminar haciendo realidad la fantasía que habían pensado, con un problema
adicional, y ya lo he visto en otros autores como Torres (2003), donde
mencionan que al realizar un acto perverso, el autor, no queda satisfecho del
todo, y al tiempo, requiere de realizar otro acto similar, pues al parecer, la
perversión genera una reacción adictiva, lo que me parece un tema que debe
seguirse discutiendo para revisar su veracidad.
EL DELITO Y LA NEUROBIOLOGÍA.
Otra perspectiva desde donde
se aborda el delito, se encuentra relacionado con el campo de la neurobiología,
que explica el delito desde el comportamiento humando de cuerdo con el
funcionamiento del cerebro.
Desde esta perspectiva la
profesora Aristizábal (2023, 2) nos muestra como ciertos tipos de trastornos de
la personalidad, se encuentran asociados con el funcionamiento de ciertas
partes del cerebro, que nos permiten regular nuestro comportamiento.
De esta forma explica ciertos
rasgos de ciertos trastornos de personalidad, y los clasifica en grupos:
Trastornos paranoide y esquizoide.
Trastorno histriónico y al
límite.
Trastorno antisocial,
narcisista y psicopatía.
Trastorno obsesivo compulsivo
y evitativo.
Luego de explicar los rasgos
característicos de cada trastorno, plantea como el mal funcionamiento de
ciertas áreas del cerebro, pueden afectar nuestro comportamiento.
Explicando como la corteza orbitofrontal
regula inhibe nuestro comportamiento, razonando, planificando y calculando los
costos y beneficios de nuestras conductas. Si en efecto existe una afectación
en dicha corteza, tendríamos muy poco control sobre nuestros comportamientos y
tendríamos una reacción en su mayor parte impulsiva ante determinados hechos.
Por el contrario, un buen funcionamiento de esta corteza, nos permite controlar
nuestros actos, valorando y calculando los efectos de los actos y haciendo un
análisis de costos y beneficios de las consecuencias de dichos actos.
También explica, como la amígdala,
es una parte del cerebro que nos permite interpretar los gestos y la comunicación
no verbal de otras personas, identificando las emociones de los demás, permitiéndonos
comprender mejor a las personas que nos rodean. De esta manera, un mal
funcionamiento de la amígdala impide a una persona relacionarse eficientemente
con las demás personas, mal interpretando los mensajes, sus emociones y sus sentimientos.
Ahora bien, la profesora
Aristizábal (2023-2) plantea que, en trastornos de personalidad esquizoide y
paranoide, existe una gran afectación de la interpretación de la realidad, donde
el individuo termina reaccionando exageradamente o violentamente ante
actuaciones neutras o normales, que ellos mal interpretan como un acto de agresión.
En el caso de los
histriónicos y de los límites, la exageración de los hechos en el primero, y el
miedo al abandono en el segundo, hacen que reaccionen de manera agresiva frente
a hechos ciertos o falsos, por el miedo o por la presión social.
En el caso del narcisista
puede reaccionar frente a quién hiera su ego o amenace su superioridad.
En el caso de el trastorno de
personalidad antisocial, la persona se encuentra predeterminada a trasgredir la
norma y a desconocer los derechos. Es una persona irresponsable frente a su
seguridad y la seguridad de los demás.
El trastorno de personalidad
obsesiva compulsiva, puede agredir a otros, cuando al tratar de tener todo bajo
control, alguien o alguna circunstancia le hace perder el control, y ella reacciona
para volver las cosas a su estado anterior.
En este grupo de trastornos
se puede presentar lo que se llama la violencia reactiva, que es donde se
encuentra mayor activación de la parte de la amígdala, con mayor carga
emocional, y un bajo funcionamiento de la corteza orbitofrontal, de control de
comportamiento.
En la violencia reactiva, la
persona utiliza la violencia como una forma de defensa ante lo que percibe como
una agresión o como una amenaza, ya sea cierta o imaginaria.
Su recompensa es inmediata, y
es reaccionar frente a la situación o peligro que le molesta, y no piensa sobre
las consecuencias que le puede traer su conducta.
Se menciona que es una violencia
casi instintiva, toda vez que la persona reacciona antes de terminar de pensar
y comprender la situación.
El otro tipo de violencia es
la violencia instrumental, en la cual, el delincuente no reacciona ante un estímulo,
sino es una acción planificada y premeditada. El delincuente asecha a la
víctima, escoge el lugar y consigue todos los instrumentos que necesita para
ejecutar su conducta.
La violencia instrumental el sujeto
es plenamente consciente de lo que hace, y lo hace por una recompensa, que se
obtiene o un fin que quiere, luego de ejecutar la conducta.
Se habla aquí de los casos de
los asesinos en serie, y del actuar de las organizaciones criminales de todo
tipo, que planifican y estructuran todo el accionar delictivo para alcanzar un
beneficio.
En estos casos, el
funcionamiento de la corteza prefrontal permite calcular, planificar y ejecutar
la conducta punible, analizar los costos y beneficios de la misma, y establecer
las formas para no se capturado luego de cometer el delito.
ANALISIS DE LA TESIS.
En primer término, esta tesis
nos permite valorar cómo ciertos trastornos de la personalidad, pueden generar
una mala comprensión de la realidad por parte del individuo, y permiten
fundamentar los casos de inimputabilidad o inimputabilidad del individuo, donde
tiene una afectación grave o parcial de la capacidad para comprender la
ilicitud de sus actos y de autodeterminarse con base en esa comprensión.
Y también pone en evidencia
la importancia de la violencia reactiva y la violencia instrumental, como una
forma de explicar, que la primer por ser producto más de la impulsividad puede
significar una inimputabilidad o una inimputabilidad disminuida. Por otra
parte, también permite explicar, por qué la violencia instrumental, al ser una
violencia planificada y premeditada, con plena consciencia, haciendo cálculos
sobre el costo beneficio de su conducta y sobre los efectos de ella, no podría encajar
en el concepto de inimputabilidad, pues la persona nunca pierde contacto con la
realidad.
Ahora bien, a pesar de que la
persona padezca un trastorno que le impide apreciar correctamente la realidad o
reaccionar proporcionalmente o adecuadamente a ciertas circunstancias, hay que
establecer que puede generar una violencia reactiva o instrumental, motivado en
ambas situaciones por la misma mala percepción de la realidad que le genera el
trastorno de la personalidad que padece. Entendiendo el trastorno de la
personalidad como aquel comportamiento anormal de una persona, frente a un
hecho incómodo o no deseable, lo cual puede generar una reacción violenta
instantánea o una venganza planificada.
Por otra parte, las neurociencias
han generado la controversia de que no hacemos lo que realmente queremos, sino
que hacemos lo que ya habíamos decidido casi que instintivamente, sugiriendo
que luego del impulso instintivo, es que surge el pensamiento racional, y no
antes (Feijoo, 2013). Por lo que de acuerdo con ello, no es posible plantear en
términos generales de que en efecto, la corteza prefrontal pueda controlar
nuestro comportamiento, y bloquear el comportamiento delictivo. Lo cual,
también en gracia de discusión, también es debatible, pues un delincuente puede
frenar el hurto que tenía planificado, cuando encuentra que en el lugar donde
lo iba a realizar, llega una patrulla con cuatro policías, por tanto, es de
anotar que no se trata de una conducta instintiva del todo, sino que mantiene
un cierto grado de racionalidad, calculo y ponderación de costos y beneficios (Feijoo,
2003).
BIBLIOGRAFÍA.
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